El universo es como una gran canilla.
El hombre es el que abre o cierra la llave de paso.
Cierra el paso.
Abre el paso.
Tenemos ese derecho y ese poder.
Dios nos concedió ese privilegio.
El mayor de los regalos.
Mediante la contemplación podemos abrir o cerrar la gran canilla.
Por ello abro al máximo la llave de paso.
Porque la salud es abundancia.
Y la felicidad es la libertad de quitar todas las barreras que nos separan de la abundancia.
¿Por qué pasar privaciones si hay cantidades ilimitadas de energía en todas sus formas?
¿Por qué vivir con una salud precaria habiendo cantidades ilimitadas de energía disponibles para activar todas nuestras células y las de todas las miríadas de criaturas vivientes en este y otros universos?
¿Para qué vivir la experiencia de la pobreza una y otra vez, vida tras vida, cuando otros gozan de una inagotable prosperidad?
Sólo debemos abrir un poco la llave de la canilla infinita.
Pero sólo se puede hacer con el poder de la atención sostenida.
La capacidad de contemplar nuestro deseo hasta sentir que es completamente real.
Sentir que ya es nuestro.
Que es inevitable su manifestación.
Tenemos tantas trabas en nuestras mentes.
Nos han enseñado que hay mérito en cerrar la canilla.
Y dejar sólo un pequeño hilo de agua.
Porque no hay suficiente para todos.
Porque es noble y meritorio pensar en los demás.
Porque hay tanta hambre en el mundo.
Y nosotros no vamos a andar por ahí haciendo ostentaciones de poderío.
Nos han enseñado a ponerle límites a nuestros sueños.
Porque nos manejamos con la información que surge de la estrechez del mundo material.
Por ello el que cree sólo en la materia visible, se inventa una filosofía basada en la escasez y en la lucha por el trozo de pastel más grande.
Pero los que tenemos una mente infinita.
Sabemos que podemos abrir la canilla al máximo.
Y aunque tomemos todo lo que deseemos.
Habrá de sobra para todos los seres de todos los mundos.
Porque el universo es infinito.
La mente es infinita.
La salud es infinita.
Y los recursos interiores son infinitos.
Esperando que demos la orden de hacerse "visibles".
No para convencer a nadie.
Sino para perfeccionar el arte de crear maravillas.
Y así contribuir a la belleza del mundo.
Martín Macedo
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