Al ego le encanta pedirle a otros egos.
Los Seres Humanos somos CAUSA (RESPONSABLES ABSOLUTOS) de todo lo que recibimos-generamos- lo que suma y lo que resta en éste aquí y ahora a partir de quién estamos siendo o de quien hemos sido. Vamos a generar un tipo de vida si creemos que los resultados que recibimos tienen que ver con razones ajenas a nosotros y un tipo de vida diametralmente opuesta si comprendemos y tenemos certeza de que nada es por que sí y que el secreto para generar eventos que sumen, está en ser INTEGRO.
domingo, 28 de febrero de 2021
Al ego le encanta pedirle a otros egos
Nuestra filosofía yin-yang nos garantiza una vida extraordinaria
Nuestra filosofía yin-yang nos garantiza una vida extraordinaria.
Las semillas son paquetes de información
Las semillas son paquetes de información.
sábado, 27 de febrero de 2021
No hay víctimas ni victimiarios
"NO HAY VÍCTIMAS NI VICTIMARIOS"
Muchas veces es mejor alejarse
Desprenderse de alguien a quien queremos puede ser muy difícil, podemos colocarnos todas las excusas posibles, con tal de permanecer cerca, podemos justificar acciones y omisiones, podemos hacernos los sordos, pero más temprano que tarde tendremos que afrontar la realidad. Muchas veces es mejor alejarse.
Cuando no le importamos a alguien, no tiene mucho sentido invertir nuestros recursos en esa persona. Aunque muchas de nuestras acciones puedan estar ejecutadas sin esperar algo a cambio y nos puede brindar satisfacción el colaborar con alguien, solo por el sentimiento presente en nuestro ser, esto debe ser válido siempre y cuando no nos afecte negativamente, mientras estemos conformes y no tengamos ningún tipo de expectativas asociadas a ese afecto. Así es como debes alejarte aun así no quieras:
Primero, debes parar. Recuerda muchas veces es mejor alejarse.
Deja de correr detrás de ellos. Deje de iniciar. Deja de intentar. Deja de dar. Detente y pregúntate por qué. Pregúntate si vale la pena. Pregúntate si debería ser tan difícil. Pregúntate por qué te estás insistiendo. Deja de contar con las personas que no estuvieron para ti, que no te valoraron ni amaron cuando más lo necesitabas.
Deja las excusas, deja de ser demasiado comprensivo, deja de ser tan ciego y empieza a abrir lentamente los ojos a todas las banderas rojas que ignoraste, a la mala comunicación, a las mentiras blancas, a las cosas que la gente dice, a la falta de esfuerzo y empieza a darte cuenta de que fue un problema desde el primer día y no querías admitirlo porque querías creer que esta vez era diferente, que esta vez eras capaz de tomar una mejor decisión.
Entonces te obligas a olvidar
Eliminas todos los textos, eliminas todas las imágenes, no los sigues, actúas como si nunca hubiesen existido, olvidaste cómo te hicieron sentir, olvidaste lo que te dijeron, olvidaste todas sus promesas que no eran más que un puñado de mentiras. Olvidaste quién eras cuando estabas con ellos. Te olvidas de la persona que creías que eran y te olvidaste de cada cosa buena de ellos. Te obligas a olvidar el potencial que viste.
Entonces te acuerdas
Recuerdas que estabas bien antes de que entraran en tu vida, te acuerdas de quién eras antes de que te acercaras a ellos, recuerdas que te has mudado antes y que tienes una vida esperando por ti fuera de ellos. Recuerdas que tienes cosas más grandes de qué preocuparte, tienes planes y metas que alcanzar. Tienes viajes y vacaciones para planear con amigos. Tienes toda una vida por delante para conocer a quien merece cada onza de tu amor. Recuerda que la gente te ama incluso si la persona a la que amas era incapaz de amarte, otras personas lo hacen y siempre lo harán.
Entonces dejas que la vida continúe
Deja el resto a la vida. Ya sea que vayas a reunirte o reconciliarte, si te van a volver a buscar para disculparte, si te olvidarás de ellos y encontrar a alguien mejor, si cambiarás para ser la persona que quieres que sean. Déjaselo al tiempo y a la vida.
Que termine el resto de la historia. Que el tiempo cuide de tu corazón. No pienses en escenarios y no esperes a que regresen, no espere a que se den cuenta de que dejarte ir fue un error enorme. Simplemente déjalos ser y deja que la vida les muestre lo mejor. Intentaste. Hiciste tu parte, ahora es hora de que el universo juegue su papel, y es siempre mucho más emocionante de lo que piensas. Por eso recuerda muchas veces es mejor alejarse.
