viernes, 5 de enero de 2018

La proteína animal

Nuestra civilización está muy adelantada tecnológicamente.
Los avances son enormes.
Tenemos máquinas maravillosas que hacen casi de todo.
Los progresos en telecomunicaciones.
Los logros en materia informática.
La velocidad y diversidad de los medios de transporte.
Han creado facilidades enormes.
Sin embargo estamos muy atrasados espiritualmente.
Cada día en las grandes ciudades se matan a millones de animales inocentes para que una multitud de hombres y mujeres disfruten de comer sus carnes y órganos.
No hay ninguna necesidad ni se requiere hacerlo.
Pero se justifica toda esa matanza en nombre de la ciencia y la vitamina B12.
La creencia en la B12 justifica todo ese aparato de carnicería diaria desde hace cientos de años.
Es sólo una idea.
Una idea muy poderosa que mueve afiladas cuchillas que hacen derramar ríos de sangre en los mataderos bien ocultos de las miradas del público.
En un mundo superpoblado como nunca en la historia de la humanidad sostener ese nivel de matanzas se hace casi insostenible.
Las naciones asiáticas, las que menos proteínas animales consumen son las más sanas y exitosas.
Las naciones occidentales, las que más carne y derivados comen son asoladas por las enfermedades crónicas y tienen constantes crisis económicas.
Cuanto mas proteína animal se toma más conflictos sociales, laborales, políticos y familiares.
Cuanto más proteína animal se toma en una nación más violenta es la vida en la familia.
Por eso el Uruguay, el país donde más carne se toma por año y por habitante es uno de los países con mayor índice de violencia doméstica.
La proteína animal no es mala.
Es extremadamente yang.
Si se la toma en demasía nos volvemos iracundos, violentos, impacientes y malhumorados.
Es el orden del universo.
No es una filosofía.
Es algo real, simple, absoluto.
Las naciones vegetarianas de Asia, son pacientes, sabias y fuertes.
La fuerza está en el interior.
La calma en el exterior.
Las naciones asiáticas son yin.
Esto no es absoluto, pero marca una gran diferencia.
Asia ha hecho una gran síntesis, entre desarrollo espiritual y desarrollo tecnológico.
Pero en las naciones de alto consumo de proteína, se constata un mínimo desarrollo espiritual y un gran atraso tecnológico.
Porque una gran agitación interior no permite al constructor concentrarse en su más bello proyecto.


-Martín Macedo-

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