miércoles, 16 de agosto de 2017

Aprende a esperar, todo llega cuando tiene que llegar



Aprende a esperar, todo llega cuando tiene que llegar
Si aprendemos a que todo llega cuando tiene que llegar, no tenemos mucho control ni elección de lo que ocurre en nuestras vidas. Esto no es más que una invitación a fortalecer nuestra paciencia, a aprender a esperar, a saber cuándo actuar y a entender que nada de lo que nos ocurre, lo hace de manera casual, todo corresponde a un proceso, todo es consecuencia de nuestras acciones y decisiones.
Tenemos control sobre nuestras cosas personales, podemos tomar consciencia de cada cosa que hacemos y aprender de cada experiencia. Lejos de los sentimientos que nos guardemos, fuera de las emociones que una situación despierta en nosotros debemos de tratar siempre de encontrar respuestas que nos ayuden a crecer como persona.

Aprende a esperar, todo llega cuando tiene que llegar

La paciencia y la calma nos van a permitir pasar caminos, disfrutar cada paso sintiendo un estado de tranquilidad para cada una de las cosas que tengamos que vivir se manifiesten en nuestras vidas.
No debemos enfocarnos en vivir algo determinado, debemos aprender a escuchar nuestra voz interior, esa voz sabe qué es lo que más nos conviene.
Debemos entender que la desesperación nunca nos llevará a un buen sitio, no podemos saltarnos alguna experiencia porque si no hubiésemos llegado a otro lugar y que estructuramos nuestras vidas a como lo necesitamos de acuerdo a nuestra evolución.

Todo llega cuando tenga que llegar, ni antes, ni después, por eso hay que comprender que los tiempos del universo son perfectos

Tikún -corrección espiritual-

Tikún

Aunque todos nosotros nacemos en este mundo con un propósito único individual, también existe un propósito general que todos compartimos llamada “la corrección espiritual o Tikún”. Estamos aquí para equilibrar nuestra INTEGRIDAD y limpiar nuestro “equipaje” de vidas pasadas para así poder alcanzar nuestra corrección y por último, nuestra perfección. 

Todos estamos destinados a realizar esta corrección. Nos guste o no, creamos o no, todos vamos hacia ahí. No depende de nosotros. Lo que sí depende de nosotros es cómo lo haremos. Al analizarlo vemos que se nos ha dado una sola opción en la vida: podemos elegir re ingeniarnos de manera proactiva, o podemos ser forzados a hacerlo de manera reactiva. 

La re ingeniería pro activa comienza cuando nos vemos a nosotros mismos y decimos: “Esta no es la persona que quiero ser”. El simple hecho de tomar la decisión de re ingeniarnos es dar un gran paso hacia adelante, ya que está en nuestra naturaleza ser dominados por el Deseo de Recibir sólo para nosotros mismos, la parte de nuestra naturaleza que es egoísta, molesta, limitada, que quiere permanecer en la comodidad; la parte que nos controla; la parte de nosotros que es EFECTO y no la CAUSA. Salir de esta mentalidad y comprometerse con la espiritualidad es de hecho bastante sorprendente y son muy pocos los que deciden hacerlo. 

El camino reactivo de reingeniería es impuesto en nosotros a través de eventos externos y sus efectos. Puede manifestarse como la pérdida de nuestro empleo, nuestros amigos, o un quiebre en la salud o la pareja. Si no generamos ver voluntariamente y verle el valor a nuestra reingeniería personal, el caos activado a partir de nuestro propio comporta-miento reactivo finalmente nos despertará para transformarnos. 

En un sentido espiritual, estos dos caminos no son de igual valor. Una persona que ha elegido conscientemente hacer el trabajo espiritual de reingeniería revela más Luz en comparación con quien simplemente está reaccionando a las fuerzas externas. Y ya que estamos todos conectados, lo que manifestamos, es también revelado al mundo. 

De una forma u otra, llegaremos de manera individual y colectiva a la realización y la perfección que están destinadas para nosotros. Si no es en esta vida, entonces será en un tiempo de vida futuro. Nuestro albedrío yace en cuál camino elegimos: El camino de la responsabilidad y la reingeniería personal, o el camino del sufri-miento. 


(KABBALAH con pequeños ajustes desde la Mirada de la Responsabilidad Extrema)

El sabio solo da amor


Dios no necesita competir. Ni deshacerse de sus rivales. Ni destruir a sus enemigos. Tampoco se preocupa por las acciones ajenas. Ya que Dios es la libertad infinita. En nosotros. Encarnamos a Dios. Porque somos sus hijos. Una parte de nosotros es divina. Y está resonando con la sabiduría infinita. Nuestro lado infinito ya es Dios. Pero nuestro ego no lo acepta ni lo quiere. Porque si lo asumimos, dejaría de existir y perdería todos sus privilegios. Sólo el ego tiene adversarios. Que le quitan el sueño. Sólo el ego se esfuerza para ser más que sus rivales. Y planea 24 hs la forma de vencerlos. Y su mayor deseo es destruirlos. Como en las guerras. Guerras de egos. No guerra de dioses. Los dioses no necesitan las guerras. Porque saben que todo es uno. Y ellos sólo disfrutan de una manifestación temporal. En la que sólo se ocupan de cristalizar todos sus deseos. Permitiendo que otros hagan, digan, crean o piensen lo que deseen. Porque los deseos de los otros son también sagrados. Y están destinados a realizarse. Y nosotros no debemos interferir. Porque hay espacio infinito. Y tiempo infinito. En el gran palacio del universo. Donde todos podemos vivir y hacer lo que nos plazca. Siempre y cuando no disminuyamos la felicidad de los otros. Pero si nos empecinamos en competir y destruir. También seremos destruidos. Por eso el sabio sólo da amor. Y a su debido tiempo tendrá una abundante cosecha.