Adictos al ruido
Nuestra vida está marcada por el estrés, el ruido y el cansancio. En general estamos tan desconectados de nosotros mismos que procuramos llenar nuestra agenda de actividades para evitar adentrarnos en el silencio.
Si la naturaleza pudiera elegir su propia banda sonora, seguramente escogería el suave y pausado reggae de Bob Marley. Sin embargo, los ciudadanos de las sociedades modernas –cada vez más ajenos al mundo natural– estamos construyendo nuestra existencia al vertiginoso ritmo de la música electrónica de David Guetta. Vivimos tan acelerados que nos hemos vuelto hiperactivos en el peor sentido de la palabra. Cada vez nos cuesta más parar. Tememos quedarnos quietos y nos sentimos incómodos al quedarnos haciendo nada. Por eso procuramos mantenernos ocupados, distraídos y entretenidos.
Después de una larga y agotadora jornada laboral, al llegar a casa nuestra mente está tan embotada que lo único que nos apetece es sentarnos en el sofá delante de la tele. Pero tratar de relajarnos de esta manera es como hacer una tortilla sin huevos, sin patatas y sin sartén. ¡Es imposible! Así solo conseguimos callar nuestro ruido mental para escuchar el de la sociedad. De hecho, enchufarnos a una pantalla nos desconecta todavía más de nosotros mismos. Y termina por vaciar nuestro depósito de energía vital.
La calidad y cantidad de pensamientos que tenemos durante el día determina los que tenemos cada noche, en nuestros sueños. Por eso nos despertamos tan cansados por las mañanas, dependiendo de una buena taza de café para comenzar el día. Y puesto que no sabemos cómo recargar las pilas, solemos funcionar disfuncionalmente. No es ninguna casualidad que tendamos a ser egocéntricos, reactivos y victimistas, perturbándonos cada vez que las circunstancias no satisfacen nuestras necesidades, expectativas y deseos. Del mismo modo que nuestro móvil deja de funcionar cuando se le termina la batería, cuando se nos agotan las pilas se produce un fallo energético, quedándonos sin la fuerza ni la comprensión necesarias para modificar nuestra actitud frente a la vida.
VIVIMOS ALLÁ Y ENTONCES
“La gran tragedia de nuestro tiempo es que no sabemos vivir aquí y ahora.”
(Eckhart Tolle)
Puede que de día no ronquemos, pero eso no quiere decir que estemos del todo despiertos. Sin energía vivimos de forma inconsciente, dormidos, funcionando por inercia, casi sin darnos cuenta. Para verificar esta afirmación basta con observar nuestra forma de ducharnos. ¿Cuántas veces nos duchamos mientras nos estamos duchando? Es decir, ¿cuántas veces estamos debajo de agua caliente a presión –un lujo que solo disfrutamos menos de la mitad de la población mundial– sintiendo el agua, valorando y apreciando este momentazo cotidiano?
Mientras el agua caliente resbala por nuestro cuerpo solemos pensar en lo déspota que es nuestro jefe, que nos obliga a trabajar hasta tarde. O en lo pesada que es nuestra suegra, que nos envía whatsapp constantemente para pedirnos que vayamos a comer los domingos a su casa. ¡Nuestro jefe y nuestra suegra duchándose con nosotros! Lo cierto es que no solemos estar en la ducha mientras nos estamos duchando. Estamos casi siempre en nuestra mente y en nuestros pensamientos, divagando entre el pasado y el futuro. Vivimos entre el allá y el entonces (ambos ilusorios), marginando el momento presente, que es el único que existe. Funcionando así, ¿cómo esperamos que nos vaya la vida?
En cuanto a nuestros momentos de ocio, los dedicamos en gran parte a sentarnos pasivamente delante de una pantalla, ya sea viendo alguna serie de televisión, chateando por las redes sociales o navegando por Internet. El resto del tiempo lo pasamos rodeado de gente que, como nosotros, habla sin parar. Fijémonos en qué ocurre cuando conversamos con otra persona. La mayoría verbalizamos todos los pensamientos que deambulan por nuestra mente. En general no escuchamos. Y nadie nos escucha. Llamamos «conversación» a la sucesión compulsiva de dos monólogos que se interrumpen constantemente. Por eso nos es tan difícil conectar con los demás a un nivel más profundo.
