Trabajo: nadie ha encarnado para venderse como fuerza de trabajo; tu auténtico derecho no es al trabajo, sino a la pereza
El sistema vigente ata la vida de las personas al trabajo. Lo hace por medio de las reglas y creencias que el implanta y la usurpación por unos cuantos de la riqueza social y los recursos colectivos. Esto hace depender del desempeño de un puesto de trabajo la obtención de los ingresos precisos para cubrir tanto las pocas necesidades vitales básicas como las muchas creadas artificialmente por el propio sistema. Sin embargo, la mayoría de las personas, lejos de ver el trabajo como la obligación impuesta que obviamente es, lo conciben como un derecho.
A partir de ahí, quedan convertidas en esclavos integrales que se auto-explotan voluntariamente a sí mismos y caen en un doble desatino:
a. reclamar (a los políticos, a esas instituciones…) que alguien cree un puesto de trabajo para ellos y sus seres queridos;
b, hacer depender su vida (desarrollarla, organizarla…) no de ellos mismos (sus sentires, sus capacidades creativas, sus prioridades vitales…), sino de ese trabajo que otro le proporciona y en función de la retribución que estima oportuno abonarle.
Lo real es que nadie ha encarnado en el plano humano para venderse como fuerza de trabajo.
El verdadero derecho del ser humano es a la pereza, sabiendo que esta no es vagancia ni indolencia, sino el libre ejercicio y el compartir libre y con entusiasmo de los dones y talentos que cada uno atesora para gozarlos y ponerlos en común con los demás.
Y el quid de la cuestión no radica en trabajar o no (hazlo si así lo consideras necesario), sino en ser consciente de que no naciste para ello y evitar que la actividad laboral te lleve al olvido de tus dones y talentos.
por Emilio Carrillo
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