miércoles, 30 de diciembre de 2020

Todos pueden curarse ahora mismo

 Todos pueden curarse ahora mismo.

Porque la voluntad infinita está en todo y en todos.
Nadie puede salirse del infinito.
Nadie puede existir fuera del infinito.
Nadie puede desconectarse de la inteligencia infinita.
La mayor parte de la humanidad vive la experiencia del olvido.
Pero aunque hayan olvidado siguen siendo seres magníficos, poderosos e infinitamente inteligentes.
La voluntad infinita está en todos los corazones, en todos los riñones y en todos los sistemas inmunes.
De todo lo que respira.
El ser humano es el mayor aventurero del universo.
Renuncia a todos sus poderes para experimentar la aventura de la separación.
Para experimentar la carencia, la debilidad, la angustia de no ser nada, debe olvidar totalmente su origen.
Y ahí se queda despojado de todo poder durante muchas vidas.
En una jaula mental en la que él mismo elige habitar y luego cierra con llaves y las tira por la ventana.
Parece un juego macabro.
Pero termina bien.
Porque luego de siglos de carencia y limitación un gran día largamente esperado comprende......
Es el despertar.
El humano debe enfrentar una situación que lo ponga contra las cuerdas y lo obligue a revisar sus rígidos sistema de creencias.
Como es un ser infinito, rompe su jaula con todos sus barrotes y no necesita las llaves porque su fuerza es ilimitada.
Entonces cura todas sus enfermedades, toma toda la riqueza que necesita, viaja a todos los lugares que desea y ama a todos los que se le cruzan en el camino con una pasión infinita.
Ha comprendido y ahora es libre.
Ha comenzado la fiesta.
Llegó la hora de la salud infinita.

-Martín Macedo-

Sin comprensión no hay curación

 Recientemente me han preguntado si se puede curar el VIH con la macrobiótica.

También muchas personas me preguntan si se puede curar el HPV.
Yo les respondo que todo se puede curar con la macrobiótica.
Pero no es la macrobiótica la que cura, sino la comprensión del principio de las transformaciones.
Es una cura por la comprensión.
Sin comprensión no hay curación.
La gente cree que es como aplicar una pomada para curar una verruga o una dermatitis; o aplicar un medicamento para curar la acidez.
Nada externo puede curarte, porque nada externo te puede enfermar.
Ningún virus te enfermará; tú mismo te enfermas al crear un conflicto ácido base en tu sangre.
Los virus sólo reaccionan a ese conflicto porque el mismo conflicto los obliga a cambiar.
Cuando la sangre se deteriora aparece la enfermedad.
Cuando la sangre recupera su equilibrio la enfermedad acaba.
Pero la gente quiere curarse con medicinas que se compran y se toman, como quien elimina una plaga con un insecticida fuerte.
Todos sabemos que la aplicación del plaguicida elimina por un tiempo las cucarachas; pero al poco tiempo regresan y se debe volver a fumigar.
Una amiga se mudó a una playa hermosa en un lugar de ensueño, pero una vez por semana debe cerrar su casa como un bunker porque en una cercana urbanización de turistas fumigan una vez por semana para mantener a raya a los insectos.
Así ocurre con las curas externas.
La enfermedad tiene un origen interno: la ignorancia.
Y la ignorancia no se cura con gotas, hierbas ni masajes.
Ni mucho menos con vacunas o antibióticos.
La enfermedad es un aviso de que estamos en conflicto con la naturaleza; con nuestra propia naturaleza, con la naturaleza de nuestro planeta, con la naturaleza del Universo.
Si no se resuelve este conflicto toda cura es momentánea y aparente.
Cuando se comprende el propio conflicto y se lo corrige todo se cura porque recuperamos el poder al que habíamos renunciado.
Y por ese motivo quien anda buscando dietas nunca podrá curarse.

-Martín Macedo-

lunes, 28 de diciembre de 2020

Todo alimento contiene información

 Todo alimento contiene información.

