Nuestra vida se parece a un viaje por los bravos mares en un pequeño barco como los que empleaban los vikingos para cruzar desde Noruega hasta las costas de Inglaterra o Francia.
La mayor parte de las veces debían enfrentar tormentas y olas gigantescas que en ocasiones hacían naufragar estas pequeñas embarcaciones.
Pero los vikingos igual se arriesgaban porque eran muy inteligentes y sabían que para alcanzar el éxito y encontrar riquezas y oportunidades de comercio para una vida mejor debían atravesar las grandes olas y los grandes peligros de alta mar en sus pequeñas pero fuertes naves.
Ellos sabían que para encontrar una vida más fácil debían pasar por pruebas difíciles.
Comprendieron que ese era el precio que debían pagar para alcanzar el éxito en sus empresas.
Porque la otra opción era la vida áspera y ruda de las heladas costas escandinavas donde la tierra no era tan rica y abundante en cosechas y alimentos como las tierras de la Europa occidental.
Ellos creían en sus dioses, los dioses nórdicos a los cuales hacían sacrificios para asegurar su protección durante estos arriesgados viajes.
Cuando iniciamos el viaje hacia nuestros sueños debemos saber que no faltarán las grandes olas y las peligrosas tormentas.
Quien no quiere riesgos se puede quedar en el puerto a resguardo de todo peligro.
Pero nunca llegará a cumplir su destino.
Cuando nos lanzamos en el viaje por alta mar no faltarán las grandes y amenazantes olas.
Ataques, críticas, envidia, incomprensión; las más absoluta y absurda falta de entendimiento.
Cuando intentamos promover la curación por medios naturales, para ayudar a sanarse y aliviar a miles de enfermos a los que han convencido de que no tienen cura, comienzan a llover los ataques y críticas.
Hasta los mismos enfermos en vez de estar agradecidos y felices de que alguien traiga una solución real para sus problemas se suman a las voces enfurecidas que proclaman cosas como estafa, mentiras, embauques y todo tipo de calificativos destructivos.
Atacan a quien los quiere ayudar y protegen a quien los mantiene en la prisión de la incurabilidad.
Esas son las grandes olas.
No es algo negativo.
Son las reglas de juego en el mundo de la dualidad.
Hay que aguantar la tormenta, las grandes mareas y los sacudones de nuestro pequeño barco.
Y una vez superada la gran dificultad inicial hemos pagado el precio para alcanzar la gran facilidad......el éxito, el reconocimiento, la felicidad de haber cumplido la travesía que nos lleva a la orilla con la que hemos estado soñando durante tanto tiempo.
.Martín Macedo-
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