- Martín Macedo-

Del espejo de las relaciones

DEL ESPEJO DE LAS RELACIONES
Mariposa de Luz
En las relaciones humanas
eso que hace y dice el otro
es la llave para abrir tu propia conciencia.
No se trata de ellos, sino de lo que te
ocurre a ti con eso que observas fuera.
En donde enfoques tu atención, allí
esta la pista de lo que has venido a armonizar.
Créeme, el despertar no esta lejos,
esta al alcance de tus manos,
redirige tu mirada, búscate en el reflejo
anímate a girar la llave,
el espejo son los otros.
Alejandra Baldrich

El Ego



El EGO ES EL ORIGEN DE TODOS LOS PROBLEMAS DE LA PERSONA, de todos los conflictos, las guerras, los celos, el miedo, la depresión. Sentirse fracasado, compararse continuamente con los demás hiere a todos, y hiere terriblemente, porque no se puede tener todo.
Si hay alguien más guapo que tú, te hiere; si alguien tiene más dinero que tú, te hiere; si alguien es más culto que tú, te hiere. Existen millones de cosas que pueden herirte, pero no lo sabes, esas cosas no son las que te hieren, a mí no me hieren. Te hieren a ti por tu ego.

El ego no para de temblar de puro miedo, porque sabe muy bien que es un recurso artificial creado por la sociedad para que sigas corriendo en pos de unas sombras. Este juego del ego es la política de subir cada vez más alto.

El ego y todos sus juegos... El matrimonio es uno de sus juegos, el dinero es otro de sus juegos, y también el poder. Todos son juegos del ego. Hasta ahora la sociedad no ha parado con sus juegos; es como si existieran unos Juegos Olímpicos incesantes, por todo el mundo. Todos intentan subir y todos les tiran de las piernas, porque en la cima del Everest no hay sitio para tantos.
Es una lucha a muerte, y llega a ser tan importante que acabas olvidando que ese ego te fue implantado por la sociedad, por tus profesores. ¿Qué hacen desde la guardería hasta la universidad? Fortalecer tu ego. Cuantos más títulos añaden a tu nombre, más importante te sientes.
El ego es la mayor de las mentiras, que tú has aceptado como una verdad; pero los intereses creados lo favorecen, porque si todos aceptaran la ausencia del ego, la competición olímpica que se desarrolla en el mundo entero sencillamente se paralizaría. Nadie querría subir al Everest, sino que disfrutaría del sitio donde está y se alegraría de ello.
El ego te mantiene a la espera: mañana, cuando triunfes, te alegrarás. Naturalmente, hoy tienes que sufrir, tienes que sacrificarte. Si quieres triunfar mañana, tienes que sacrificarte hoy. Has de merecerte el triunfo, y para eso haces toda clase de ejercicios. Solo es cuestión de sufrir durante algún tiempo y después te alegrarás. Pero ese mañana nunca llega. Nunca ha llegado.
Mañana simplemente significa lo que nunca llega. Supone retrasar la vida, una estrategia estupenda para seguir sufriendo.
El ego no puede sentir alegría en el presente, no puede existir en el presente; solo existe en el futuro, en el pasado, es decir, en lo que no es. El pasado ya no existe, el futuro aún no existe; ambos carecen de existencia. El ego solo puede existir con lo no existente, porque en sí mismo no existe.
En el momento puramente presente no hallarás ningún ego en tu interior, sino una alegría silenciosa, una nada silenciosa y pura.
Osho

Los cuatro aspectos del amor según el budismo.




Bondad incondicional o benevolencia.
Capacidad de dar alegría y felicidad a la persona que amas. Aprender a observar a quién amamos porque si no la comprendemos no la podremos amar. La comprensión es la esencia del amor. Dedicar tiempo a estar presente y atento y observar profundamente. A eso se le llama comprensión.
Compasión.
Deseo y capacidad de aliviar el sufrimiento de otra persona. Para conocer la naturaleza de su sufrimiento y ayudarla a cambiar, también hay que observarla profundamente. Para eso es necesaria la meditación. Meditar es observar a fondo la esencia de las cosas.
Alegría.
Si en el amor no hay alegría, no se trata de v erdadero amor. Si estamos sufriendo y llorando todo el tiempo o si se hace llorar a la persona que amamos, eso significa que no se trata de un verdadero amor, incluso puede llegar a ser lo opuesto a él. Si en la relación de pareja no hay alegría, seguro que no es un verdadero amor.
Ecuanimidad y libertad.
El verdadero amor hace alcanzar la libertad. Cuando se ama de verdad se le da al otro una absoluta libertad. Si no es así, no se trata de un verdadero amor. El otro debe sentirse libre, no solo por fuera, sino también por dentro.
Fuente: “El verdadero amor”.
Thich Nhat Hanh

Dedicado a mi alma

DEDICADO A MI ALMA

Aterrice en este plano, y empece a llorar, como si fuera la crónica de lo que aquí había venido a buscar.

Hice mi elección, fue mi decisión. Una decisión elegida, y muy anhelada para poder continuar con mi largo camino, en este, una vez más, mi viaje elegido, hacia la paz , fuera de la oscuridad.
Vine sabiendo y eligiendo, cada una de las pequeñas y grandes cosas por las que iba y voy a pasar. Elegí mi familia, mis amigos y a su vez, mis enemigos. ¿Enemigos? que cosas tiene la vida al llamarlos así.
Pues ellos son nuestros mayores maestros, de los que más aprendemos y de los que si sabemos entender nos harán ver y saber.
También los hemos elegido, uno a uno, momento a momento, dolor a dolor. Pacto tras pacto, elección tras elección, se van generando en mi plano todo lo que antes ya había calculado e intencionado.
¿Cuantas veces me lo tengo que decir? ¿Cuantas más me lo voy a repetir? Vengo a aprender, a mejorar, a trascender, a integrar, a saber, a conocer.
Todos los días de mi vida de humano, mi alma me manda justo lo que estoy requiriendo, para que me de cuenta de una vez , quien soy en realidad y el propósito adquirido por el cual hasta aquí he venido.
Me apoyare en mis pactos de almas amigas, me cobijare en el reflejo que más calor y luz me de, ya que cuanto más difícil se haga mi camino, lo que he venido a buscar, se mostrará ante mis ojos, y yo lo llamare destino.
Así pues… cada día más convencida de que …”sólo se que no se nada”. Daré las gracias a todos mis maestros en el dolor por acercarme un poco más a mi propio conoci-miento interior.
Y a mis almas amigas les agradeceré siempre, desde el amor mas profundo, en esta vida y mil mas en las que los pueda reconocer, todos los momentos de amor que compartimos y que están ahí, para ir de la mano aprendiendo a ser cada día mejores y más conscientes.
Lo que te hago me hago. Lo que veo en ti está en mi. Como es arriba es abajo, Como es adentro en afuera.
Abriendo los ojos

