viernes, 11 de agosto de 2017

Los cambios epigenéticos

Antes de los años 80, se conocía la secuencia de genes sueltos de algunos organismos, pero no fue hasta 1986 cuando se concretó el Proyecto Genoma. Gracias a una amplia colaboración internacional nació este gran reto científico, usando una gran tecnología de vanguardia, se propuso descodificar la secuencia del ADN humano, el código genético.
Entre las principales hipótesis del proyecto, se destaca la afirmación de que “si se conoce el genoma, podemos saber la respuesta de muchas de nuestras enfermedades”; sin embargo, no fue así. Los científicos se encontraron con un número menos elevado de correlaciones de lo que esperaban, a pesar de que en el imaginario colectivo se
creía que nuestra biología era la respuesta de una herencia predeterminada.
La ciencia ha ampliado su investigación de la genética hacia otros puntos de vista, como es el caso de la epigenética, ya que después de varios estudios se ha demostrado que los humanos disponemos de los mismos genes que el resto de animales.
El prefijo epi significa “sobre” o “por encima de algo”, por lo tanto cuando se estudia en epigenética una patología, se tiene en cuenta aquellos factores que van más allá de la genética: medio ambiente, entorno familiar, social y cultural.
Podemos tener ciertos genes relacionados con enfermedades concretas, lo que hará activar estos genes tiene que ver con nuestro estilo de vida y con los hábitos. Es el caso de dos gemelos con el mismo material genético separados al nacer; el vivir separados hace que vayan perdiendo progresivamente algunas de sus semejanzas y puedan desarrollar enfermedades diferentes a consecuencia de las marcas químicas que se van añadiendo a los genes según el estilo de vida que hayan llevado.
Los cambios epigenéticos pueden llegar hasta tres generaciones de una misma familia e incluso durante más tiempo, según las condiciones en que se han originado. Según la epigenética conductual, las experiencias traumáticas que se han transmitido de los antepasados, dejan cicatrices moleculares que se adhieren al ADN.
Esta y otras aportaciones de la epigenética, nos hacen entender que tenemos participación en nuestra propia curación, ya que uno puede aprender a sanarse cambiando aspectos del medio ambiente, y con su consecuente cambio de percepción.
Como ya hemos dicho, entendemos que el ambiente, además de ser las condiciones físicas, el clima o la dieta que llevamos, también incluye el estrés que se lleva en el día a día y nuestro estado emocional, a los que nos hemos acostumbrado a llevar en nuestra vida diaria. El medio ambiente se relaciona con lo físico y lo emocional.
En relación al Transgeneracional, la epigénetica refuerza el sentido que se le da al árbol genealógico en una consulta de Bioneuroemoción.
El Acompañante pide al cliente la resonancia en el árbol relacionada con la emoción que le provoca el conflicto que vive, y esta resonancia nos habla de emociones que todavía siguen sin trascenderse en generaciones anteriores. Las vivencias de nuestros ancestros quedan en nuestro inconsciente igual que la información genética está en nuestro ADN.

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