11/11/2017
La aceptación o no de la dignidad de los animales depende del paradigma (visión del mundo y valores) que cada uno asume. Hay dos paradigmas que vienen de la más alta antigüedad y que perduran hasta hoy.
El primero entiende el ser humano como parte de la naturaleza y al pie de ella, un invitado más a participar de la inmensa comunidad de vida que existe ya hace 3.800 millones de años. Cuando la Tierra estaba prácticamente lista con toda su biodiversidad, irrumpimos en el escenario de la evolución como un miembro más de la naturaleza. Seguramente dotados con una singularidad, la de tener la capacidad refleja de sentir, pensar, amar y cuidar. Esto no nos da el derecho de juzgarnos dueños de esa realidad que nos precedió y que creó las condiciones para que surgiéramos.
La culminación de la evolución se dio con el surgimiento de la vida y no con el ser humano. La vida humana es un sub-capítulo del capítulo más grande de la vida.
El segundo paradigma parte de que el ser humano es el ápice de la evolución y todas las cosas están a su disposición para dominarlas y poder usarlas como bien le convenga. Él olvida que para surgir necesitó todos los factores naturales, anteriores a él. Él se unió a lo que ya existía y no fue colocado encima.
Las dos posiciones tienen representantes en todos los siglos, con comportamientos muy diferentes entre sí. La primera posición encuentra a sus mejores representantes en Oriente, con el budismo y las religiones de la India. En la encíclica "Sobre el cuidado de la Casa Común" como alguien "que vivía una maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la otra, con la otra, naturaleza y consigo mismo ... ejemplo de una ecología integral "(n.10). Pero no fue este comportamiento tierno y fraterno de fusión con la naturaleza que prevaleció.
El segundo paradigma, el ser humano "maestro y dueño de la naturaleza" en el decir de Descartes, ganó la hegemonía. Ve la naturaleza de fuera, no sintiendo parte de ella sino su señor. Está en la raíz en el antrropocentrismo moderno que tantos males produjo con referencia a la naturaleza ya los demás seres. Porque el ser humano dominó la naturaleza, sometió a pueblos y exploró todos los recursos posibles de la Tierra, hasta el punto de que hoy alcanza una situación crítica de falta de sustentabilidad.
Sus representantes son los padres fundadores del paradigma moderno como Newton, Francis Bacon y otros, así como el industrialismo contemporáneo que trata la naturaleza como mero mostrador de recursos, un vago inagotable de bienes y servicios, en vista del enriquecimiento.
El primer paradigma - el ser humano parte de la naturaleza - vive una relación fraterna y amistosa con todos los seres. Se debe extender el principio kantiano: no sólo el ser humano es un fin en sí mismo, sino también todos los seres, especialmente los vivientes y por eso deben ser respetados.
Hay un dato científico que favorece esta posición. Al descodificar el código genético por Drick y Dawson en los años 50 del siglo pasado, se verificó que todos los seres vivos, de la ameba más originaria, pasando por los grandes bosques y los dinosaurios y llegando hasta nosotros humanos, poseemos el mismo código genético de base: los 20 aminoácidos y las cuatro bases fosfatadas. Esto llevó a la Carta de la Tierra, uno de los principales documentos de la UNESCO sobre la ecología moderna, a afirmar que "tenemos un espíritu de parentesco con toda la vida" (Preámbulo). El Papa Francisco es más enfático: "caminamos juntos como hermanos y hermanas y un lazo nos une con tierna afección, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río ya la Madre Tierra" (n.92).
En esta perspectiva, todos los seres, en la medida que son nuestros primos y hermanos y poseen su nivel de sensibilidad, sufren y son portadores de cierta inteligencia, que les permite hacer conexiones cerebrales y así orientarse en el mundo. Por eso mismo son portadores de dignidad y de derechos. Si la Madre Tierra goza de derechos, como afirmó la ONU, ellos, como partes vivas de la Tierra, participan de estos derechos.
El segundo paradigma -el ser humano señor de la naturaleza- tiene una relación de uso con los demás seres y los animales. Si conocemos los procedimientos de la matanza de bovinos y de aves quedamos estresados por los sufrimientos a los que son sometidos. Nos advierte la Carta de la Tierra: "hay que proteger animales salvajes de métodos de caza, trampas y pesca que causen sufrimiento extremo, prolongado y evitable" (n.15b).
A nosotros nos recordamos las palabras sabias del cacique Seatle (1854): "¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se acabasen, el hombre morir de soledad de espíritu. Porque todo lo que suceda a los animales, pronto sucederá al hombre. Todo está relacionado entre sí ".
Si no nos referimos al primer paradigma, continuar con la barbarie contra nuestros hermanos y hermanas de la comunidad de vida: los animales. En la medida en que crece la conciencia ecológica más y más sentimos que somos parientes y así debemos tratar, como San Francisco con el hermano lobo de Gubbio y con los más simples seres de la naturaleza. Estamos seguros de que llegará el día en que este nivel de conciencia será un bien común de todos los humanos y entonces, sí, nos comportará como una gran familia de seres vivos, diferentes pero unidos por lazos de familiaridad y hermandad.
Leonardo Boff es el escritor JB en línea y escribió: Francisco de Assis: anhelo por el paraíso , Voces en 1999.
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