Algunos limones dan mucho jugo.
Pero otros apenas dan unas gotas.
Y así debe ser porque en la dualidad están siempre las dos variantes.
Los que dan mucho y los que dan poco.
Los limones jugosos y los limones secos.
Pero los limones secos también tienen derecho a ingresar en los escaparates de alimentos.
Ellos también forman parte de la inteligencia infinita y buscarán hábilmente la forma de atraer a las personas para que los lleven a sus cocinas.
Lo harán con precios bajos, y apariencias bonitas.
Y siempre habrá gente inexperta o inocente que caerá en la trampa y comprará barato creyendo que está llevando lo mejor porque encontró una oportunidad.
Lo importante es decidir qué tipo de limones seremos nosotros.
El limón da su jugo porque es lo que tiene para dar.
Un cantante dará su canto porque es lo que tiene para dar.
Un panadero dará pan porque es lo que sabe hacer.
Un recepcionista de un hotel dará los informes o atenderá a los visitantes porque es su actividad o servicio.
¿Y qué debe dar un macrobiótico?
Debe dar la salud infinita.
Debe darla como un regalo para el mundo.
Debe darla con alegría, con pasión, con la convicción de que así actúa el universo.
Todos amamos a las estrellas de cine.
Las estrellas dan toda su luz.
Dan todo su arte, todo su encanto, toda su belleza.
Lo dan todo y por eso lo atraen todo.
Pero hay muchos macrobióticos que son como los limones secos.
Dan poquito, muy poquito.
Pero piden mucho, piden consejos, piden libros gratis, piden recetas.
Desean recibir mucho pero dan poquito.
No han comprendido la gran Ley.
Sólo dando más recibimos más.
Sólo dando en abundancia recibimos en abundancia.
Pero muchos consideran que dar es esforzarse.
Sus egos los impulsan a percibir las cosas así.
Si me esfuerzo quedaré agotado.
Si doy me quedaré sin nada.
Ahí está el origen de la enfermedad.
El cansancio que en realidad es el cansancio del ego.
No es el cansancio de Dios porque el infinito no tiene carencias.
El ego y Dios conviven en nosotros.
Pero lo hacen mediante una determinada proporción.
El estudiante avanzado espiritualmente se engrandece y su fuerza crece más y más.
Pero el que no cultiva el desarrollo espiritual y sólo estudia la cocina y los cortes de los alimentos se cansa, se agota y se vuelve un desgraciado.
Y así muere sin haber dado todo el jugo.
Y por eso se acidifica y se enferma.
Porque acumuló su propio jugo en vez de compartirlo con el mundo.
Estas personas frecuentemente dicen durante toda su vida..."todavía no encontré mi misión".
-Martín Macedo-
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