Cuando llega fin de año las personas cumplen todo tipo de rituales buscando tener ese año un "buen" año.
Durante todo el año millones acuden a templos buscando deidades que los ayuden a cumplir sus anhelos, sus sueños, sus deseos.
Otros incluso llegan a hacer pactos con fuerzas oscuras porque están dispuestos a todo para lograr que se cumplan sus expectativas.
Algunos quieren conseguir un empleo.
Otros una pareja.
Otros quieren tener hijos hermosos y sanos.
Otros una casa, un coche, unas vacaciones en una isla tropical.
Hay tantos seres llenos de deseos insatisfechos.
Hacen todo tipo de sacrificios, promesas y hasta mutilaciones físicas para obtener aquello que tanto quieren y que les es esquivo.
En la India los faquires hacen horribles prácticas para ganar el favor de las deidades.
Soportan lo insoportable para que Dios se fije en ellos y atienda a sus peticiones.
Es como un niño que frustrado porque no le compran su juguete hace una pataleta para presionar a sus padres a que corran a complacer su deseo.
No es posible presionar a Dios.
Porque Dios es amor infinito y el amor infinito concede todos los deseos a la velocidad de la luz.
Pero nuestro ego no puede verlo así.
Entonces exige, insiste, presiona, obliga a que la "realidad" se adapte a sus expectativas.
El ego no puede ver la unidad.
Sólo ve la separación, de lo contrario su existencia carecería de sentido.
El ego existe sólo mientras dure la ilusión de la separación.
Cuando comprendemos la gran unidad, surge la fe, la certeza absoluta de que lo que verdaderamente deseamos viene inevitablemente hacia nuestra experiencia.
Sabemos que viene, como sabemos que la semilla que hemos plantado está germinando bajo tierra donde los ojos no pueden ver ni las manos tocar.
Cuando tengamos esa fe, esa poderosa comprensión podremos ordenarle a la montaña que se lance al mar y se lanzará.
La naturaleza del deseo implica su pronta manifestación.
Pero las creencias limitantes crean un descomunal bloqueo, un atasco como en los peores días en las grandes ciudades.
Pero practicando meditación diariamente y sin excusas poco a poco levantaremos barreras que nuestra mente ha acumulado durante muchas vidas.
Entonces podremos experimentar la salud infinita al igual que los animales salvajes que no tienen esas barreras porque su mentalidad es simple y sana.
-Martín Macedo-
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