EL EGO
Cuando tu vida está dominada por el Ego, luchas por muchas cosas: prestigio, fama, poder, codicia material, realización económica, pero después te cansas de ese mundo vanidoso y decides emprender un camino espiritual y piensas en cambiar.
El Ego espiritual, se convierte de todos modos en un ego ambicioso y luchas por muchas cosas: la paz, la igualdad, la pobreza, incluso luchas contra el mismo egoísmo, pero estás orgulloso de esta lucha y no te das cuenta de que usas las miserias de los pobres para satisfacer tus necesidades espirituales.
Ayudando a los pobres con tu poder de caridad y beneficencia, te crees un santo porque das consejos espirituales, pero en realidad tu ego sólo se ha vuelto más refinado, sutil, diabólico y por lo tanto más difícil de manejar.
En realidad, cuando renunciamos a algo, quedamos de alguna manera ligados a nuestra renuncia, espiritualizamos nuestros defectos. El problema no es poseer las cosas, sino no ser poseído por ellas.
El ego no hay que eliminarlo, no hay que renunciar a él, hay que integrarlo, hacerlo consciente para vigilarlo, es como una enfermedad crónica, no la puedes curar pero podemos mantenerla a raya y convivir con ella en armonia.
El ego dice: cuando todo exteriormente esté en su lugar, estaré en paz.
El Espíritu dice:
Cuando encuentre mi Paz Interior, todas las cosas a mi alrededor estarán en su lugar.
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