Lo que le dices a tu semejante, te lo dices a ti mismo


LO QUE LE DICES A TU SEMEJANTE, TE LO DICES A TI MISMO
Si cada uno de nosotros estuviésemos conscientes de que la energía liberada en cada palabra afecta no solo a quien se la dirigimos, sino también a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, comenzaríamos a cuidar más lo que decimos.
Los antiguos esenios sabían de la existencia de un enorme poder contenido en la oración, el verbo y la palabra. Los antiguos alfabetos, como el sánscrito, el arameo y el lenguaje hebreo son fuentes de poder en sí mismos. Los esenios utilizaron la energía que canaliza el lenguaje -la cual era la manifestación final del pensamiento, la emoción y el sentimiento- para manifestar en la realidad la calidad de vida que deseaban experimentar en este mundo. En las culturas del antiguo Oriente eran utilizados los mantras, los rezos, los cánticos y las plegarias con una intensión predeterminada como técnicas para materializar estados internos y programar, de una forma ignorada por nosotros en la actualidad, realidades pensadas, deseadas y afirmadas previamente.
Los estudios realizados por físicos cuánticos comienzan a redescubrir y validar el enorme conocimiento olvidado de antiguas culturas ancestrales. Un conocimiento que se encuentra aún escondido y olvidado y que nos aportaría el poder de cambiar nuestro mundo.
LAS PALABRAS PUEDEN PROGRAMAR EL ADN

La más reciente investigación científica rusa apunta a que el ADN puede ser influido y reprogramado por palabras y frecuencias, sin seccionar ni reemplazar genes individuales. Solo el 10% de nuestro ADN se utiliza para construir proteínas, y este pequeño porcentaje del total que compone el ADN es el que estudian los investigadores occidentales. El otro 90% es considerado “ADN chatarra”. Sin embargo los investigadores rusos, convencidos de que la naturaleza no es tonta, reunieron a lingüistas y genetistas -en un estudio sin precedentes-, para explorar ese 90% de “ADN chatarra”.
Los resultados arrojaron conclusiones impensadas: según los estudios, nuestro ADN no solo es el responsable de la construcción de nuestro cuerpo, sino que también sirve como almacén de información y para la comunicación a toda escala de la biología. Los lingüistas rusos descubrieron que el código genético, especialmente en el aparentemente inútil 90%, sigue las mismas reglas de todos nuestros lenguajes humanos. Compararon las reglas de sintaxis (la forma en que se colocan juntas las palabras para formar frases y oraciones), la semántica (el estudio del significado del lenguaje) y las reglas gramaticales básicas y así descubrieron que los alcalinos de nuestro ADN siguen una gramática regular y sí tienen reglas fijas, tal como nuestros idiomas.
Por lo tanto, los lenguajes humanos no aparecieron coincidentemente, sino que son un reflejo de nuestro ADN inherente. El biofísico y biólogo molecular ruso Pjotr Garjajev y sus colegas también exploraron el comportamiento vibratorio del ADN. “Los cromosomas vivos funcionan como computadoras solitónicas/holográficas usando la radiación láser del ADN endógeno”. Eso significa que uno simplemente puede usar palabras y oraciones del lenguaje humano para influir sobre el ADN o reprogramarlo.
Los maestros espirituales y religiosos de la antigüedad han sabido, desde hace miles de años, que nuestro cuerpo se puede programar por medio del lenguaje, las palabras y el pensamiento. Ahora eso se ha probado y explicado científicamente. La sorpresa mayor fue descubrir la manera en que el 90% del “ADN Chatarra” almacena la información.“Imaginemos una biblioteca que en lugar de archivar miles de libros solo guarda el alfabeto común a todos los libros, entonces, cuando uno solicita la información de un determinado libro, el alfabeto reúne todo lo contenido en sus páginas y nos lo pone a nuestra disposición”, aclaró Garjajev. Esto nos abre las puertas a un misterio aún mayor: que la verdadera “biblioteca” estaría fuera de nuestros cuerpos en algún lugar desconocido del cosmos y que el ADN estaría en comunicación permanente con este reservorio universal de conocimiento.
LA EVIDENCIA INESPERADA
El investigador Dan Winter, que desarrollara un programa de computación para estudiar las ondas sinusoidales que emite el corazón bajo respuestas emocionales, en una fase de la investigación con sus colegas, Fred Wolf y Carlos Suárez, analizó las vibraciones del lenguaje hebreo con un espectograma. Lo que descubrieron fue que los pictogramas que representan los símbolos del alfabeto hebreo se correspondían exactamente con la figura que conforma la longitud de onda del sonido de cada palabra.
Es decir que la forma de cada letra era la exacta figura que formaba dicha longitud de onda al ser vocalizada. También comprobaron que los símbolos que conforman el alfabeto son representaciones geométricas. En el caso del alfabeto hebreo, las 22 gráficos utilizados como letras son 22 nombres propios originalmente usados para designar diferentes estados o estructuras de una única energía cósmica sagrada, la cual es la esencia y semblanza de todo lo que es. El libro del Génesis está escrito en este lenguaje. Las letras de los antiguos alfabetos son formas estructuradas de energía vibracional que proyectan fuerzas propias de la estructura geométrica de la creación. De esta manera, con el lenguaje se puede tanto crear como destruir. El ser humano potencia el poder contenido en los alfabetos al sumarle el poder de su propia intención. Eso nos convierte en responsables directos de los procesos creacionales o destructivos en la vida… y con tan solo ¡la palabra!
EL PODER CURATIVO DE LA PALABRA

