¿Prefieres una gran salud o una pequeña salud?
¿Una gran felicidad o una pequeña felicidad?
¿Una gran capacidad física o lo justo para las actividades diarias?
¿Una gran inteligencia o un pequeño coeficiente?
¿Un gran amor o un amor de verano?
¿Una casa cómoda y espaciosa o un pequeño cubículo donde dormir y comer?
Nos gustan las cosas grandes.
Porque una parte nuestra es grande, muy grande aunque no la veamos.
Nuestra grandeza es invisible, no la vemos pero percibimos sus efectos.
Lo semejante atrae a lo semejante.
Nuestra grandeza anhela la grandeza.
Incluso hasta los niños fantasean con ser grandes, con ser famosos, con ser ricos, con ser campeones mundiales.
Pero les enseñamos a no "fantasear", las cosas no son tan fáciles, que la vida es dura y difícil y que hay mucha gente mala.
Que la política es corrupta y que el dinero es la causa de peleas entre hermanos y países.
"Mas vale pájaro en mano que ciento volando".
"Más vale malo conocido que bueno por conocer".
Entonces vamos generando en sus mentes puras y llenas de sueños de grandeza, limitaciones y creencias tóxicas.
Pero el anhelo de grandeza nunca se podrá apagar.
Porque estamos hechos de una naturaleza divina.
No podemos separarnos de la divinidad.
Sólo que hemos elegido encarnar en un mundo de escaso desarrollo espiritual, para vivir el sueño de la debilidad, la pequeñez, la enfermedad y la carencia en todos los niveles.
Para luego despertar y con gran emoción ayudar a liberar a nuestros hermanos y hermanas de esta gran ilusión colectiva que algunos llaman la "Matrix".
Somos grandes y siempre lo seremos.
Pero algunos le temen a la grandeza.
Le temen a todo, le temen al éxito, le temen incluso a la palabra "infinito", "absoluto", "poder" o "vida eterna".
Les han enseñado a temer desde su niñez, al terrible castigo para aquellos que intenten volverse grandes como el Creador.
Y por eso esta vida puede ser la más feliz de todas, porque podemos ayudar a millones de almas atormentadas.
-Martín Macedo-
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