El hombre siempre ha querido volar como las aves.
Y en tiempos antiguos intentó fijar unas tablas a sus brazos junto a unas alas artificiales empleando plumas y telas.
Y se lanzaba con gran determinación desde pequeñas alturas mientras agitaba sus brazos con todas sus fuerzas intentando volar como las aves.
Pero no funciona.
No tiene suficiente velocidad.
El humano no tiene suficiente velocidad en el movimiento de ascenso y descenso de sus miembros superiores.
Es demasiado yin en ese sentido y por eso no funciona eso de "volar".
Un colibrí aletea a una formidable velocidad de 90 aleteos por segundo.
Pero si moviera sus alas unas dos o tres veces por segundo, no conseguiría nada, porque no funcionaría.
La lentitud es yin y las cosas muy lentas no funcionan.
De igual modo las hélices de un avión no consiguen mover el avión hacia adelante si no tienen la velocidad necesaria que es 20 vueltas por segundo.
Si la hélice da 15 vueltas por segundo, no funciona ese avión.
No consigue mover el avión ni menos consigue hacer que éste vuele.
Pero con suficiente velocidad, hasta el avión más grande y pesado del mundo puede moverse hacia adelante y puede volar a cualquier destino del mundo.
La velocidad es yang.
Para generar una gran velocidad, para que nuestro avión funcione o para que nuestras alas nos permitan volar necesitamos una gran cantidad de energía.
El hombre más rápido del mundo, el jamaiquino Usain Bolt corre a 37,5 kph.
Y es una atracción mundial igual que Messi que tiene una velocidad super humana cuando juega al fútbol.
El que se mueve atrae enseña el maestro Kikuchi.
Entonces todos sus estudiantes trabajábamos con una loca intensidad en su magnífica Escola Musso, la mejor del mundo.
Y sentíamos cómo nuestra capacidad de atracción crecía más y más mientras nuestra energía seguía aumentando cada día.
Entonces nos queríamos quedar a vivir en su Escola para siempre.
Pero con los años perdemos velocidad.
Perdemos atracción.
Porque nos volvemos cada vez más lentos, incluso para hablar y para pensar.
Los alimentos muy yin como el mate, la fruta, los tomates y las harinas blancas nos vuelven lentos y olvidadizos.
No se nota tanto cuando tenemos menos de 40 años, pero al pasar los 40 si no cambiamos nuestros hábitos nos quedaremos como un colibrí que no consigue la velocidad necesaria para volar.
Y parecerá que nada funciona en nuestra vida.
Pero todo problema tiene solución.
La solución para la lentitud yin es una gran disciplina personal yang.
Entonces los grandes maestros a pesar de tener 60, 70 o 90 años atraen a grandes multitudes hacia sus escuelas y enseñanzas porque han aprendido a conservar su energía grande e intensa.
A la ciencia médica no le interesa el estudio de yin y yang.
Por eso no consigue curar muchas de las llamadas enfermedades incurables.
Pero a los que amamos este estudio, nos espera una vida magnífica como la de veloces colibríes que gozan de cada día como si estuvieran en un paraíso eterno.
-Martín Macedo-
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