Perseguimos la felicidad de tal modo que ésta se encuentra cada vez más lejos. Y nuestra falta de paz interior nos ha convertido en personas tremendamente adictas al placer, la diversión y el entretenimiento. Pero, ¿cuánto dura la satisfacción de comprar cosas o lograr triunfos? Demasiado poco, ¿no es cierto? La cruda verdad es que utilizamos el ruido para tapar el molesto vacío que sentimos en nuestro interior. Pero no importa cuánto huyamos. Nuestro dolor nos acompañará vayamos donde vayamos.
La «hiperactividad» nos impide relajarnos y disfrutar de la tranquilidad y la quietud. La «gula» nos condena a querer cada vez más de aquello que en realidad no necesitamos. Y el «ruido mental» nos imposibilita escucharnos a nosotros mismos –a nuestra voz interior–, desconociendo el camino que nos conduce nuevamente hacia el equilibrio. Estas tres tendencias ponen de manifiesto una carencia de silencio. Se trata de una cualidad que se desarrolla cuando estamos a solas, sin distracciones ni estímulos, cultivando la capacidad de ser y estar con nosotros mismos. Solo entonces comprendemos que la verdadera felicidad no tiene ninguna causa externa.
LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO
“¿Quieres saber lo que verdaderamente necesitas? Pregúntaselo al silencio.”
(Séneca)
Una forma de empezar a cultivar el arte de estar a solas con nosotros mismos consiste en elegir un parque cerca de nuestra casa o lugar de trabajo y comprometernos a sentarnos cada día en el mismo banco. Se trata de dedicarnos a hacer nada al menos 20 minutos, conviviendo con nuestro aburrimiento, en silencio. En el caso de que la experiencia de estar con nosotros mismos se vuelva insoportable, podemos respirar profundamente y observar lo que sucede en nuestro interior. El reto consiste en acoger nuestras emociones, por más dolorosas que sean, así como atrevernos a sentir el vacío. No hemos de temerlo; más bien aprender a acéptalo. Es una puerta. Al otro lado se encuentra el verdadero bienestar que estamos buscando.
A través del entrenamiento diario, la práctica del silencio nos genera multitud de efectos terapéuticos. En primer lugar, perdemos el interés en pasarnos el día haciendo cosas, aprendiendo a estar cada vez más presentes, viviendo cada momento con más profundidad. En paralelo, nos motiva a practicar yoga, taichí, contemplación o meditación, dedicando cada vez más espacios para hacer nada, respirar y relajarnos. Llegados a este punto, podemos vivir episodios en los que sentimos la necesidad de volver al parque y sentarnos en el banco para estar a solas con nosotros mismos.
También aumenta nuestra sensibilidad, percibiendo matices de la realidad que antes se nos escapaban o dábamos por sentado. A su vez, disminuye el miedo a conectar con nuestras heridas y traumas reprimidos, aprendiendo –a su debido tiempo– a liberarnos definitivamente del dolor y del sufrimiento. De esta forma gozamos de mayor habilidad para domesticar nuestra mente, escuchando cada vez con más claridad la voz que nos inspira a cuidar de nosotros y gestionar de forma más eficiente nuestra energía vital. Por último, podemos experimentar ataques temporales de conexión profunda con nosotros mismos, por medio de los que sanamos nuestra autoestima y fortalecemos la confianza en nosotros mismos.
Curiosamente, solemos decirnos que no tenemos tiempo para estar en silencio. O que hacer nada es una acción improductiva, carente de sentido. Sin embargo, lo que en realidad estamos diciendo es que no priorizamos cultivar nuestra salud física, emocional y espiritual. La práctica del silencio y de la inactividad nos llevan a desarrollar la serenidad y la sobriedad, dos cualidades que nos permiten sentirnos bien con nosotros mismos sin necesidad de estímulos externos. Como cualquier otro aprendizaje en la vida, es una simple cuestión de dar el primer paso. Y el mejor momento de darlo es ahora.
Artículo publicado por Borja Vilaseca en El País Semanal el pasado domingo 22 de diciembre de 2013.
El noble arte de aprender a pescar
El Máster en Inteligencia Financiera es un proceso de desarrollo personal diseñado para que aprendas a estar en paz con el dinero, sepas cómo resolver tus problemas económicos y crear abundancia en tu vida.
Te felicito de todo corazón. El simple hecho de que estés leyendo estas líneas dice un mundo acerca de ti. No tengo el placer de conocerte personalmente, pero te aseguro que ya cuentas con toda mi admiración. Y ésta no tiene nada que ver con que decidas apuntarte al máster, pues quizás simplemente estás curioseando por nuestra web o tal vez aún no sea tu momento.
