lunes, 6 de noviembre de 2017

Ser el último es una gran bendición

Sin proponérmelo.
Me he ido convirtiendo en un gran motivador.
Poco a poco, por la necesidad de motivar a las personas a cambiar sus hábitos, a cocinar sus alimentos y a comerlos con conciencia.
Y como todo se perfecciona con el entrenamiento.
Año tras año he desarrollado una gran habilidad.
Si me ofrecieran la posibilidad de entrenar a un equipo de fútbol profesional,
y me dieran a elegir entre preparar al mejor de la tabla o al último.
Sin duda elegiría al equipo más débil, al último que teme bajar a la segunda división.
Porque la rueda de los cambios toma al que está más abajo y lo lleva hacia la cima del mundo.
Ser el último es una gran bendición.
Ser el más débil.
Ser el menos saludable.
Ser el más pobre.
Ser el más expuesto al fracaso.
No puede haber primero sin último.
El último está hambriento de gloria.
El más enfermo está dispuesto a todo por la salud.
El más pobre está dispuesto a dar la vida en su ascenso hacia la riqueza.
Si total no tiene nada que perder.
Está vacío.
No es nada.
No tiene nada.
Nadie lo respeta ni lo invita a sus fiestas.
Porque lo ha perdido todo.
Pero cuando el último encuentre la puerta de acceso hacia la gloria.
Será el primero en entrar.
El más decidido.
Porque su hambre de gloria es tan grande.
Que se convierte en un arma de poder infinito.
Porque el vacío es el lugar donde la abundancia prefiere reposar luego de un largo día de trabajo.


- Martín Macedo-

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