Las semillas contienen la información para la perpetuación de la especie y esa información no se libera fácilmente.
Está celosamente protegida.
La inteligencia de la semilla es tan aguda que crea una corteza lo suficientemente resistente como para resistir los jugos digestivos de las aves y otros animales que las ingieren.
Así las aves vuelan y propagan las semillas que eliminan por el tubo digestivo lejos del lugar de la ingesta.
Y así el objetivo de "creced y multiplicaos" mencionado en la Biblia se cumple a la perfección.
Los cereales son semillas y tienen unos inhibidores enzimáticos como fitina y taninos que obstaculizan la acción de los jugos digestivos en un intento de que la semilla llegue finalmente a la tierra y germine.
La digestión es la descomposición de los nutrientes que ingerimos en sustancias simples para ser asimiladas e incorporadas a nuestras cadenas biológicas.
La masticación forma parte de la digestión.
La cocción forma parte de la digestión.
El remojo forma parte de la digestión.
Es en realidad una pre-digestión.
El objetivo es facilitar el ingreso de los nutrientes simplificados para que puedan convertirse en sangre y así hacer su efecto terapéutico.
Durante el remojo se ablandan los hidratos de carbono, y la sólida capa de fibras (salvado).
Y se inactivan los inhibidores enzimáticos que dificultan la liberación de los nutrientes.
La semilla es burlada, y cree que está en la tierra al encontrarse con el agua del remojo.
El proceso final de la digestión es yin porque el alimento se desintegra, descompone, se fragmenta en sus componentes elementales.
Y el cuerpo luego hace la síntesis (yang) de nuevas proteínas y construye cabellos, uñas, huesos y hormonas.
Por lo tanto ese yin inicial del remojo tiene un objetivo final yang que es la simplificación de los nutrientes para que estén disponibles para la creación de una salud de hierro.
La salud de hierro es el resultado de la interacción de yin y yang.
Inhalar es yin y exhalar es yang.
No hay nada errado en inhalar.
No hay nada errado en exhalar.
Algunas escuelas remojan y otras no remojan el arroz.
Prefiero ser fiel a los mejores intereses del futuro del movimiento macrobiótico que ser fiel a puntos de vista exclusivos de algunos maestros que con su mejor intención enseñaron lo que en su momento creyeron más oportuno para la felicidad del movimiento.

-Martín Macedo-

Cuatro formas de vivir el trabajo

 Independientemente del tipo de trabajo, de rol o de función profesional que desempeñemos, existen cuatro actitudes distintas de afrontar la manera con la que nos relacionamos con nuestro día a día laboral.

Es cierto que no podemos cambiar a nuestro jefe ni a nuestros compañeros de trabajo. Tampoco podemos hacer mucho para que varíen nuestras condiciones laborales. Sin embargo, nuestro grado de satisfacción e insatisfacción no tiene tanto que ver con nuestras circunstancias, sino con la actitud que tomamos frente a ellas.

El primer nivel de actitud engloba a quienes «odian lo que hacen». Es decir, a todos aquellos que no sólo detestan su curro, sino también la cantidad de dinero que perciben por sus servicios. No intentan disimular su descontento para con la empresa en la que trabajan. Debido a su malestar, tampoco podrían. Su lenguaje corporal es de lo más elocuente y la expresión de su rostro, completamente transparente. Están enfadados con el mundo y convencidos de que son víctimas del sistema.

El segundo nivel de actitud representa a quienes «cumplen con lo que hacen». Sin duda alguna, es el perfil mayoritario en nuestra sociedad. En este caso, las emociones predominantes son la impotencia, la resignación o la indiferencia. En general no saben qué les gustaría hacer con su vida laboral. O simplemente no se atreven a dar pasos en la dirección de sus sueños por miedo a salir de la zona de comodidad en la que llevan años instalados. Durante ocho horas al día, se dedican a cumplir con sus obligaciones laborales. Ni más ni menos. Sin embargo, la rutina termina alienándoles, marchitando su ilusión y consumiendo su energía vital.

