Las diferentes formas de vida, evolucionan en forma espiraloide desde la periferia (yin) hacia el centro (yang).
Si tomamos seriamente esta visión espiral, veremos claramente que los vegetales se encuentran en un estadio anterior en la evolución y que al ser comidos por los animales avanzan en dirección al centro al convertirse en animales.
Digamos que todos tienen prisa por llegar al centro del espiral, porque allí está el fin del viaje: el infinito.
Cuando llegamos al centro del espiral, que es yang extremo entonces explotamos como el big bang y nos convertimos en el infinito, como ocurre con la bomba atómica.
Es como si miles de seres vivientes estuvieran haciendo alpinismo y todos desean ardientemente llegar a la cima (centro del espiral mirando desde arriba) a toda velocidad.
Comer carne es yang y por eso muchos la comen porque sienten que los hace fuertes y los acerca al centro, donde se convertirán en dioses.
Dios es el infinito, la belleza infinita, el poder infinito, la libertad infinita.
Estamos hambrientos de Dios y por eso las religiones tienen tanto éxito.
Comer carne para llegar antes es hacer trampa; porque la carne es para los animales con diseño carnívoro.
Es como cuando un ciclista usa drogas para ganar la carrera.
Cuanto más se drogue peor le irá.
Cuanta más proteína animal tomemos peor nos irá.
Porque haremos un gran daño a nuestras arterias diseñadas para una dieta basada en plantas (yin).
Entonces la macrobiótica nos enseña a crear ese yang con cereales y verduras para contraernos poco a poco y llegar al centro del espiral de la evolución que es el fin del viaje.
Porque este cuerpo es el medio de transporte del que disponemos para convertirnos en el infinito.
En una estrella llena de luz infinita.
De poder infinito.
Sin destruir el cuerpo.
Porque Dios desea habitar en él cuando lleguemos al centro.
Y debe estar en perfecto estado de salud.
Para semejante invitado.
-Martín Macedo-
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