Rudolf Nureyev nació en la Unión Soviética en 1938 en un tren en movimiento. El tren transiberiano.Su padre era comisario del ejército rojo. A pesar de su aparente buena posición. Rudolf vivía junto a sus padres y tres hermanas en una mísera casucha en la gélida Siberia rusa.Pasó hambre y frío en su niñez. En una ocasión se desmayó de hambre en la escuela. A los ocho años su madre lo llevó a ver el ballet ruso.Y quedó fascinado.
Tomó una decisión desde las profundidades de su alma.Sería bailarín, y sería uno de los mejores.A pesar de la enérgica oposición de su padre.Y de la inestabilidad que sacudió a su país durante los años de la segunda guerra mundial. Rudolf hizo una carrera vertiginosa a pesar de haber ingresado bastante mayor (17 años) a la academia Vagánova de Ballet.La mejor de Rusia.
Tenia un objetivo muy claro. Tenia talento.Tenía la voluntad de hierro de convertirse en un grande. Los años de pobreza y adversidad. Lo volvieron yang. Ponía pasión infinita en cada movimiento de la danza. Día tras día.Y a los 23 años ya era el mejor bailarín ruso y le fue permitido viajar al extranjero por las autoridades soviéticas. Entonces escapó de la KGB y comenzó una carrera brillante.
A partir de ese momento se convirtió instantáneamente en una celebridad en occidente.Quienes luchan contra la pobreza no comprenden la identidad esencial entre la riqueza y la pobreza.Quienes temen al frío no comprenden la identidad esencial entre el frío y el calor. Quienes detestan la cuesta empinada se olvidan de la identidad esencial entre la cuesta y la agradable bajada.
Yin y yang son opuestos pero son idénticos en su esencia. Porque ambos surgen de la fuerza primordial. Para luego diferenciarse y volver a fundirse. Sin el frío siberiano no hubiera surgido la voluntad y la pasión de un gigante del ballet como Nureyev. Por ello el sabio cuando se encuentra con reveses y pruebas duras. Se pregunta ¿para qué estoy generando esta experiencia?. Y utiliza esta situación de adversidad como el avión utiliza el viento frontal para ascender vertiginosamente hacia las alturas donde moran las águilas.
-Martín Macedo-
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