Si pudieran permitírselo, no trabajarían. Conciben el trabajo como un trámite necesario para ganar dinero con el que pagar sus facturas. Suelen mirar el reloj mientras están en la oficina y su mayor deseo es que llegue el viernes para poder desconectar. Mientras, algunas de ellas suelen rellenar quinielas o jugar a la lotería, esperando que un boleto ganador les libere del estado de esclavitud económica en el que se encuentran. Pero dado que ese cupón nunca llega, su grado de enajenación aumenta de forma exponencial conforme van pasando los años.

Al llegar las vacaciones, quieren hacer tantas cosas que las terminan viviendo con estrés y ansiedad. Y una vez de vuelta a la rutina laboral, casi todos sufren el denominado «síndrome posvacacional». Así, durante los primeros días de septiembre, padecen insomnio, pérdida de apetito y falta de concentración. Si bien estos síntomas surgen como consecuencia de un desajuste temporal de los hábitos, también acostumbran a sentir desasosiego y vacío existencial, lo que pone de manifiesto la insatisfacción que vienen acumulando durante todo el año.

EL PODER DE LA ACTITUD
“Al ser humano se le puede arrebatar todo salvo la actitud con la que enfrenta sus circunstancias.”
(Viktor Frankl)

Cuenta una historia que tres albañiles estaban desempeñando la misma tarea a las afueras de un pueblo. De pronto apareció un niño, que se acercó a ellos con curiosidad. Estaba intrigado por el tipo de obra que estaban construyendo. Al observar al primer obrero, se dio cuenta de que no paraba de negar con la cabeza. Parecía molesto y enfadado. Sin embargo, el chaval se armó de valor y le preguntó: “¿Qué está usted haciendo?” El albañil, incrédulo, lo miró despectivamente y le respondió: “¿Qué pregunta más tonta es esa? ¿Acaso no lo ves? ¡Estoy apilando ladrillos!”

Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. Por eso se dirigió al segundo operario, cuya mirada irradiaba resignación e indiferencia. “Perdone que le interrumpa, señor”, dijo el chaval con cautela. “Si es tan amable, ¿me podría decir que está usted haciendo?” Cabizbajo, el albañil se limitó a contestarle: “Nada importante. Tan solo estoy levantando una pared.”

Finalmente, el niño se acercó hasta el tercer obrero, quien silbaba mientras disfrutaba de su tarea. Tanto es así, que el chaval se acercó con más tranquilidad y confianza. Y nada más verlo, el albañil le saludó: “¡Buenos días, jovencito! ¿Qué te trae por esta obra?” Sorprendido por su buen humor, el chaval le contestó: “Tengo mucha curiosidad por saber qué está usted haciendo.” Aquel comentario provocó que el operario irradiara una enorme sonrisa. Y, con cierto tono de satisfacción, le respondió: “¡Estoy construyendo el hospital infantil del pueblo!”

LOS QUE AMAN LO QUE HACEN
“Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni solo día de tu vida.”
(Confucio)

A pesar de que solemos asociar el trabajo con el cumplimiento de un deber o una obligación, podemos convertir nuestra dimensión profesional en una forma de expresar lo mejor de nosotros mismos. Esta es precisamente la principal característica del tercer nivel de actitud, que agrupa a quienes «aman lo que hacen». Es decir, a aquellos que a pesar de no dedicarse –ni mucho menos– a su profesión soñada, tratan de ponerle buena cara al mal tiempo. De hecho, se caracterizan por la energía positiva que desprenden mientras trabajan. Y no precisamente porque ejerzan tareas divertidas.

Las personas que aman lo que hacen cuentan con una desarrollada inteligencia emocional. Saben cómo convertir los problemas laborales en oportunidades de aprendizaje. En vez de quejarse o protestar por lo que les falta o por lo que no tienen, suelen valorar y agradecer aquellas cosas provechosas que les aporta actualmente su trabajo.

