domingo, 13 de enero de 2019

La salud absoluta debe ser universal.


El gran maestro Georges Ohsawa siempre enseñaba en sus charlas que la salud infinita debía estar al alcance de todos.
Ricos y pobres.
Orientales y occidentales.
Eruditos y trabajadores manuales.
Los animales y los vegetales viviendo en la naturaleza salvaje tienen salud infinita y no tienen ni dinero ni herramientas.
La salud absoluta debe ser universal.
Si no es así entonces no se trata de la verdadera salud absoluta.
Pero hay escuelas macrobióticas que promueven ciertas enseñanzas que limitan el acceso a unos pocos adinerados.
Hay una escuela macrobiótica que enseña que para tener salud es necesario cocinar en ollas de titanio.
Todos los demás no podrán ser curados, porque las ollas de otros materiales vierten metales a los alimentos y los dejan casi inservibles.
Y hay gente impresionable que se deja atemorizar por esas enseñanzas tan extremas
Y si no pueden comprar esas ollas de costos elevadísimos se angustian porque creen que no podrán ser curados.
Cuando cayó la bomba atómica en Nagasaki la destrucción fue casi total.
Pero el Dr Akizuki del hospital San Francisco Javier logró curar a cientos de enfermos que llegaban con enfermedad atómica.
Y los 70 internados y las enfermeras todos sobrevivieron.
Akizuki había estudiado con Ohsawa y conocía la transmutación.
No tenía ollas de titanio, ni arroz orgánico ni cúrcuma ni bayas de Goji.
Sólo tenía arroz integral corriente, un poco de wakame, calabaza, misso y sal marina.
Y dio instrucciones a las enfermeras para que lo prepararan con el doble de sal de mar para crear un ambiente sanguíneo que neutralizara el extremo yin de la radioactividad.
Pero no le dieron el Premio Nobel.
Atribuyeron ese milagro a que el hospital era cristiano y que allí se celebraba la misa.
Pero el sacerdote que celebraba no comía en el hospital y murió poco tiempo después.
La humanidad no estaba pronta para comprender yin y yang.
Pero hoy hay más gente consciente.
Y si ellos lograron tantas curas en 1945 casi sin medios y rodeados de una altísima contaminación radiactiva.
Nosotros podemos hacer mil veces más milagros.
Aunque no tengamos ollas de titanio ni sal pura del Himalaya.
Quienes dependen de talismanes no han comprendido todavía.....que el cuerpo humano es una máquina creada por la inteligencia infinita para curar cualquier enfermedad y crear la sabiduría infinita.
Y la felicidad, que también tiene una base física.

 Martín Macedo

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