viernes, 24 de noviembre de 2017

La palabra poderosa debe ser seguida por una acción poderosa


La palabra poderosa debe ser seguida por una acción poderosa.

De lo contrario la palabra pierde su poder creador.

Hay muchos tipos de palabras.
La palabra de un mentiroso.
La palabra de un estafador.
La palabra de honor.
La palabra de un loro.
La palabra de un aparato de grabación de sonido.
Todos son capaces de producir palabras.
Pero para que la palabra tenga verdadera magia y poder.
Debe haber coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Un demente también dice palabras.
Pero son palabras incoherentes.
“No diga incoherencias”….es la expresión que busca humillar a un oponente durante una discusión.
Muchos intentan impresionar a otros con su discurso.
Pero la palabra que vale, que tiene calidad, que tiene credibilidad es la proferida por alguien que actúa según las palabras que habla.
Cuando tomé conciencia de que la palabra tiene poder creador me sentí maravillado y comencé a ver maravillas.
Porque la palabra dicha con conciencia tiene mucho poder.
El loro dice palabras, pero no tiene idea de lo que está diciendo.
Puedo leer palabras en ruso, pero esas palabras no tendrán ninguna fuerza al desconocer su significado.
Un cadete del ejército y un general pueden decir las mismas palabras, pero la palabra del general tiene más peso que la del recién iniciado.
Porque el militar de experiencia ha servido durante muchos años y ha hecho grandes méritos para llegar a su actual posición.
Y el novato sólo tiene hermosas intenciones, pero todavía no ha hecho nada más que presentar su solicitud.
Y si fanfarronea con sus colegas hablando como si fuera un gran general, se reirían de él pero no lo tomarían en serio.
La palabra que convence, que conmueve, que deja una huella en el alma es la palabra poderosa, respaldada con el ejemplo.
Es fácil hablar.
Pero no es fácil hablar y luego actuar con la misma contundencia.
El charlatán habla y habla.
Pero el hombre eminente habla y actúa.
Por eso cuando habla todos lo escuchan con atención.
Porque su palabra es un deleite para los oídos y las almas.
Pero la palabra del conversador cansa y aburre.
La palabra transporta un mensaje, una información.
Una persona sin escrúpulos puede hacer mucho daño usando hábilmente las palabras.
Puede herir, puede engañar, puede enamorar para obtener ventajas, puede ofender y puede causar mucho dolor.
La palabra puede curar o puede enfermar.
Porque se va directamente al inconsciente.
Por eso si sólo se cambia la comida física, gastronómica, la eficacia será menor.
La macrobiótica alcanza su máximo poder cuando el practicante comienza a usar palabras de calidad superior.
Porque la palabra es alimento para la mente.
La palabra es oración.
Y si sigue hablando como hablaba cuando estaba enfermo, tarde o temprano aquellas palabras volverán a crear la misma enfermedad, aunque aparentemente coma “sano”.

-Martín Macedo-

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