Los ángeles y los demonios habitan juntos en el mundo.
Podemos estudiarlos con nuestra visión de yin y yang, y verlos de otra forma.
Porque a veces los demonios parecen ángeles y otras los ángeles parecen demonios.
Como nada es puro ni absoluto, todos tenemos un poco de ángeles y un poco de demonios.
Pero el factor crítico es la proporción.
Nada es puro ni absoluto, siempre yin y yang están juntos, cambiando su composición, su grado, su proporción.
Las estrellas de rock son los peores entre los demonios.
Su música puede ser excelente, su atractivo puede llegar a ser infinito.
Pero su naturaleza es autodestructiva porque para ellos lo principal en la vida es la gratificación de los sentidos.
Por eso fuman y beben, se drogan todos los días y viven al límite.
No cultivan la salud; no les importa morir jóvenes o terminar con un cáncer.
Muchas veces se suicidan porque están acostumbrados a vivir a toda velocidad y no tienen paciencia.
Son demasiado yang por una alimentación demasiado yang.
Cuando tomamos demasiada proteína animal adquirimos ese espíritu temerario que lo sacrifica todo por el placer, como si esto fuera lo más importante del mundo.
Las estrellas de rock trabajan duro, viven intensamente y por eso tienen esa atracción infinita.
Pero llegó el momento de cambiar la calidad de las estrellas.
Estrellas nutridas con otra nutrición.
Pero para lograr esta calidad de estrellas se necesita un conocimiento profundo del arte culinario.
Así tendremos la fuerza y el poder de atracción de las estrellas pero sin su contracara autodestructiva.
No puede haber estrellas débiles.
No puede haber estrellas yin.
Las estrellas son siempre yang.
No son estrellas porque coman carne, porque si alcanzara con comer carne habría 7 mil millones de ellas.
Sólo hay un puñado de estrellas.
Lo son debido a su ética de trabajo y a su intensidad.
Las grandes personalidades del mundo necesitan nutrirse con una gran cantidad de alimento yang para poder sostener su ritmo febril.
Pero como no saben cómo hacerlo con vegetales lo hacen con carne y lácteos.
La humanidad lo olvidó hace mucho tiempo.
Cristo y Buda fueron estrellas vegetarianas.
Tenían una formidable ética de trabajo y comían poca o ninguna carne.
Pero en los tiempos actuales cuando alguien intenta ser vegetariano no consigue yang suficiente de las frutas y ensaladas.
Por eso las estrellas se ven forzadas a tomar proteína animal en cantidad.
Pero se vuelven autodestructivas.
Y las multitudes que las adoran siguen su ejemplo.
El mundo necesita a las estrellas.
Pero si no hay calidad en las estrellas, éstas se convierten en modelos que atraen a la gente hacia una vida de gratificaciones y destrucción de la salud.
La solución es comenzar a crear otro tipo de estrellas.
Otra calidad, basada en una sabiduría tradicional.
Y cuando haya suficientes estrellas así, las masas las seguirán y podremos cambiar el mundo.
-Martín Macedo-
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