El agua es inteligencia infinita.
Es sensibilidad infinita.
Porque hasta la música deja su impresión en ella.
El agua puede ser bendita.
El agua puede ser maldita.
El agua absorbe la información que recibe.
Absorbe los programas que le llegan.
Y los reproduce con perfecta fidelidad.
Tus palabras llevan información a tu agua celular.
Tus emociones, tus miedos o tu fe arrolladora llevan químicos neurógenos al agua de tu cuerpo.
Tus creencias inundan el agua de información, cuantificable y medible por exámenes de sangre y orina.
Las hormonas del estrés y los químicos del bienestar.
La fe es una bomba atómica.
Cuando practicamos macrobiótica con una potente fe la curación es inevitable.
Pero quienes lo hacen llenos de dudas y especulaciones.
Sin fe, haciendo revisiones cada 48 hs con sus especialistas.
Envían esa información a su agua.
Y su agua reproduce lo que recibe.
Porque el cometido de la inteligencia infinita es crear lo que se le ordena crear.
Y las órdenes llegan por medio de palabras cargadas de emoción.
Por eso los toltecas en sus acuerdos nos enseñan a ser "impecables con las palabras".
Y Lao Tse nos enseñó que el hombre sabio habla poco.
Porque sabe que su palabra crea su realidad.
Al llevar la información al agua de su cuerpo sagrado.
Haciendo que el humano se convierta en un gigante.
O en un ser digno de lástima.
Por la forma en que se expresa, en el uso de las palabras.
Y en los actos que derivan de éstas.
- Martín Macedo-
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