Como consecuencia de este cambio de actitud, irradian un buen humor contagioso, creando a su alrededor un clima agradable. De manera natural, fomentan relaciones basadas en la confianza y la complicidad. Están a gusto consigo mismas y con su vida profesional. Y así es como suelen sentirse aquellos con los que interactúan, sean jefes, compañeros, clientes o proveedores.

LOS QUE HACEN LO QUE AMAN
“¿A qué estás esperando? Encuentra tu propia voz. Cuanto más tardes en empezar a buscarla, más difícil te será encontrarla.”
(Walt Whitman)

En esta misma línea viven su profesión las personas que se agrupan en el cuarto nivel de actitud: los que «hacen lo que aman». En este colectivo se encuentran quienes se han alineado con una misión y un propósito que va más allá de ellos mismos. Es decir, aquellos que desarrollan una profesión útil, creativa y con sentido, que verdaderamente contribuye a mejorar la vida de los demás. Se nota que respetan la profesión que han escogido y hablan de ella con pasión y entusiasmo.

Las personas que hacen lo que aman no han escogido su camino ni su trayectoria profesional. Sus decisiones no vienen movidas por la lógica ni la razón. Por el contrario, son fruto de escuchar a su voz interior. Así, la palabra «vocación» procede del verbo latino «vocare», que significa «una llamada que viene desde nuestro interior para poner nuestra voz en acción». Al seguir nuestra vocación, lo que hacemos en la vida se convierte en un fiel reflejo de quienes hemos descubierto que somos. Y el 100% de las veces nos conecta con valores como el altruismo y la generosidad.

Causalmente, hacer lo que amamos está vinculado con el descubrimiento y el desarrollo de nuestros talentos innatos. De hecho, es una inmejorable oportunidad para desplegar el potencial que reside en nuestro interior. Tanto es así, que estas personas no conciben su función profesional como un trabajo. Para ellas, no tiene sentido hablar de horarios. De hecho, ninguna de ellas siente que trabaja. Y sin importar el dinero que ganen, se sienten inmensamente ricas.

Aunque no lo han buscando, suelen disfrutar de una cierta abundancia económica, la cual nunca es un objetivo en sí mismo, sino que siempre viene como resultado de su contribución a la sociedad. Curiosamente, todas ellas ¾sin excepción¾ se sienten inmensamente afortunadas y agradecidas por el aprendizaje derivado de todas las vivencias que han experimentado a lo largo de la vida, especialmente las más adversas y dolorosas. Principalmente porque han sido las que han necesitado para descubrir su lugar en el mundo.

Artículo publicado por Borja Vilaseca en El País Semanal el pasado domingo 19 de abril de 2015.

Significado emocional de las adicciones

Las adicciones están relacionadas al núcleo familiar, a la sobreprotección materna y a la ausencia del padre. Ambos casos por falta de amor incondicional. Toda adicción busca evitar el contacto con la emoción, puede ser un sentimiento de vacío existencial, falta de amor, sentirse solo, desconexión con nuestro ser superior.

