La salud infinita se come.
La enfermedad crónica también se come.
La sabiduría se come.
Y la estupidez infinita también se come.
Esta es la mayor llave de la libertad.
Podemos comernos todo el universo.
Porque en el Universo sólo hay yin y yang.
Podemos comer todo el yin o todo el yang y obtener un resultado.
Pero cuando se desconocen yin y yang, la gente elige en base al nivel de vitaminas o grasas omega 3.
Y obtiene un resultado muy diferente del que buscaba.
Buscaba la salud infinita pero sólo obtiene una leve mejora de su salud.
Entonces vuelve a buscar en los libros, en internet, en la opinión de los expertos, más trucos, más claves, más secretos para alcanzar la tan anhelada salud infinita.
Pero lo prueba todo y siempre es más de lo mismo.
Porque lo infinito no se puede alcanzar estudiando leyes finitas.
Dijo Ohsawa una vez; podéis estudiarlo todo y al final os arrepentiréis.
Porque si uno estudia el mundo finito hasta convertirse en un catedrático, siempre será el mundo finito.
Y allí no están las cosas infinitas, ni la felicidad ni la salud infinita.
Estas sólo se obtienen estudiando los principios infinitos.
Cuando estudiamos yin y yang y sabemos cocinar podemos crear un cuadro magnifico, como un pintor que prepara sus colores antes de hacer su diseño.
Pero cuando no estudiamos el infinito, andamos a tientas en un mundo que ofrece sólo ganancias efímeras.
Y por eso mucha gente se deprime y concluye que es demasiado difícil.
Y eligen su alimentación en base al sabor y el color.
O incluso en base a antiguos hábitos que le fueron impuestos por su cultura.
Y así los mismos problemas se repiten en cada nueva generación.
Pero nosotros debemos cortar el círculo vicioso y liberarnos de esas antiguas cadenas.
Y gozar de la libertad infinita, comiendo sólo yin y yang.
Y si tiene vitaminas mejor.
Nosotros nos comemos al mismo Universo.
Y por eso no tenemos límites.
Somos rigurosos con la calidad.
Porque sin calidad no hay libertad.
-Martín Macedo-
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