Tienes toda mi admiración porque estás dedicando tiempo a investigar sobre cómo crecer en comprensión y sabiduría para mejorar tu relación con el dinero. Y esto pone de manifiesto que eres una persona responsable, consciente, madura y con ganas de convertirte en parte de la solución de esta sociedad. ¡Bien por ti!
Aprovecho esta carta para agradecer de corazón al departamento de pedagogía, co-creadores de este innovador y revolucionario proceso pedagógico. Y por supuesto, a todos nuestros profesores: unos auténticos cracks en saber combinar el autocono- cimiento, el desarrollo espiritual y la educación financiera.
No sabes lo contento que estoy de poder escribir(te) estas líneas. Ahora mismo no puedo dejar de sonreír. No me cabe la menor duda de que este va a ser uno de esos másteres que “cambian vidas”. Lo sé por experiencia personal. El Máster en Inteligencia Financiera® es fruto de todo lo que he aprendido en este ámbito a lo largo de mis 39 años de existencia. La verdad es que ha sido un largo viaje llegar hasta aquí.
Jamás hubiera imaginado que acabaría liderando un proyecto así. Por una serie de hechos neutros que tuve que vivir durante mi infancia y adolescencia, desde muy jovencito siempre estuve peleado con el dinero. Me parecía algo sucio y corrupto por lo que la gente perdía su alma y se prostituía. Para mí, el dinero era la raíz de todos los males de la sociedad.
De hecho, miraba a los ricos con recelo y desprecio. Los juzgaba y condenaba con severidad. Estaba convencido de que era imposible amasar una fortuna honradamente. También creía que los empresarios y los inversores eran personas mezquinas y codiciosas. ¡Madre mía que equivocado que estaba! ¡Cuánta mierda mía estaba proyectando en ellos! Afortunadamente, no me llevó mucho tiempo darme cuenta de ello…
Cinco años después y muchos ensayos existenciales más tarde, descubrí por causalidad la herramienta del Eneagrama. Así fue como perdí la virginidad espiritual, iniciando oficialmente mi viaje de autoconocimiento. Lo cierto es que supuso un punto de inflexión en mi búsqueda. Y un año más tarde la vida puso en mis manos las enseñanzas de Gerardo Schmedling. Fue entonces cuando se me giró por completo la tortilla. Experimenté un clic tan fuerte, sonoro y estridente que desperté de golpe y porrazo. Acababa de cumplir 25 años.
De pronto dejé de obviar algo muy obvio: que la única manera en la que cambian nuestras circunstancias es cambiando nosotros primero. No hay otra fórmula: nuestra mentalidad determina nuestra realidad. Fue entonces cuando dejé de victimizarme, de quejarme, de protestar, de culpar siempre a otros de mis conflictos y problemas. A su vez, empecé a comprometerme con sanar mi impotencia y transformar mi frustración. Me di cuenta de que poniendo el foco fuera de mí mismo jamás lograría el cambio que anhelaba.
La cruda verdad es que actuar así no sirve para cambiar nuestra vida. Ni tampoco para mejorar nuestra situación económica. Tan sólo sirve para perturbarnos a nosotros mismos, desempoderarnos todavía más y seguir auto-engañándonos. Y de paso, seguir creyendo que lo que tiene que cambiar es lo externo. Que la vida es injusta y que nos debe algo. Que el Estado se tiene que encargar de nosotros. Que lo mejor que podemos hacer es salir a la calle a protestar… O todavía peor: votar al nuevo partido que nos prometa poner más pescado en nuestros platos.
Sea como fuere, en el año 2006 impartí mi primer curso de autoconocimiento a través del Eneagrama. Lo daba un sábado cada dos meses en el centro donde practicaba yoga y en el que estaba aprendiendo a meditar. En total eran 8 horas de clase. Y solían acudir unos 15 alumnos por curso, los cuales pagaban 30 euros. Yo me negaba a cobrar. No quería que el dinero me ensuciara las manos ni me manchara el alma, cobrando por algo que hacía por amor al arte.