Si analizamos etimológicamente la palabra ADICCIÓN significa «no dicho». Aquello que no puedo o no quiero expresar.
🤼‍♂️
Cocaína: Ayuda a manejar el odio para con el padre, a expresar lo que no me atrevo a expresar, puesto que la cocaína me desinhibe. Ilusión de un gran despertar que facilita la relación con los demás. Quiero recobrar mi pureza o aquello que ya no puedo generar más, como la admiración de los otros.
🌿
Marihuana: Ayuda a manejar una separación de pareja, y mi identidad o posición frente a esa separación. Persona que se busca a sí mismo, que no sabe que vino a hacer sobre el planeta. Conflicto de identidad.
🍷
Alcoholismo: Está relacionado con el deseo de huir de las responsabilidades físicas o afectivas por miedo a estar herido y ser lastimado otra vez. (conflicto con mamá).
🦴
Tabaco: El tabaco está relacionado con conflictos de la madre, vivir una situación profunda de soledad. Falta de comunicación con la madre o exceso de sobre protección. Falta de libertad e independencia.
🧛‍♂️
Obesidad: Tratar de saciar el hambre de amor con comida. Cuanto más se come, mayor es el hambre. Comer para tratar de superar el pasado o las experiencias no asimiladas.
🍫
Chocolate: La necesidad del amor y la dulzura de papá. Conflictos con la ausencia, falta de amor o desvalorización del padre.
🍚
Azúcar: La necesidad de endulzar la vida, compensando la sensación de falta de amor, ternura y alegría en la persona.
👥
Adicción al sexo: Tratar de llenar con lo físico, lo espiritual, pensar que tener sexo es tener amor.
👨‍🌾
Adicción al Trabajo: Vivir con demasiado apegos y miedo, para no sufrir carencia. Creer que se debe demostrar que mi vida es productiva y que los demás reconozcan que valgo para algo.
🏋️‍♀️
Adicción al ejercicio: Dificultad de aceptarse a sí mismo. Dependencia de su estado físico ( por fuera) para cubrir y llenar el vacío (Interior) de inseguridad en su propio ser.
✨
Si sufres este tipo de adicciones debes ir al origen de la raíz de tu historia y perdonar lo que haya que perdonar en ti, sanar al niño interior y no tomarse la vida como castigo o sufrimiento, se debe trabajar el empoderamiento, la humildad, la valoración y sobre todo, el amor propio.

domingo, 27 de diciembre de 2020

Nunca nuestro planeta estuvo tan superpoblado

 Nunca nuestro planeta estuvo tan superpoblado.

Nunca hubo tanta acumulación de contaminantes de todo tipo.
Hemos elegido encarnar en esta era super tóxica.
La más tóxica de toda la historia conocida de este planeta.
Si andamos por la vida con miedo a la contaminación radiactiva, electromagnética, química o a la mala calidad del agua y del aire no podremos ser felices durante esta encarnación en particular.
Debemos fortalecernos al punto de que el miedo desaparezca.
Nuestra única opción para ser felices en este mundo super contaminado es la salud absoluta.
Y la salud absoluta no se consigue huyendo de los contaminantes sino transformando nuestro cuerpo biológico en una máquina poderosa capaz de auto descontaminarse más rápido que otras máquinas no tan saludables.
Para ello es necesario ante todo, tener una vida con abundante actividad física.
El movimiento es lo que asegura que los tóxicos que entren al sistema, salgan rápido.
Y crear un océano en nuestra sangre y en todos los líquidos corporales.
El océano es el lugar del mundo que más contaminantes recibe y los acepta y los convierte en bellísimas formas de vida animal y vegetal.
Sin importar cuántas toneladas recibe de basura todo lo transmuta con su infinito poder .
Porque el océano es el lugar más yang del mundo, debido a la sal marina y a su permanente dinámica.
Si incorporamos un poco de la sal del mar y nos mantenemos dinámicos, nuestra sangre hará olas impulsada por el incansable corazón.
Cuando el poder de los océanos entre en cada célula y en los fluidos que las bañan tendremos una salud poderosa y constante.
Y podremos ser felices porque hemos creado una sangre mágica, un cuerpo sagrado que vive y funciona en uno de los planetas más contaminados del universo.

-Martín Macedo-

sábado, 26 de diciembre de 2020

Hay una realidad que se ve y otra realidad que no se ve

 Hay una realidad que se ve y otra realidad que no se ve.

