La verdad es que he dudado hasta el final en el título del artículo de hoy. No tenía muy claro si poner engañifa, timo o lo que finalmente he puesto, engañabobos. Supongo que hubiera servido cualquiera de los tres títulos pero, como digo siempre y esperando que no os quedéis en el título de este artículo, espero que el desarrollo del mismo os aclare un poco a qué me estoy refiriendo y qué intento justificar. Lo de no quedarse solo en el título vale para cualquier titular de cualquier medio.
Así pues, una vez aclarado lo anterior, voy a ello…
El aprendizaje por competencias es una de las modas pedagógicas más extendidas y defendidas en la actualidad. Se supone que se trata de un enfoque que prepara al alumnado para la vida real, que les permite desarrollar habilidades y actitudes que les serán útiles en el futuro, que les hace más autónomos y responsables, que les motiva y les involucra en su propio proceso de aprendizaje. En fin, que es la panacea de la educación, al igual que el DUA, la LOMLOE, los ODS o el dar clase en ropa interior.
Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Es el aprendizaje por competencias realmente tan beneficioso como nos lo pintan? ¿O es más bien una engañifa que nos venden determinados personajes que alguien ha encumbrado, sin saber el motivo, a expertos, determinados políticos que priorizan los criterios ideológicos frente a los técnicos, o determinados docentes que tienen intereses ocultos o que, simplemente, no tienen ni idea de lo que hablan?
En este artículo voy a intentar desmontar algunos de los mitos y falacias que rodean al aprendizaje por competencias, y a mostrar por qué se trata de un enfoque que perjudica más que beneficia a nuestro alumnado. Sí, la clave es analizar qué suponen ciertas cosas para ellos porque son los receptores del servicio y los que se merecen, alejarse de experimentos, de ideología y tener la mejor educación posible.
Para desmontar el aprendizaje por competencias, me voy a centrar en dos aspectos fundamentales: la fragmentación del conocimiento y la falta de profundidad.
La fragmentación del conocimiento
El aprendizaje por competencias se basa en la idea de que el conocimiento no es algo fijo y estático, sino que es algo dinámico y cambiante, que se construye y se reconstruye en función de las situaciones y los contextos. Por eso, según sus defensores, no tiene sentido enseñar contenidos aislados y abstractos, sino que hay que enseñar competencias, es decir, capacidades para actuar de forma eficaz ante los problemas y los retos de la vida.
Pero, ¿qué implica esto en la práctica? Pues que se reduce el conocimiento a una serie de tareas, actividades, proyectos, retos, problemas, casos, situaciones, escenarios, … que se supone que son relevantes, significativos, auténticos o motivadores para los alumnos. Y que se olvida de la importancia de los conceptos, las teorías, los principios, las leyes, las fórmulas, las reglas, los hechos, las fechas, los nombres y todo aquello que es la base de cualquier disciplina científica, artística, humanística o técnica.
¿Qué consecuencias tiene esto? Pues que se fragmenta el conocimiento, se pierde la visión global y la coherencia interna de cada área de saber, se dificulta la transferencia y la generalización de lo aprendido a otros contextos, se fomenta el relativismo, se debilita la memoria y el pensamiento crítico, se desprecia la cultura y la tradición, trivializando la educación y empobreciendo la mente del alumnado.
La falta de profundidad
El aprendizaje por competencias también se basa en la idea de que el conocimiento no es algo que se transmite de forma vertical y unidireccional, sino que es algo que se construye de forma horizontal y bidireccional, mediante la interacción entre el alumno, el docente, los compañeros y el entorno. Por eso, según sus defensores, no tiene sentido enseñar mediante exposiciones, explicaciones, demostraciones, ejercicios o exámenes, sino que hay que enseñar mediante metodologías activas, participativas, cooperativas, lúdicas, creativas o innovadoras. ¿Os suena?
Pero, ¿qué implica esto en la práctica? Pues que se reduce el conocimiento a una serie de juegos, dinámicas, debates, simulaciones, experimentos, investigaciones, creaciones, presentaciones… que se supone que son divertidos, estimulantes, originales y sorprendentes para los alumnos. Y que se olvida de la importancia de la atención, la concentración, la reflexión, el análisis, la síntesis, la argumentación, la demostración, y ya no digamos la evaluación, que son la base de cualquier proceso de aprendizaje riguroso, sistemático y profundo.
¿Qué consecuencias tiene esto? Pues que se superficializa el conocimiento, se pierde la esencia y la calidad de cada materia de estudio, se dificulta la comprensión y la aplicación de lo aprendido a otros ámbitos, se fomenta el conformismo y el pragmatismo, se debilita el esfuerzo y la perseverancia, se desprecia la excelencia y el rigor, se banaliza la educación y se atrofia la mente de los alumnos.
Es por ello que cualquiera que sepa un poco de pedagogía y tenga algo de sentido común, deducirá que el aprendizaje por competencias es un timo que nos han colado los que se creen los dueños de la verdad pedagógica, y que nos han hecho creer que es lo mejor para nuestros alumnos. Pero la realidad es que se trata de un enfoque que fragmenta y superficializa el conocimiento, y que perjudica el desarrollo intelectual y cultural de nuestros alumnos.
Finalmente debo deciros que es muy difícil luchar contra todo esto que se está imponiendo en los centros educativos. Es muy complicado luchar contra todo el poder mediático de algunos, las cortinas de humo y las múltiples recogidas de cable que, los que llevan mucho años intentando hacer dinero con la educación, hacen continuamente. El problema es que, al menos a mí, el alumnado me importa mucho más que mi ideología, que mis creencias o de lo que pueda ganar con hacer o decir ciertas cosas. Es lo que tiene ir por libre. Algo que deberíamos hacer todos los que nos dedicamos a la docencia porque, si no es así, acabamos creyéndonos ciertas cosas porque el bombardeo para que nos las creamos es brutal. Y los medios que algunos usan para hacer calar un determinado mensaje, cada vez más potentes.
por Jordi Martí
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