Existe una capacidad demostrada en la que la palabra puede afectar la programación del ADN. La salud podría conservarse indefinidamente si nos orientamos en pensamientos, sentimientos, emociones y palabras creativas y, por sobre todo, bien intencionadas. Los estudios del Instituto Heart Math nos abren un nuevo panorama hacia la curación, no solo de los humanos enfermos, sino también para la sanación planetaria. El instituto cree en la existencia de lo que ellos dieron en llamar “hipercomunicación”, una especie de red de internet bajo la cual todos los organismos vivos estarían conectados y comunicados permitiendo la existencia de la llamada “conciencia colectiva”. El Hearth Math declara que si todos los seres humanos fuéramos conscientes de la existencia de esta matriz de comunicación entre los seres vivos, y trabajáramos en la unificación de pensamientos con objetivos mancomunados, seríamos capaces de logros impensados, como la reversión repentina de procesos climáticos adversos.
El poder de los rezos, oraciones y peticiones, tal como nos lo han legado los antiguos esenios -potenciado por millares de personas-, nos otorgaría un poder que superaría al de cualquier potencia militar que quisiera imponernos su voluntad por la fuerza.
Este poder ha sido demostrado en especies animales como los delfines, que trabajan unificados en objetivos comunes. Los delfines utilizan patrones geométricos de hipercomunicación, ultrasonido y resonancias que les sirven para interactuar con las grillas energéticas del planeta. Estos animales poseen la capacidad de producir estructuras sónicas geométricas y armónicas bajo el agua. Podríamos afirmar que los delfines ayudan más a mantener el equilibrio planetario de lo que lo hacen los humanos. Si Dios nos otorgó el poder, significa que quiere que nosotros, una vez alcanzado un nivel de conciencia determinado, ayudemos con respeto a la
vida a ser co-creadores de su obra.

- Brad Hunter-

La espiritualidad

El primer fundamento de la vida es meditación. Todo lo demás es secundario. Meditación es encontrar la Luz, el Amor, La Paz, la Dicha, la Verdad: es encontrar a Dios, Meditación es Amar, Dar y aprender a Fluir y Soltar,

La vida es búsqueda. No un deseo, sino una búsqueda; no una ambición de convertirse en esto o en lo otro, sino una búsqueda para descubrir: "¿Quién soy yo?", Y meditación es terminar con la búsqueda 

La vida deberá ser una continua celebración, un festival de luces durante todo el año. Sólo entonces puedes crecer, puedes florecer. Transforma las cosas pequeñas en celebración. Entonces sobrevendrá la dicha. 

La vida no es una cárcel, no es un castigo. Es una recompensa y es dada sólo a aquellos que se la han ganado, a aquellos que se la merecen. Ahora tienes el derecho de disfrutar. Sería un pecado si no disfrutas.

Disfruta de lo que haces. Disfruta de tus éxitos y de lo crees que son fracasos. Irías en contra de la existencia si no la embelleces, si la dejas simplemente como la encontraste. No, déjala un poco más feliz, más hermosa, más fragante.

La vida consiste en explorar, en ir hacia lo desconocido, en alcanzar las estrellas! Sé valiente y sacrifica todo por la vida; nada vale más que ella. No sacrifiques tu vida por pequeñas cosas: dinero, seguridad, estabilidad. Nada de ello tiene valor. Viviendo tu propia vida tan totalmente como sea posible, entonces, la alegría llega. Solamente entonces es posible una desbordante dicha . Aquellos que quieren vivir realmente requieren afrontar muchos riesgos. Requieren adentrarse más y más en lo desconocido. Requieren aprender una de las lecciones más fundamentales: que no existe hogar, que la vida es un peregrinaje sin principio ni fin. 

Sí, hay lugares donde puedes descansar, pero son simplemente para pasar la noche y a la mañana siguiente te tienes que ir de nuevo. La vida es un continuo movimiento, nunca se llega a ningún final.Y, como nos continúa diciéndonos nuestro querido hermano y amigo Osho, "conviértete en un Zorba", en una flor de esta tierra y a través de ella logra la capacidad de llegar a ser un Buda, la flor del otro mundo. 

El otro mundo no está separado de éste; el otro mundo no está en contra de éste. El otro mundo está escondido en éste. Este es sólo una manifestación del otro y el otro es la parte no manifiesta de éste.

-Mario Melo-

martes, 15 de agosto de 2017

Yo soy tu síntoma

La enfermedad, “eres tú”, “es tu estilo de vida”, “son tus emociones contenidas”, eso sí es la enfermedad.

