El cuerpo humano se desarrolla.
Desde que es un pequeño ser unicelular, un simple óvulo fertilizado, multiplica su peso y tamaño incontables veces hasta convertirse en un ser humano completo de 50 trillones de células.
Este es un proceso yin, expansivo donde a una velocidad formidable la células se duplican incesantemente para aumentar de tamaño y peso.
Luego del nacimiento el desarrollo físico continúa a gran ritmo hasta los 20 años aproximadamente.
La vida infinita siempre busca el desarrollo máximo a la máxima velocidad posible.
Luego de alcanzar la madurez física, ese desarrollo debe continuar.
Al desarrollo de las capacidades físicas le sigue el desarrollo de la consciencia.
El ego es una forma de consciencia muy limitada.
El ego es una conciencia inmadura.
Es una forma de conciencia muy estrecha y limitada y se considera como una individualidad separada de los demás.
Compite y se defiende, exige derechos y privilegios y desea la admiración y el reconocimiento.
Si lo lastiman desea tomar revancha y exige justicia.
Este nivel de consciencia es muy inmaduro y no permite la felicidad porque está encerrado en una prisión mental.
Esta inmadurez se puede prolongar durante muchos años si la persona consume demasiados alimentos animales porque éstos al ser yang, contraen el cuerpo y también la visión de la vida reforzando la ilusión de estar separados del infinito, del Universo, del poder infinito, de Dios.
Pero tarde o temprano encuentra las llaves para escapar de la ilusión y así incursiona en la meditación, el estudio de la mente, el desarrollo interior junto con una alimentación más yin que ayude a este proceso de expansión de la conciencia.
Así el ser humano retoma su crecimiento, ahora no físicamente sino de su consciencia y vuelve al camino de la felicidad, de servicio, porque comprende que los otros son parte de sí mismo, porque la vida infinita está en todas partes, en todos los seres y todos son sagrados y todos sirven a la felicidad colectiva lo sepan o no.
Por esa razón los estudiantes de macrobiótica que no meditan, que no estudian las leyes espirituales y se limitan a la nutrición y a las disciplinas terapéuticas, se pueden quedar estancados en una vida egocéntrica y estrecha.
Y eso da lugar a que otros consideren que los macrobióticos son egoístas y que no tienen alegría.
-Martin Macedo-
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