Lo más grande ha venido a habitar en lo más pequeño.
Buscando expresarse en el mundo de las formas.
La pequeñez del cuerpo es absolutamente necesaria para que las cualidades infinitas puedan manifestarse en este nivel material.
Es el mayor de los milagros.
Es la felicidad suprema.
Lo más grande necesita a lo más pequeño para ser verdaderamente grande.
Lo más pequeño se agiganta al permitir que lo infinito se exprese en su efímera forma.
La belleza infinita busca expresarse en tu cuerpo.
La salud infinita quiere brillar en tu forma física.
La sabiduría necesita una lengua para ser reconocida.
La habilidad infinita necesita unas manos para mostrar lo que puede hacer.
Permitamos que nuestro cuerpo sea el asiento de las cualidades infinitas.
Permitamos que la inteligencia infinita use nuestra estructura física para que lo más sublime del universo pueda ser mostrado al mundo.
Sólo hay que permitirlo.
Pero no es obligatorio.
Algunos le temen a la grandeza y prefieren ir por el mundo en calidad de espectadores.
Todavía no están listos para brillar como las estrellas.
Lo infinito siempre estará buscando dónde expresarse y tocará en las puertas de tu corazón y solicitará autorización.
Pero no es suficiente con dar el visto bueno.
Con decir: "adelante muestra todo lo que tienes a través de mi pequeño yo".
Para que las maravillas del universo se expresen plenamente en nuestra forma física se necesita una óptima nutrición.
¿Acaso la habilidad infinita de puede expresarse en un cuerpo lánguido y desnutrido?
¿La fuerza infinita puede mostrar prodigios físicos en un cuerpo anémico?
¿La pasión infinita amar en un corazón con un marcapasos?
La voz de los ángeles no puede cantar si las cuerdas vocales están inflamadas y llenas de mocos.
Para que lo infinito habite en nuestra forma finita.
Crearemos una gran condición física.
Con una nutrición de gran calidad y excelencia.
Y un nivel óptimo de acondicionamiento físico.
Y es el mayor honor.
Y el más grande deleite.
Preparar el templo.
Para cuando llegue el tiempo de brillar lo hagamos como mil soles de primera magnitud.
- Martín Macedo-
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