Hola, tengo muchos nombres: dolor de rodilla, grano, dolor de estómago, reumatismo, asma, mucosidad, gripe, dolor de espalda, ciática, cáncer, depresión, migraña, tos, gripe, dolor de garganta, insuficiencia renal,diabetes, hemorroides, y la lista sigue y sigue. Me he ofrecido como voluntario para el peor trabajo posible: ser el portador de noticias poco gratas para ti.
Tú no me comprendes, nadie me comprende. Tú piensas que quiero fastidiarte, echar a perder tus planes de vida, todos piensan que quiero entorpecerles, hacerles daño o limitarles. Y no, eso sería un completo disparate. Yo, el síntoma, simplemente intento hablarte en un lenguaje que comprendas. Que entiendas.
A ver, dime algo, ¿tú irías a negociar con terroristas, tocando a su puerta con una flor en la mano y una camiseta con el símbolo de “paz” impreso en la espalda? ¿No verdad?.
Entonces, por qué no comprendes que yo, el síntoma, no puedo ser “sutil” y “suavecito” cuando debo darte el mensaje. Me golpeas, me odias, con todo el mundo te quejas de mi, de mi presencia en tu cuerpo, pero no te tomas ni un segundo en razonar y tratar de comprender el motivo de mi presencia en tu cuerpo.
Sólo te escucho decirme: “Cállate”, “vete”, “te odio”, “maldita la hora en que apareciste”, y mil frases que me hacen impotente para hacerte comprender. Pero yo debo mantenerme firme y constante, porque debo hacerte entender el mensaje.
¿Qué haces tú? Me mandas a dormir con medicinas. Me mandas callar con tranquilizantes, me suplicas desaparecer con antiinflamatorios, me quieres borrar con quimioterapias. Intentas días con día, taparme, sellarme, callarme. Y me sorprende ver que a veces, hasta prefieres consultar brujas y adivinos para que de forma “mágica” yo me vaya de tu cuerpo.
Y yo, cuando mi única intención es darte un mensaje, soy totalmente ignorado.
Imagínate que soy esa alarma con sirena en el Titanic, esa que intenta de mil formas decirte que de frente hay un Iceberg con el que vas chocar y hundirte. Sueno y sueno por horas, por días, por semanas, por meses, por años, intentando salvar tu vida, y tú te quejas porque no te dejo dormir, porque no te dejo caminar, porque no te dejo trabajar, pero sigues sin escucharme…
¿Vas comprendiendo??.
Para ti, yo el síntoma, soy “La Enfermedad”.
Qué cosa más absurda.
No confundas las cosas.
Y vas al médico, y pagas por docenas de consultas médicas.
Gastas dinero que no tienes en medicamento tras medicamento. Y sólo para callarme.
Yo no soy la enfermedad, soy el síntoma.
¿Por qué me callas, cuando soy la única alarma que está intentando salvarte?.
La enfermedad, “eres tú”, “es tu estilo de vida”, “son tus emociones contenidas”, eso sí es la enfermedad.
Y ningún médico aquí en el planeta tierra, sabe cómo combatir enfermedades.
Lo único que hacen es combatirme, combatir el síntoma. Callarme, silenciarme, desaparecerme. Ponerme un maquillaje invisible para que tú no me veas.
Y sí, está bien si ahora que lees esto, te sientes un poco molesto sí.
Esto debe ser algo como un “golpazo a tu inteligencia”.
Está bien si por ahora te sientes un poco molesto o frustrado.
Pero yo puedo manejar tus procesos bastante bien y los entiendo. De hecho, es parte de mi trabajo, no te preocupes. La buena noticia es que depende de ti no necesitarme más. Depende totalmente de ti, analizar lo que trato de decirte, lo que trato de prevenir.
Cuando yo, “el síntoma”, aparezco en tu vida, no es para saludarte, no. Es para avisarte que una emoción que contuviste dentro de tu cuerpo, debe ser analizada y resuelta para no enfermarte.
Deberías darte la oportunidad de preguntarte a ti mismo: “por qué apareció este síntoma en mi vida”, “qué querrá decirme”?.¿Por qué está apareciendo este síntoma ahora?.
¿Qué debo cambiar en mí para ya no necesitar de este síntoma?.
Si dejas este trabajo de investigación, sólo a tu mente, la respuesta no te llevará más allá de lo que has hecho años atrás. Debes consultar también con tu inconsciente, con tu corazón, con tus emociones.
Por favor, cuando yo aparezca en tu cuerpo, antes de correr al doctor para que me duerma, analiza lo que trato de decirte, de verdad que por una vez en la vida, me gustaría ser reconocido por mi trabajo, por mi excelente trabajo. Y cuanto más rápido tomes conCiencia del por qué de mi aparición en tu cuerpo, más rápido me iré.
Poco a poco descubrirás, que cuanto mejor investigador seas, menos veces vendré a visitarte.
Y te aseguro que llegará el día en que no me vuelvas a ver ni a sentir.
Al mismo tiempo que logres ese equilibrio y perfección como “analizador” de tu vida, tus emociones, tus reacciones, tu coherencia, te garantizo que jamás volverás a consultar a un médico ni a comprar medicinas.
Por favor, déjame sin trabajo.
¿O piensas de verdad que yo disfruto lo que hago?.
Te invito a que reflexiones, cada que me veas aparecer, el motivo de mi visita.
Te invito, a que dejes de presumirme con tus amigos y familia
como si yo fuera un trofeo.
Estoy harto de que digas:
“Ay pues yo sigo con mi diabetes, ya ves que soy diabético”.
“Ay pues ya no aguanto el dolor en mis rodillas, ya no puedo caminar”.
“Siempre yo con mi migrañas”.
Me presumes como si yo fuera un tesoro del cual no piensas desprenderte jamás.
Mi trabajo es vergonzoso.
Y te debería dar vergüenza presumirme ante los demás.
Cada vez que me presumes, realmente estás diciendo: “Miren que débil soy, no soy capaz de analizar ni comprender mi propio cuerpo y mis propias emociones, no vivo en coherencia, mírenme, mírenme!!!!”.
Por favor, haz conCiencia, reflexiona, actúa….
Cuanto más pronto lo hagas, más rápido me iré de tu vida!
Atte,
El síntoma.

El Poder Infinito no requiere hacer sacrificios.

Se nos ha dicho una y otra vez.
Que nada se consigue sin esfuerzo.
Que nada llega sin trabajo duro y sostenido.
"No hay ganancia sin dolor" reza una frase inglesa.
Entonces se convierte en creencia.
Y cuando muchos lo creen.
Se convierte en Ley.
Se pueden alcanzar muchas cosas a través del esfuerzo.
Pero no es una ley absoluta.
Porque hay algunos que se esfuerzan mucho y consiguen poco.
Y otros que se esfuerzan poco y consiguen mucho.
Muchos jóvenes desean ser estrellas del deporte.
Se esfuerzan mucho pero unos pocos llegan.
O intentan triunfar en la música.
Y a pesar de su dedicación no consiguen tener éxito.
Muchos hacen grandes sacrificios para alcanzar el éxito económico y no lo consiguen.
Entonces lo atribuyen a la suerte.
El hemisferio izquierdo siempre quiere explicarlo todo desde la lógica.
Cuando era muy joven leía a veces a algunos autores del poder mental que sostenían abiertamente que no era necesario el esfuerzo para triunfar.
Y me enfurecía esa forma de razonar.
Me parecía que estaban engañando a sus lectores.
Ofreciendo caminos fáciles para aumentar las ventas de sus libros.
Pero hoy en día me he convencido de que por el camino del esfuerzo no se llega lejos.
¿Quién se esfuerza?
¿Dios se esfuerza?
¿Los genios se esfuerzan?
Sólo los hombres corrientes se esfuerzan.
Porque son limitados.
Seres temporales que deben ganar el pan con dolor.
Y así lo hemos creído gracias a las tradiciones religiosas.
Desde la perspectiva del yo físico el esfuerzo es necesario.
Pero desde la perspectiva del yo infinito, de la divinidad que somos, de la grandeza absoluta que corre por nuestras venas.
Somos pura inteligencia infinita.
No podemos dejar de serlo aunque lo neguemos.
Nuestro corazón continuará latiendo con voluntad y perfección infinitas aunque lo neguemos.
Una parte nuestra seguirá siendo infinita aunque la ignoremos.
Cuando vivimos nuestra vida desde ese lado.
No es necesario un gasto de fuerza.
Simplemente porque somos la misma fuerza infinita.
Y la fuerza infinita no se gasta ni se agota.
Sólo es necesario orientar la boca del cañón hacia el sitio donde se encuentra nuestro objetivo.
Y liberar una gran cantidad de poder creador tanto tiempo como sea necesario.
No hay prisa porque tenemos energía infinita y tiempo infinito.
Sólo hay que definir con absoluta claridad lo que deseamos.
Y orientar hacia allí toda la voluntad, toda la pasión y toda la atención con la convicción de que trabajamos junto a un poder ilimitado.
Entonces en vez de esfuerzo.
Habrá enfoque, voluntad y pasión.
Desde un lugar donde las grandes mentes.
Sólo visualizan las cosas eternas.
Las cosas más bellas.
Porque el Poder Infinito no necesita hacer sacrificios.
Porque obtiene todo instantáneamente.
Y lo celebra aunque temporalmente no lo vea en el mundo de las formas.
Porque comprende los procesos visibles e invisibles.