Fue entonces cuando me dijo algo que no olvidaré en la vida: “Nosotros hemos puesto el centro (espacio, luz, sillas, pizarra, calefacción…). Tú has puesto el curso (tiempo, conocimiento, entusiasmo…) Y los alumnos han puesto dinero. Todos hemos compartido algo valioso, aportándonos valor los unos a los otros. El dinero es lo que ha posibilitado este intercambio. No entiendo por qué lo rechazas y juzgas de esta manera. El dinero no es bueno ni malo; es un medio. Es neutro. Es energía. Y si no lo quieres, no pasa nada. No hace falta que te lo quedes. Dónalo. Regálalo. Compártelo.
Me quedé completamente mudo, sin saber muy bien qué decir. ¿El dinero no es bueno ni malo? ¿El dinero es un medio de intercambio? ¿El dinero es neutro? ¿El dinero es energía? Si bien ahora mismo me avergüenza reconocer lo obvio que son todas estas afirmaciones, en aquel entonces supusieron un hachazo a mi mente. No en vano, todavía no era consciente de cómo me limitaban ciertas creencias y emociones que albergada en mi interior con respecto al dinero.
Con aquel dinero-energía invité a cenar a un japonés a mi novia Irene, con la que apenas llevaba un año y medio saliendo. De pronto algo se desbloqueó en mi interior. Así fue como empecé a hacer las paces con el dinero. Y años más tarde, a interesarme más en profundidad por el apasionante universo de la educación financiera. El resto ya es historia. ¿Quién me iba a decir que un aspirante a filósofo como yo iba a acabarconvirtiéndose en empresario e inversor?
Lo cierto es que se trata de una energía muy poderosa. Si no la sabemos manejar y dominar nos acaba manejando y dominando a nosotros. Eso es precisamente lo que vas a aprender en este máster: a cambiar de mentalidad con respecto al dinero, tomando las decisiones y las acciones necesarias para crear una vida libre, abundante y próspera de forma honrada y ética.
Hoy puedo decir orgulloso que estoy completamente en paz con el dinero. Principalmente porque he sanado mis heridas de infancia y ya no proyecto mis demonios internos sobre él. A lo largo de este proceso de autoconocimiento y de educación financiera he descubierto empíricamente que el secreto de la verdadera abundancia, riqueza y prosperidad consiste en sentirlas primero dentro de uno mismo, reconectando con el ser, con nuestra dimensión espiritual. Así de fácil y así de complicado. Solo entonces podemos co-crearlas también en el plano físico, económico y material.
De hecho, cambiar de paradigma financiero pasa por comprender que nuestro objetivo vital no ha de ser ganar dinero, sino crear riqueza, resolver problemas y satisfacer necesidades sociales. Es entonces cuando como consecuencia de nuestro talento y de nuestra contribución viene el dinero como resultado. A cuantas más personas ayudemos, más prosperidad cosecharemos. La raíz de la verdadera abundancia nace de la genuina generosidad. De ahí que mi equipo de motivad@s y yo estemos total y absolutamente comprometidos con aportar el máximo valor, con la mayor calidad y al menor precio posible. Ojalá de este modo podamos tocar el corazón e inspirar la mente del máximo número de personas interesadas en cambiar su mentalidad con respecto al dinero.
La belleza de esta forma de concebir nuestra empresa y nuestra comunidad educativa es que llevamos años inmersos en un círculo virtuoso. Cuánta más riqueza generamos, más riqueza cosechamos. Y cuánta más riqueza cosechamos, más riqueza podemos seguir generando. Así, el dinero que obtenemos como resultado de crear riqueza se convierte en la energía que alimenta y permite hacer crecer nuestra comunidad de forma exponencial, pudiendo contratar a más personas, expandirnos por más lugares y, en definitiva, revolucionar la vida de cada vez más buscadores e inconformistas con ganas de tomarse la pastilla roja y empezar a salir del Matrix. Y así es como nuestro impacto positivo en el mundo es cada vez mayor. Y todo ello gracias a la increíble, maravillosa y neutra herramienta llamada “dinero”.
El paternalismo del Estado va a ser sustituido por la responsabilidad personal del ciudadano. El contrato social basado en trabajar para consumir y pagar impuestos que garanticen el estado del bienestar es del todo ineficiente e insostenible. Ahora mismo es una burbuja artificial, una bomba de relojería. Y está a punto de estallar. La crisis sistémica en la que estamos inmersos es el puente entre el viejo sistema financiero y el nuevo que está por venir, liderado -con toda probabilidad- por la Blockchain y las criptomonedas.
Se avecina una tormenta económica y financiera de proporciones bíblicas. Y la mayoría de ciudadanos está totalmente desprotegida. Por no tener, no tiene chubasquero ni paraguas. Lo peor de todo es que debido a nuestra falta de educación financiera estamos demasiado acostumbrados a que nos den el pescado mensualmente a cambio de estar bien adaptados al engranaje socioeconómico del sistema. Por eso hemos venido siendo tan obedientes.
