Lo pequeño sostiene a lo grande.
Lo grande no puede existir sin lo pequeño.
Un gran edificio se compone de pequeños ladrillos.
Una gran obra de arte se hace con pequeñas pinceladas.
Una gran salud se crea y sostiene con pequeñas decisiones.
¿Has decidido lo que vas a construir en el año que nos regala el amor infinito?
Un año entero para construir una obra magnífica.
Pero si empiezas el año intoxicado y aturdido es un mal presagio.
Porque si el árbol se tuerce de pequeño es muy difícil enderezarlo después.
Comencemos el año con la decisión absoluta de lo que vamos a construir.
Necesitamos trabajar con lo grande (la mente) y lo pequeño (el cuerpo).
Necesitamos trabajar con las dos manos y los dos pies.
Con el yin y con el yang.
Porque vivimos en la dualidad y las reglas del juego de la vida son las reglas de la dualidad.
¿Salud absoluta?
Suena muy bonito, pero no puede sostenerse sin la enfermedad.
No puede existir el descanso reparador si no hubo antes un trabajo agotador.
No puede haber un sabor maravilloso sin antes haber creado el hambre de un oso que acaba de despertar de su hibernación.
Por esa razón el que come cada dos horas nunca siente satisfacción.
Para construir la salud infinita necesitamos considerar a la enfermedad como nuestro punto de apoyo.
Porque sólo la enfermedad crea la conciencia.
Crea la voluntad, la motivación de experimentar lo contrario.
Como cuando nos levantamos de la cama en invierno y al sentir un frío intenso vamos sin asumo de dudas a buscar algo con que cubrirnos.
Sólo los que experimentan la enfermedad al menos una vez en su vida, son los que pueden desarrollar la pasión ardiente por liberarse de ella y volver a la gloriosa experiencia de la salud infinita.
El contraste crea la fuerza.
Por eso una medicina que combate las enfermedades es el mayor atentado a la salud pública.
-Martín Macedo-
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