- Martín Macedo-

lunes, 14 de agosto de 2017

Cualquiera te acelera el corazón, pero no cualquiera te hace vibrar el alma

Afortunado aquel que haya podido experimentar la lluvia de sensaciones y emociones que se sienten con el simple hecho de pensar en el ser amado. Indiscutiblemente resulta muy placentero cuando con un mensaje al oído la piel se eriza y se acelera el corazón, pero esto queda corto y pequeño comparado a la sensación de que alguien haga vibrar nuestra alma.
Acariciar el alma va más allá de un aspecto físico en la relación, va más allá de lo evidente, es un proceso que se lleva a cabo desde la profundidad del ser, cuando se produce una conexión emocional que supera en intensidad a lo que sentimos a través de cualquier encuentro físico.
Vamos por la vida conociendo a muchas personas, unas nos gustan más que otras, unas nos brindan cosas que otras no, a algunas les damos una parte de nuestro ser mientras, pero todo eso se ve tan pequeño cuando en realidad nos topamos con esa persona que nos hace vibrar el ama, con quien sentimos una conexión que va más allá de lo conocido, que trasciende los espacios, que nos hace pensar que todo lo vivido anteriormente fue un demo en cuanto al amor se refiere.
A esta persona la apreciamos más allá de lo físico, nos despierta los sentimientos más profundos, con ella nuestros instrumentos de medición cambian sus escalas de medición para adatarse a lo que sentimos. Es fascinante como luego de conocer a esa persona nada vuelve a ser como antes, nuestra vida queda con una especie de tatuaje en el corazón y se fomenta un sentido de pertenencia y de permanencia que hace que todo lo demás carezca de sentido.
Sabemos que nadie es perfecto, pero también sabemos que hemos encontrado a la persona que hace perfecta nuestra vida, que aun respetando nuestros espacios, nuestra independencia, nuestros proyectos individuales, somos uno, que nos conocemos como si la eternidad se hubiese encargado de cruzarnos una y otra vez, para amarnos una y otra vez.
Nuestras hormonas bañan nuestros espacios físicos, mientras nos deleitamos con la energía que fluye en nuestro ser, esa energía que nos aclara que todo está bien, que la admiración, que el amor, que las ganas, que la complicidad, que la amistad están perfectamente acopladas con la del otro.
En estas uniones las distancias físicas pierden importancia, la conexión va más allá, no hay ningún miedo a perder al ser amado, porque se sabe que no sería una pérdida, se sabe que será una pausa porque en definitiva están conectados a través de algo que no conoce de tiempo, ni de distancias, ni de separaciones, se saben uno viajando y encontrándose a lo largo de sus vidas, que van más allá de lo que sabemos manejar.

Haz lo que quieras hacer y nunca pidas reconoci-miento

"Se debe recordar que la necesidad de aprobación y de reconoci-­miento es una cuestión que atañe a todo el mundo. La estructura de nuestra vida es tal que se nos enseña que a menos que tengamos el reco­noci-miento de alguien, no valemos nada. Lo importante no es el trabajo, sino el reconoci-miento. Y esto es poner las cosas al revés. El trabajo debería ser importante, una alegría en sí mismo. Deberías trabajar no para ser reconocido, sino porque te gusta ser creativo; deberías amar el trabajo por sí mismo.

Ha habido muy poca gente que haya podido escapar de la trampa en la que te pone la sociedad, como Vincent Van Gogh. Él continuó pin­tando -estaba hambriento, sin casa, sin ropa, sin medicinas, enfermo- ­pero siguió pintando. No se vendía ni uno de sus cuadros, no recibía ningún reconoci-miento de nadie, pero lo extraño es que en estas condi­ciones seguía siendo feliz, feliz porque podía pintar lo que quería. Con reconoci-miento o sin él, su trabajo tiene un valor intrínseco.

A la edad de treinta y tres años se suicidó; no por miseria o angus­tia, no, simplemente porque ya había pintado su último cuadro en el que había estado trabajando durante casi un año, un atardecer. Lo intentó docenas de veces, pero como los intentos no cumplían con su nivel de exigencia, los deshacía. Por fin consiguió pintar el atardecer tal como lo quería.

Se suicidó dejando una carta a su hermano que decía: «No me sui­cido por desesperación. Me suicido porque ahora no tiene sentido vivir; mi trabajo está acabado. Además, me ha resultado difícil ganarme la vida, pero seguía adelante porque tenía trabajo que hacer, un potencial en mí tenía que realizarse. Ha florecido, ahora ya no tiene sentido vivir como un mendigo.

«Hasta ahora no lo había pensado, ni siquiera lo había visto. Pero ahora es lo único que veo. He florecido hasta el máximo, estoy pleno. Ahora seguir adelante, buscando formas de ganarme la vida, me parece estúpido. ¿Para qué? Por tanto, en mi opinión, no es un suicidio, sino que he llegado a la plenitud, a un punto y aparte, y dejo el mundo alegremente. He vivido alegremente y alegremente dejo el mundo».

Ahora, casi un siglo después de su muerte, cada uno de sus cuadros vale millones de dólares. Sólo hay doscientos cuadros disponibles. Debe haber pintado miles, pero se han perdido; nadie se preocupó por ellos.

