sábado, 16 de diciembre de 2017

Nuestro destino se construye con nuestras decisiones.


El cielo y el infierno son parte de la dualidad.
Y están sujetos a las mismas leyes que rigen al universo.
Hay un paraíso y un infierno.
Hay un acceso al paraíso.
Y otro acceso al infierno.
No son buenos ni malos.
Son parte de la dualidad.
Lo mejor de todo es que podemos elegir.
No hay un destino.
Nuestro destino se construye con nuestras pequeñas y grandes decisiones.
Algunas personas viven un infierno en sus vidas.
Otras son inmensamente felices.
El sabio conoce los secretos para el acceso a la vida feliz.
El sabio conoce los secretos para acceder a la salud infinita.
Porque cuando el discípulo está pronto aparece el maestro.
El maestro desea apoyar a muchas personas a alcanzar la felicidad.
Porque es la forma en que el mismo sabio aumenta su propia felicidad.
Construir una salud poderosa es el comienzo de la felicidad.
Debería ser la base de cualquier sistema educativo.
Una vez en posesión de la salud infinita todo será mucho más fácil.
Pero la mayor parte de las personas sale al mundo a buscar sus sueños y lo hace a costa de su salud.
Y así entran en la ruta hacia su propia degradación.
Eligen vivir en el infierno de las enfermedades degenerativas.
Y cuando se derrumba la salud, la catástrofe se extiende al área laboral, a la relación con la pareja e hijos y a una profunda incertidumbre financiera.
Por ello en las culturas más antiguas del mundo.
Las poseedoras de la más alta sabiduría.
Enseñan a sus más jóvenes retoños a venerar a la tierra como si fuera una madre.
A venerar al cielo como su fuera su padre.
A cultivar la salud del cuerpo y de la mente.
Con una nutrición tradicional de alta calidad biológica.
Para crear la mayor belleza que alguien pueda poseer.
Una salud infinita.
Para compartirla con el mundo.
Para poder trabajar intensamente por la felicidad de todas las personas.
Y de todas las creaciones del amor infinito.

-Martín Macedo-

No hay comentarios:

Publicar un comentario