Ambas transcurren paralelas y simultáneas.
Mundo de la energía y mundo de la forma.
El pensamiento científico parte de la creencia de que el mundo que se ve es la “realidad”.
Y si algo no se ve inventa una máquina para verlo.
Como un microscopio electrónico.
Entonces sí lo ve y lo considera “verdad”.
Pero depende siempre de los sentidos físicos, para construir sus dialécticas.
Por eso la ciencia médica en su afán por la rigurosidad únicamente se basa en el mundo que se ve.
Y por eso su alcance es muy limitado y no consigue curar en profundidad.
Porque no toma en cuenta la realidad del mundo de la energía vital.
Se trata de un tipo de información inaccesible a los órganos de los sentidos.
Entonces para ellos no existe y asunto resuelto.
Y crea leyes para imponerse como medicina oficial.
La medicina llamada “complementaria” se basa en el mundo que no se ve.
Y sus técnicas van a las profundidades del ser, donde se originan las enfermedades.
Más allá de las formas físicas, hay un gran universo viviente y palpitante donde todos estamos y no podemos dejar de estar porque es el soporte invisible de nuestros magníficos templos visibles.
Allí ocurre la creación de todas las formas.
Allí es donde debe crearse la salud infinita.

-Martín Macedo-

Todo se rige por el principio causa-efecto

 Muchas personas tienen a sus ancianos padres en casas de salud.

Estas casas aumentan en las grandes ciudades debido a que los padres mayores ya no pueden cuidarse solos.
Porque les afectan graves enfermedades degenerativas que los convierten en dependientes.
Terminar en este tipo de instituciones no es el ideal de la vida para ningún ser humano.
Es un recurso extremo resultado de una vida de hábitos extremos.
Fuimos diseñados para la salud y para vivir y morir en la naturaleza.
Todo se rige por el principio causa-efecto.
Si queremos cambiar el efecto, es necesario cambiar la causa.
Lo que como hijos debemos comprender.
Es que si tenemos los mismos hábitos que nuestros padres, también tendremos un final institucionalizado.
Cuando somos jóvenes nos sentimos fuertes y creemos que para nosotros será diferente.
Pero si se tienen los mismos hábitos que los padres, el mismo desayuno, el mismo almuerzo y el mismo estilo de celebraciones, la misma profesión, el mismo negocio familiar, los mismos niveles de estrés, el mismo modelo de vacacionar, las mismas convicciones religiosas y la misma búsqueda de “bienes” materiales.
El final será el mismo, porque la misma causa genera el mismo efecto, aunque pasen mil generaciones.

-Martín Macedo-

Convertirnos en la vida infinita

 Las multitudes tienen prisa por hacer sus compras de Navidad y se apiñan en los centros comerciales para llevar la abundancia a la mesa de nochebuena.

¿Y qué comen?
Proteína animal en cantidad, alcohol, harina y azúcar refinada.
Sin conciencia, sin reflexión, sólo siguen la inercia colectiva.
El triunfo del juicio sensorio.
De lo rico quiero más, de lo rico quiero mucho.
Porque esto es lo que hacen todos.
Es un paradigma, siempre se hizo así, es una tradición.
Ya lo hacían los romanos en sus famosas comidas con todo tipo de carnes.
Construyeron un gran imperio a toda velocidad, con gran determinación.
Y con la misma voluntad, con la misma determinación destruyeron sus imperios biológicos.
Roma era grande porque los romanos eran grandes .
Pero cuando se entregaron a los placeres del segundo nivel de juicio, el imperio se derrumbó en poco tiempo, porque cuando la gente se deteriora, la nación entra en declive.
No conocemos otra forma de festejar.
La humanidad tiene prisa por destruir su preciosa salud.
La medicina le provee de medicinas para que la destrucción sea menos dolorosa.
Debemos dejar de ser occidentales.
No para convertirnos en orientales.
Debemos volver al principio.
Sin ningún tipo de identidad.
Convertirnos en la vida infinita.
Convertirnos en la maravilla que siempre ha querido manifestarse pero ha debido esperar durante siglos debido a nuestros programas y tradiciones bárbaras.

-Martín Macedo-

La ley de causa-efecto

 Una parte nuestra ya llegó.