Si tienes un cuadro de Van Gogh significa que tienes sentido de la estética. Sus cuadros te dan reconoci-miento. El mundo nunca reconoció su trabajo, pero no le importaba. Esta debería ser la forma de mirar las cosas.

Trabajas si te gusta. No pidas reconoci-miento. Si viene, tómalo con soltura; si no viene, no pienses en ello. Tu realización debería estar en el trabajo mismo. Y si todo el mundo aprendiera este simple arte de amar su trabajo, sea el que sea, disfrutándolo sin pedir reconoci-miento, tendríamos un mundo más hermoso y festivo.

Lo que se genera en el mundo te ha atrapado en un patrón miserable.

Lo que haces no es bueno porque te gusta ni porque lo haces per­fectamente, sino porque el mundo lo reconoce, lo premia, te da meda­llas de otro, premios Nóbel.

Se han llevado todo el valor intrínseco de la creatividad y han destruido a millones de personas porque no se pueden dar millones de premios Nóbel. Y el deseo de reconoci-miento ha surgido en cada persona, por lo que nadie puede trabajar pacíficamente, en silencio, disfrutando de lo que hace.

Y la vida está hecha de pequeñas cosas. Cosas pequeñas por las que no hay recompensa, por las que los gobiernos no dan títulos ni las uni­versidades dan premios honoríficos.

Uno de los grandes poetas de este siglo, Rabindranath Tagore, vivió en Bengala, India. Publicó su poesía y sus novelas en bengalí, pero no obtuvo ningún reconoci-miento. Después tradujo un pequeño libro, Gitanjali, Ofreci-miento de Canciones, al inglés. Era consciente de que el original tenía una belleza que la traducción no tenía ni podía tener, porque estas dos lenguas, el bengalí y el inglés, tienen estructuras diferen­tes, diferentes formas de expresión.

El bengalí es muy dulce. Aunque estés luchando, parecerá que estás sosteniendo una agradable conversación. Es muy musical; cada palabra es musical. Esta cualidad no se encuentra en el inglés y no puede ser aña­dida; el inglés tiene otras cualidades. Pero de alguna forma se las arregló para traducirlo, y la traducción -que es pobre en comparación con el original- recibió el premio Nóbel. Entonces, de repente, toda India se dio cuenta... El libro había estado a la venta en bengalí, en otras lenguas indias, durante años, y nadie le había prestado atención. Todas las uni­versidades querían darle un doctorado en literatura.

Calcuta, la ciudad donde vivía, obviamente fue la primera en ofre­cerle un título honorífico. Él lo rechazó diciendo: «No me estáis dando un título a mí, no estáis reconociendo mi trabajo, estáis reconociendo el premio Nóbel, porque el libro ha estado aquí en una modalidad mucho más hermosa y nadie se ha molestado ni en emitir una valoración».

Se negó a recibir ningún título honorífico diciendo: «Para mí es un insulto» .

Jean-Paul Sartre, uno de los grandes novelistas y un hombre que comprendía profundamente la psicología humana, rechazó el premio Nóbel. Dijo: «He recibido recompensa suficiente mientras creaba mi trabajo. El premio Nóbel no añade nada más, de hecho, es algo que me tira para abajo. Es bueno para los aficionados que buscan reconoci­miento; yo soy bastante viejo y he disfrutado suficiente. He disfrutado de todo lo que he hecho. Ha sido su propio premio, y no quiero ningu­na otra recompensa, porque nada puede ser mejor que lo que ya he reci­bido». Y estaba en lo correcto. Pero, en el mundo, la gente que está en lo correcto es muy poca: el mundo está lleno de gente equivocada y metida en trampas.

¿Por qué deberías preocuparte por el reconoci-miento? Preocuparte por el reconoci-miento sólo tiene sentido si no te gusta tu trabajo; enton­ces tienes sentido, entonces parece un buen sustituto. Detestas el traba­jo, no te gusta, pero lo haces porque recibirás reconoci-miento; serás apreciado, aceptado. En lugar de pensar en el reconoci-miento, reconsi­dera tu trabajo. ¿Te encanta? Si es así, esa es la finalidad del trabajo. Y si no te gusta, ¡entonces cámbialo!.

Los padres, los profesores, siempre insisten en que deberías recibir reconoci-miento, deberías ser aceptado. Esta es una estrategia muy arte­ra para mantener a la gente bajo control.

En la universidad me decían una y otra vez: «Deberías dejar de hacer esas cosas... sigues planteando preguntas que sabes perfectamen­te que no pueden ser respondidas y que hacen que el profesor se sienta avergonzado. Tendrás que dejar de hacerlo, si no esta gente se tomará la revancha. Tienen el poder, ¡pueden suspenderte!".

Yo dije: «No me importa. Ahora mismo disfruto de las preguntas que planteo y de hacerles sentirse ignorantes. No tienen el coraje de decir simplemente: No lo sé». Si lo hicieran no se sentirían avergonza­dos. Pero aparentan saberlo todo. Disfruto haciéndolo; mi inteligencia se agudiza. ¿A quién le importan los exámenes? Sólo pueden suspen­derme si me presento a los exámenes, pero ¿quién se va a presentar? Si tienen la idea de que pueden suspenderme, no me presentaré a los exá­menes y me quedaré en la misma clase. ¡Tendrán que aprobarme por miedo a tener que enfrentarse conmigo un año más!».

Todos me aprobaron y me ayudaron a aprobar para librarse de mí. En su opinión estaba echando a perder a los demás estudiantes porque ellos también empezaron a plantear preguntas sobre cosas que se habí­an aceptado durante siglos sin el menor cuestionamiento.

Mientras enseñaba en la universidad, me ocurrió lo mismo pero desde un ángulo diferente. Ahora yo planteaba preguntas a los estu­diantes para llamar su atención sobre el hecho de que todos los conoci­-mientos que habían reunido eran prestados y que no sabían nada. Les dije que no me importaban sus títulos, sino que me importaba su autén­tica experiencia, y que no tenían ninguna. Simplemente repetían libros anticuados, que hacía mucho tiempo se había demostrado que estaban equivocados. Entonces las autoridades universitarias empezaron a amenazarme: «Si sigues así, acosando a los estudiantes, te echaremos de la universidad» .

