martes, 26 de diciembre de 2023

Ser rebeldes

Son numerosas y tienen nombres y apellidos las instituciones, entidades y organizaciones –personas jurídicas, las llama el Derecho- que sostienen y alimentan con su quehacer el sistema vigente y sacan provecho del mismo: un sistema ilógico y cruel basado en la eliminación de cualquier visión trascendente de la existencia, el dolor y la injusticia, la insolidaridad, el miedo y la inseguridad, la pobreza severa de gran parte de la humanidad, la consecución por unos pocos del mayor lucro posible en el menor tiempo posible, la soledad en medio de la multitud, la desinformación por la información masiva y manipulada, la destrucción del habitat natural del planeta, el agotamiento de los recursos naturales, el uso de los avances tecnológicos en beneficio de una minoría y de la carrera armamentista y un amplio etcétera destructor, avasallador e indigno de nuestra divina dignidad.

Tales instituciones, entidades y organizaciones carecen de autoridad moral alguna, por mucho que se revistan de poder; por mucho que hablen bien de ellas los medios de comunicación; y por mucho que se exprese por su boca el pensamiento único a través de personas arregladas, aseadas, educadas, joviales y aparentemente preocupadas por el bienestar común. 

Y tales instituciones, entidades y organizaciones -laicas o religiosas, gubernamentales o privadas- no se merecen en modo alguno lo que tradicionalmente se ha denominado “obediencia debida”.
Por esto, ante ellas y ante el sistema que sustentan hay que ser rebeldes, término derivado del latín “rebellis -e” y que identifica precisamente a “los que faltan a la obediencia debida”.

Rebeldes, sí. Rebeldes para no soportar la buena educación que nos lleva a un mundo falso, hipócrita, de tramoyas y disfraces; rebeldes para llamar al pan, pan, y al vino, vino; rebeldes para, sin violencia ni exasperación alguna, pero muy clarito, para que resuene (del latín “reboo”), decir a la cara de los bienpensantes, bienintencionados, bienhablados,… que todo es un cuento.

Pero la rebeldía es una cosa y otra bien distinta el resentimiento y los dualismos (en estos se incluye el antisistema y cualquier otro “anti”).

El resentimiento y la dualidad se basan en el odio, la prevalencia del ego, el dolor sublimado como sufrimiento, la vanidad y el olvido de nuestro linaje divino.

La rebeldía, en cambio, se fundamenta en la compasión. Y ésta, sólo en el Amor.

Un Amor Incondicional –incluye, por supuesto, el Amor a los que nos hacen daño, el Amor contra Resistencia- que no sabe de amarguras, ni de enfados, ni de insultos, ni de ira. Un Amor Incondicional que nos transforma en comprensivos, alegres y generosos y multiplica exponencialmente nuestra capacidad de perdón.

Que nos inunde el Amor Incondicional para que la compasión nos haga estremecernos ante el dolor del prójimo; y que la compasión nos vivifique interiormente hasta transformarnos en rebeldes capaces de expulsar a los mercaderes del templo y de nuestro corazón.

Emilio Carrillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario