martes, 24 de octubre de 2017

Hasta que no cambie lo de adentro no cambiará lo de afuera


Cuando comprendemos que somos seres infinitos.
Creados por el amor infinito.
Sostenidos por la inteligencia infinita.
Que lo humano y lo divino no se pueden separar.
Nos investimos de un poder mágico.
No se trata de un pensamiento para sentirse más animado y motivado.
Quien asume su grandeza.
Ya es grande.
Sueña grandes cosas.
Espera grandes cosas.
Intenta grandes cosas y las consigue.
Porque trabajará con una voluntad y una determinación tan grandes como la auto imagen con la que se identifica.
Y tendrá acceso a un gran poder.
Que estará vedado para los que se identifican con su cuerpo.
Se miran al espejo y dicen "ese soy yo".
Ven diariamente los límites de su cuerpo.
Los límites de su capacidad física que declina con los años.
Contemplan el cielo, las estrellas y todas las maravillas de la naturaleza y dicen "no soy nada".
Soy pequeño y frágil.
"Necesito" vacunas y cuidados médicos frente al mínimo problema de salud.
Corro al servicio de emergencia porque me ha salido una manchita en la piel.
Me hago revisiones anuales porque nunca se sabe cuándo va a venir algo y es mejor "agarrarlo" a tiempo.
Y cuanto más contemplo mi debilidad y hablo de ella con mis amigos, más se consolida mi petición.
Le estoy pidiendo al universo debilidad y pobreza.
Con mis palabras y sentimientos.
Y si lo hago con persistencia, diariamente.
Eso tendré porque eso he pedido.
El mesero trae lo que el cliente pide.
El gran poder complace a sus hijos.
Porque la forma que tiene de comunicarse con sus infinitos hijos e hijas es por medio de la boca que dice palabras.
Que reflejan las emociones que bullen en sus almas.
La calidad de la palabra revela la calidad de los sentimientos.
Por ello la palabra del pobre in-boca la pobreza.
La palabra del valiente revela su valentía. 
Las palabras divinas revelan la divinidad.
Porque como es adentro es afuera.
Y hasta que no cambie lo de adentro no cambiará lo de afuera.

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