Yo dije: «¡Qué extraño! ¡Cuando era estudiante no podía hacer preguntas a los profesores; ahora que soy profesor no puedo hacer pre­guntas a los alumnos! ¿Qué función cumple esta universidad? Debería ser un lugar en el que se planteen preguntas, en el que se comiencen investigaciones. Las respuestas no tienen que hallarse en los libros, sino en la vida y en la existencia».

Les dije: .«Podéis expulsarme de la universidad, pero recordad, estos mismos estudiantes por los que me estáis expulsando, quemarán la universidad». Dije al vicecanciller: «Deberías venir a ver mi clase».

No podía creérselo: en mi clase había por lo menos doscientos estu­diantes... y como no quedaba espacio, se sentaban en cualquier lugar que encontraban: en las ventanas, en el suelo. Él dijo: «¿Qué ha pasa­do?, sólo tenías diez alumnos».

Le respondí: «Esta gente viene de oyente. Han dejado sus clases porque les encanta estar aquí. Esta clase es un diálogo. Yo no soy supe­rior a ellos, y no puedo negar a nadie la asistencia a mi clase. No impor­ta que sean alumnos míos o no; si alguien viene a escucharme, es alum­no mío. De hecho deberías permitirme usar el auditorium. Las clases son demasiado pequeñas para mí».

Él dijo: «¿Auditorium? ¿Te refieres a que toda la universidad se reúna en el auditorium? Entonces, ¿qué harán los demás profesores?».

Yo dije:, «Eso que lo piensen ellos. ¡Por mí pueden colgarse! Deberían haberlo hecho hace tiempo. Ver que sus alumnos no van a escucharles debería haber sido indicación suficiente».

Los profesores estaban indignados, las autoridades universitarias también, finalmente tuvieron que darme el auditorium porque los alumnos les obligaron, pero con muchos recelos. Y dijeron: «¿Qué extraño, por qué asisten a su clase todos los estudiantes que no tienen relación con los estudios de filosofía, religión o psicología?».

Muchos estudiantes dijeron al vicecanciller: «Nos encanta. No sabí­amos que la filosofía, la religión y la psicología pudieran ser tan intere­santes, tan intrigantes; si lo hubiéramos sabido habríamos elegido esas asignaturas. Pensábamos que eran asignaturas áridas; que sólo interesa­ban a los empollones. Nunca habíamos visto a la gente jugosa apuntar­se a ellas. 

Pero este hombre ha hecho que estos temas sean tan signifi­cativos que no nos importa suspender nuestras propias asignaturas. Lo que estamos haciendo es tan correcto en sí mismo, y estamos tan claros con ello, que ni nos planteamos cambiarlo».

En contra del reconoci-miento, en contra de la aceptación, en con­tra de los títulos... pero finalmente tuve que irme de la universidad, no por los estudiantes, sino porque reconocí que si podía ayudar a miles de estudiantes, era un pérdida de tiempo quedarme. Puedo ayudar a millo­nes de personas afuera, en el mundo. ¿Por qué debería seguir vinculado con una pequeña universidad? Mi universidad puede ser el mundo.

Y puedes verlo: he sido condenado.Ese es el único reconoci-miento que he recibido.

Se me ha tergiversado de todas las formas posibles. Se ha dicho contra mí todo lo que se puede decir en contra de un hombre y todo lo que se puede hacer en contra de un hombre se ha hecho contra mi. ¿Crees que eso es reconocimiento? Pero amo mi trabajo. Lo amo tanto que ni siquiera lo llamo trabajo; simplemente es mi alegría.

Y todos los que eran mayores que yo y reconocidos, me decían: «Lo que estás haciendo no te va a dar ninguna respetabilidad, en el mundo».

Pero yo dije: «Nunca la he pedido y no sé lo que haría con mi respetabilidad. No puedo comérmela, no puedo beberla».

Aprende una cosa básica: haz lo que quieras hacer, lo que te encan­te hacer y nunca pidas reconoci-miento. Eso es mendigar. ¿Por qué debe­ría uno pedir reconoci-miento? ¿Por qué debería uno desear la aceptación?

Echa una mirada a lo más profundo de ti. Quizá no te guste lo que estás haciendo, quizá tengas miedo de estar yendo por una pista equivocada; la aceptación te ayudará a sentir que estás en lo correcto. El reconoci-miento te hará sentir que vas hacia el objetivo correcto.

La cuestión reside en tus propios senti-mientos íntimos; no tiene nada que ver con el mundo externo. ¿Por qué depender de los demás? Todas estas cosas dependen de los demás; tú mismo te estás haciendo dependiente.

No aceptaré ningún premio Nóbel. Para mí son más valiosas las condenas de todas las naciones del mundo, de todas las religiones. Aceptar el premio Nóbel significaría hacerme dependiente; no estaría orgulloso de mí, sino del premio Nóbel. Ahora mismo sólo puedo estar orgulloso de mí; no hay nada más de lo que pueda estar orgulloso.

De esta forma te conviertes en un individuo. Y ser un individuo viviendo en completa libertad, asentado en tus propios pies, bebiendo de tus propias fuentes, es lo que hace que un hombre esté realmente centrado, enraizado. Éste es el principio del floreci-miento último.

Las personas supuestamente reconocidas, las personas que reciben honores, están llenas de basura y nada más. Pero están llenas de la basura que la sociedad desea, y la sociedad les recompensa dándoles premios.

Cualquier hombre que tenga un sentido de su propia individuali­dad vive por su propio amor, de su propio trabajo, sin que le importe en absoluto lo que piensen los demás. 

Cuanto más valioso sea tu trabajo, menos probable será que obtengas de él alguna respetabilidad. Y si tu trabajo es el trabajo de un genio, entonces no vas a recibir respetabilidad en toda tu vida. Serás condenado mientras vivas... y después, dentro de dos o tres siglos, te dedicarán estatuas, tus libros serán res­petados, porque a la humanidad le cuesta dos o tres siglos llegar al nivel de inteligencia que el genio tiene actualmente. La distancia es muy grande.

Para ser respetado por los idiotas tienes que comportarte de acuer­do a sus modales, a sus expectativas. Para ser respetado por la humani­dad enferma tienes que estar más enfermo que ellos. Entonces te respe­tarán. ¿Pero qué obtendrás? Perderás tu alma y no habrás ganado nada".

Osho