martes, 6 de febrero de 2018

Todos somos constructores.


Todos somos constructores.
Hemos venido a construir con nuestras manos y nuestro corazón.
Lo que nos hace grandes no es el tamaño de nuestros cuerpos sino el tamaño de nuestro ideal.
Nuestro cuerpo es la herramienta para construir.
La herramienta es fundamental, de su estado depende en gran parte el éxito de nuestra empresa.
Un futbolista hallará muy difícil hacer goles si su calzado está en malas condiciones.
Un cirujano tendrá problemas para operar con éxito si su bisturí está desafilado u oxidado.
Podrá hacer el intento, pero por más que lo intente tendrá grandes dificultades para materializar lo que tiene en mente.
Nada es imposible, puede que si hace acopio de una tremenda determinación pueda operar con un bisturí desafilado o el futbolista anotar goles con el botín dañado o con una pierna ortopédica.
Las herramientas del constructor deben ser de máxima calidad.
Un estudiante médico puede llegar a sentir una gran autoconfianza si sus padres le regalan una caja equipada con el instrumental quirúrgico más avanzado del mercado.
Estará inclinado a creer que su éxito está casi garantizado al tener esa caja de instrumentos de tanta calidad.
Un joven futbolista sentirá una gran satisfacción si le dan un equipo deportivo y calzado de primer nivel similar al de las estrellas del mundo del deporte profesional.
Las prendas más caras y un balón de máxima calidad.
Y se pondrá las prendas y se mirará al espejo con un gran orgullo y sentirá que está destinado a ser una estrella.
Así le ocurre a algunas personas que nacen con un cuerpo de proporciones ideales, con una genética de gran calidad.
Un cuerpo hermoso y proporcionado.
Fuerte y flexible.
Sentirá un gran orgullo por tener un cuerpo así, cuando la gran mayoría de las personas no han sido tan afortunadas.
Comprenderá su gran ventaja, su evidente superioridad.
Y se mirará al espejo como el joven futbolista y sentirá que con ese magnífico cuerpo y estética está casi cantado que está destinado/a a la gloria.
Pero es un engaño.
Porque el cuerpo es sólo el instrumento.
Si tenemos esa suerte, el proceso de construir nuestro ideal será enormemente facilitado.
Pero no es suficiente con el instrumental aunque éste sea de máxima calidad y belleza.
Los goles no los hacen los botines ni los mejores ladrillos de construcción se apilan solos.
La grandeza no se ve, porque la grandeza es espiritual.
Es la gran idea que hace al gran hombre y no al revés.
Pero como lo que todos ven es la herramienta.
Se tiende a caer en la ilusión de que lo visible es superior a lo invisible.
Y en base a esa ilusión se clasifican a las personas en fuertes y débiles, atractivas y feas, olvidando que la mayor belleza y la mayor inteligencia está oculta bajo la fachada de la belleza de las formas.

- Martín Macedo-

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