domingo, 19 de noviembre de 2017

Los derechos de la Madre Tierra

Anteriormente escribimos sobre los derechos de los animales. Ahora cabe discurrir sobre los derechos de la Madre Tierra y de su alta dignidad. 

El tema es relativamente nuevo, pues la dignidad y los derechos se reservaban solamente a los seres humanos, portadores de conciencia y de inteligencia como lo hizo Kant en su ética. 

Predomina aún la visión antropocéntrica como si nosotros exclusivamente fuésemos portadores de dignidad. Olvidamos que somos parte de un todo mayor. 

Como dicen renomados cosmólogos, si el espíritu está en nosotros es señal de que él estaba antes en el universo del cual somos fruto y parte.

Hay una tradición de la más alta ancetralidad que siempre entendió la Tierra con la Gran Madre que engendró a todos los seres que en ella existen. Las ciencias de la Tierra y de la vida, por vía científica, nos confirmaron esta visión. La Tierra es un superorganismo vivo, Gaia (Lovelock), que se autoregula para ser siempre apta para mantener la vida en el planeta.

La propia biosfera es un producto biológico pues se origina de la sinergia de los organismos vivos con todos los demás elementos de la Tierra y del cosmos. Ellos crearon el hábitat adecuado para la vida, la biosfera. 

Ella como tal no existía. Fue creada por el propio sistema-vida para poder sobrevivir y reproducirse. Por lo tanto, no hay sólo vida sobre la Tierra. La Tierra misma es viva y como tal tiene un valor intrínseco y debe ser respetada y cuidada como todo ser vivo. Este es uno de los títulos de su dignidad y la base real de su derecho de existir y de ser respetada.

Los astronautas nos dejaron este legado: vista desde fuera, Tierra y Humanidad fundan una sola entidad; no pueden separarse. La Tierra es un momento de la evolución del cosmos; la vida es un momento de la evolución de la Tierra; y la vida humana, un momento de la evolución de la vida. Por eso podemos, con razón decir, el ser humano es aquella porción de la Tierra en que ella empezó a tomar conciencia, a sentir, a pensar ya amar. Somos su parte consciente e inteligente.

Si los seres humanos tienen dignidad y derechos, como es consenso de los pueblos, y si Tierra y seres humanos constituyen una unidad indivisible, entonces podemos decir que la Tierra participa de la dignidad y de los derechos de los seres humanos y viceversa.

Por eso, no puede sufrir sistemática agresión, explotación y depredación por un proyecto de civilización que sólo la ve como algo sin inteligencia y por eso la trata sin ningún respeto, negándole valor intrínseco en función de la acumulación de bienes materiales.

Es una ofensa a su dignidad y una violación de sus derechos de poder continuar íntegra, limpia y con capacidad de reproducción y de regeneración. Por eso, está en discusión un proyecto en la ONU de un Tribunal de la Tierra que castiga a quien viola su dignidad, desfloresta y contamina sus océanos y destruye sus ecosistemas, vitales para el manteni-miento de los climas y del ciclo de la vida.

Por último, hay un último argumento que se deriva de una visión cuántica de la realidad. Esta constata, siguiendo Einstein, Bohr y Heisenberg, que todo, en el fondo, es energía en distintos grados de densidad. La propia materia es energía altamente interactiva. La materia, desde los hádrions y los topquarks, no posee sólo masa y energía. Todos los seres son portadores también de información, fruto de la interacción entre ellos,

Cada ser se relaciona con los demás de su manera de tal forma que se puede hablar que surge niveles de subjetividad y de historia. La Tierra en su larga historia de 4.500 millones de años guarda esta memoria ancestral de su trayectoria evolutiva. Ella tiene suicidad e historia. Lógicamente ella es diferente de la subjetividad y de la historia humana. Pero la diferencia no es en principio (todos están conectados entre sí), sino de grado (cada una a su manera).

Una razón más para entender, con los datos de la ciencia cosmológica más avanzada, que la Tierra posee dignidad y por eso es portadora de derechos, lo que corresponde de nuestra parte, deberes de cuidarla, amarla y mantenerla sana para continuar generando y ofreciendo los bienes y servicios que nos presta.

Este es uno de los mensajes centrales de la encíclica del Papa Francisco " en el cuidado del hogar común" (2015). En el mismo sentido se la Carta de la Tierra , uno de los documentos axiales de la nueva visión de la realidad (2000) y los valores que son importantes para llevar a asegurar su vitalidad. El sueño colectivo que propone no es el "desarrollo sostenible", fruto de la economía política dominante, anti-ecológica. 

Pero "un modo de vida sostenible" que resulta del cuidado para con la vida y con la Tierra. Este sueño supone entender "la humanidad como parte de un vasto universo en evolución" y la "Tierra como nuestro hogar y viva"; implica también "vivir el espíritu de parentesco con toda la vida", "con reverencia el misterio de la existencia, con gratitud, el don de la vida y con humildad, nuestro lugar en la naturaleza" (Preámbulo).

La Carta de la Tierra propone una ética del cuidado que utiliza racionalmente los bienes escasos para no perjudicar el capital natural ni las generaciones futuras; también tienen derecho a un Planeta sostenible y con buena calidad de vida. Esto sólo ocurrirá si respetamos la dignidad de la Tierra y los derechos que tiene que ser cuidada y guardada para todos los seres, también los futuros.

Ahora puede comenzar el tiempo de una biocivilización, en la que Tierra y Humanidad, dignas y con derechos, reconocen la recíproca pertenencia, de origen y de destino común.

-Leonardo Boff-

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