Debes mejorar la calidad de tus regalos.
Este es el secreto de la felicidad según Ohsawa.
Como todas las habilidades se perfecciona con la práctica.
Cada día haz regalos a las personas.
No significa ir al centro comercial y comprar algo que se puede embalar.
El regalo de Ohsawa es intangible.
El regalo de un músico es su música.
El regalo de un sabio es su sabiduría.
El regalo de un chef son sus comidas.
Si el músico lleva su música al siguiente nivel, los que la escucharán estarán agradecidos y su felicidad aumentará.
Por esa razón debemos pulir nuestras habilidades naturales hasta que brillen como las estrellas.
Y para poder expresar toda la fuerza y destreza que el alma desea expresar el cuerpo debe ser fuerte y saludable.
Si el cuerpo está dañado será mucho más difícil hacer este tipo de regalos magníficos.
El chef no podrá ofrecer los gloriosos platos que tiene en mente si sus manos están hinchadas y adoloridas por la artritis.
El sabio no podrá iluminar la vida de sus estudiantes si tiene lagunas mentales por un trastorno neurológico.
Beethoven tenía la voluntad infinita de terminar la 10° sinfonía pero su cuerpo estaba tan dañado por la cirrosis que murió antes de ver terminado su trabajo sagrado.
Cada día tomaba sus comidas en un bar.
Vivía sólo y en su casa no se preparaba alimentos.
Su casa era su lugar de trabajo y dormitorio.
Pero la nutrición estaba en la cantina.
Y partió a los 58 años luego de haber creado obras musicales sublimes.
Si hubiera cuidado su nutrición podría haber hecho 20 sinfonías y emocionar al mundo del arte hasta los 90 años.
Pero se entregó con alma y vida al trabajo profesional.
Sacrificó su salud para poder dedicarse tiempo completo a sus composiciones.
Grandes escritores, grandes pintores, grandes científicos se retiran prematuramente y dejan al mundo sin sus regalos.
La grandeza del alma debe reflejarse en el cuerpo.
La fuerza y la belleza interior deben insinuarse en la carne.
Lo de adentro es tan sagrado como lo de afuera.
Porque no se pueden separar.
Ya que la inteligencia infinita es una.
Y nunca podrá dividirse ni fragmentarse.
-Martín Macedo-
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