La inteligencia infinita dispone de dos grandes manos para la construcción de todas las formas.
Estas también expresan esta inteligencia.
Y por eso no se destruyen mutuamente; eso sería muy tonto, pues la desaparición de una implica la desaparición de la otra.
Si las mujeres se enojan con los hombres y los exterminan, ellas también desparecerían de los escenarios de la vida.
Si el agua apagara todos los fuegos, el planeta se enfriaría y toda le agua se congelaría dejando de existir en forma de agua líquida.
Por esa razón Yin y Yang se cuidan mutuamente, se protegen mutuamente, se honran mutuamente porque al surgir desde la inteligencia infinita saben que sólo pueden operar en el mundo de las formas cuando su compañera se encuentra bien y saludable.
Salud y enfermedad también son una pareja estable de yin y yang.
El propósito de la enfermedad no es la destrucción de la salud.
Su verdadero propósito es fortalecer y aumentar la salud.
El propósito del descanso no es terminar con la acción.
Este hace posible regresar al trabajo con nuevas y frescas energías, ya que si trabajamos en exceso, sin pausas, se generaría un agotamiento que haría imposible una vida activa.
Yin y Yang son altamente inteligentes.
Una apoya y ayuda a la otra a ser más grande, más fuerte, más poderosa.
Y la otra responde de la misma forma.
Por eso podemos decir que yin y yang se aman infinitamente y así se alimentan mutuamente y encuentran la formas más ingeniosas de mantener fuertes a sus parejas.
La enfermedad tiene como propósito el incremento de la salud.
La persona que nace con una salud muy fuerte, y que vive con esta salud heredada durante muchos años es la que comete los excesos más escandalosos y además estimula a los otros a seguir sus pasos, recomendando comer carne, tomar vino, beber leche y recibir todas las vacunas.
La salud más grande, cuando es gratuita, cuando no se genera con el propio esfuerzo produce las personas más insensibles, más egoístas, más destructivas.
Afortunadamente este tipo de salud se acaba pronto porque es auto destructiva.
La verdadera salud surge desde la experiencia de la enfermedad.
Esta experiencia nos obliga a pensar, a revisar nuestra vida, a reconsiderar nuestras rígidas creencias y a cambiar nuestra forma de nutrirnos.
Así nos vemos forzados a conectarnos con el sabio que siempre estuvo dentro nuestro intentando ayudarnos, pero al que nunca tomamos en serio.
Nuestro mejor sanador está dentro nuestro y si lo dejamos hacer lo que sabe construirá para nosotros el cuerpo más fuerte, más bello, más funcional y más perfecto.
Por eso dicen los sabios que el último será el primero y el primero será el último.
Esa es la ventaja de ser el último.
Esa es la ventaja de ser el primero.
Todos ganan y todos se enriquecen.
Porque el juego nunca acaba.
Y si no fuera así no tendría emoción alguna.
-Martín Macedo-
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