Esta es la razón por la que en general la mayoría de ciudadanos tiene una mentalidad de escasez y de pobreza. Al no haber cuestionado su condicionamiento socio-económico, siguen creyendo que la riqueza está afuera de ellos mismos. Y que los grandes interme- diarios financieros (Papá Estado, Mamá Corporación y el Tío Gilito de la Banca) son los responsables de resolver sus problemas económicos. El hecho de que esta mentalidad sea totalmente dominante y mayoritaria en nuestra sociedad pone de manifiesto que el Estado y la mayoría de la ciudadanía –dormida y desempoderada– se retroalimentan unos a otros, perpetuando este viejo paradigma financiero en la sociedad.
Estamos ante un acontecimiento de tal envergadura y magnitud, que con el paso del tiempo nos referiremos a él utilizando expresiones como “antes del coronavirus” y “después del coronavirus”. Sin embargo, el estado de shock en el que se encuentra la gran mayoría le impide ver lo que verdaderamente está sucediendo. El coronavirus es el instrumento que ha utilizado la vida para adentrarnos definitivamente en un cambio de era. Una vez venzamos y superemos la pandemia –conteniendo y mitigando sus efectos en el ámbito de la salud y la sanidad–, tomaremos consciencia de que jamás volveremos a nuestra antigua realidad. Nos encontraremos frente a un nuevo escenario macroeconómico muchísimo más duro y hostil que el que vivimos durante la crisis de 2008.
No es descabellado afirmar que vamos a vivir la peor crisis de la historia, entrando en un periodo de recesión económica profunda y aguda, durante el que la destrucción creativa va a alcanzar su máxima expresión. A lo largo de este proceso van a destruirse cientos de sectores, miles de empresas y millones de puestos de trabajo. El denominador común de todos ellos es que hace tiempo que habían quedado obsoletos y ya no se corresponden con el nuevo escenario socioeconómico emergente. Pero no tengas miedo: no es el fin del mundo, sino el inicio de uno nuevo.
Dicho de forma poética, la humanidad va a experimentar su propia “noche oscura del alma”. Es decir, un proceso de metamorfosis cultural. Ahora mismo todos somos larvas condenadas a entrar en una crisálida para salir transformadas como mariposas. Quien se resista a cambiar, transformarse y evolucionar va a experimentar un dolor y un sufrimiento muy profundos. Lo cierto es que la gran mayoría va a llegar a una saturación de sufrimiento, la cual puede generar un despertar masivo de consciencia sin precedentes en toda la historia de la humanidad.
Si bien ningún partido político se atreve a reconocerlo públicamente, las personas más desfavorecidas serán nuevamente las más perjudicadas y castigadas por esta crisis sistémica. Tanto es así, que quedarán laboralmente obsoletas, quedando a merced de gobiernos populistas cada vez más totalitarios, quienes les prometerán seguridad a cambio de su libertad.
Sin embargo, muchas de estas promesas se las llevará el viento. Principalmente porque los Estados están completamente endeudados –al borde de la quiebra– y apenas habrá dinero para seguir comprando sus votos con subvenciones públicas. En esta nueva era se acabó eso de dar pescado. La nueva consigna es que quien quiera sobrevivir y prosperar no le queda más remedio que iniciarse en el noble arte de aprender a pescar.
Una vez termine el máster no puedo prometerte cuántos peces vas a ser capaz de pescar. Ni tampoco sé qué harás con ellos. Eso es cosa tuya, de los valores desde los que riges tus decisiones económicas. Lo que sí puedo asegurarte es que el último día de clase tendrás entre tus manos una caña de pescar nueva –de máxima calidad– diseñada por tu inteligencia y construida por tus propias manos. Y que vas a saber perfectamente cómo salir al océano y pescar por tu cuenta para el resto de tu vida, independientemente del intensidad del viento y la altura del oleaje.
Humildad sabiduría en vez de humildad - sumisión a otros egos
miércoles, 24 de febrero de 2021
Una gota de agua contiene toda la información del Universo
Una gota de agua contiene toda la información del Universo.
martes, 23 de febrero de 2021
Lo pequeño y lo grande conviven en nosotros
Lo pequeño y lo grande conviven en nosotros.
Al ego le encanta pedirle a otros egos
Al ego le encanta pedirle a otros egos.