Otra parte nuestra todavía no llegó.
Si vamos en un vuelo hacia Madrid y faltan 8 hs para llegar.
Nuestro cuerpo todavía no llegó.
Pero nuestra mente puede llegar mucho antes cuando nos “vemos” aterrizando en Barajas y haciendo los trámites migratorios.
Y mientras nos regocijamos en la visión de la llegada las emociones son las mismas que tendremos cuando la parte física esté allí.
Para sentirnos bien no es necesario haber llegado físicamente.
Podemos sentirnos felices en la expectativa, en la certeza de lo que será.
Como cuando nos sentimos felices en los preparativos de un viaje.
Mucho antes de sacar los pasajes.
Mucho antes de reunir el dinero para los gastos.
No es necesario que pasen cosas en el mundo de las formas para experimentar la felicidad.
La parte que se mueve a una velocidad infinita ya llegó y ya está celebrando.
Cuando una persona me consulta por una enfermedad “incurable”.
Le explico el orden del universo.
Curo su comprensión.
Hago que entienda la poderosa ley de causa-efecto.
Entonces comprende que si cambia las causas creará otros efectos.
Pro-boca-rá la salud infinita.
Cambiando su forma de aplicar el verbo y de nutrirse.
Entonces su alma se sana y se siente feliz.
Sale feliz de la consulta, porque se ha curado.
Porque la parte que ya llegó ya está celebrando.
Mientras que la parte que todavía no llegó.....
Está invitada a sumarse a los festejos.

-Martín Macedo-

Para que algo se exprese primero debe imprimirse

 Permítaseme expresar mis pensamientos.

Si alguien tiene un buen nivel educativo se dice: ¡qué bien se expresa!
Otros prefieren expresarse con su cuerpo, con el baile o la actuación y se dedican a la expresión corporal.
La expresión es una realidad que compartimos con los otros.
La expresión es yang; la persona expresiva es más audaz, más atrevida.
Pero si hay una parte yang, debe haber una parte yin.
Porque no pueden existir aisladamente, uno nutre y da vida al otro.
La contracara de la expresión es la impresión.
Neville Goddard lo enseña magistralmente en sus libros y audios que están teniendo una gran difusión entre los hispano parlantes, aunque su enseñanza siempre fue en los EEUU.
Para que algo se exprese primero debe imprimirse.
Uno expresa lo que tiene adentro, es decir sus impresiones.
Todo lo que se imprime en la mente (interior) debe necesariamente expresarse (exterior).
Todo lo que ocurre, todas nuestras experiencias, altos y bajos, enfermedades y salud, alegría o tristeza, pobreza y abundancia son expresiones de algo que primero se imprimió en la mente.
Por esa razón si no nos gusta la expresión debemos cambiar la impresión.
Todos vemos la expresión porque es yang, visible, concreta, pero no todos comprenden la importancia de la impresión que la crea, porque ésta es invisible, sutil, mental.
Todo el tiempo estamos pensando, la actividad de la mente es constante, incluso durante el sueño.
Ni siquiera la muerte física detiene la actividad de la mente.
Pero si la mente no está entrenada, las impresiones son aleatorias, caóticas, algunas negativas y otras positivas.
Entonces así será la calidad de las expresiones.
Si comemos desenfrenadamente en las fiestas, esa expresión es el resultado de haberlo imaginado días, semanas, meses antes.
Esa impresión previa, sutil, invisible, creó la expresión.
Por esa razón podemos hacer una revisión de nuestras actividades antes de dormir como sugiere Neville.
Si nos vemos tomando nuestra cena de Navidad o fin de año, con sobriedad y con alegría pero sin agredir nuestro cuerpo, esa impresión creará otra expresión diferente.
Cuando pierdes los estribos en la mesa la causa no está en las otras personas o en el ambiente permisivo de las fechas, sino en impresiones emocionales, mentales previas, que mucho antes crearon esa expresión.
Así podemos enviar a la matriz infinita del universo las mejores impresiones para crear las más bellas expresiones.
Ese es el arte supremo de la vida.
Por ello quien no ejercita su mente, ni se convierte en un maestro de su imaginación, vivirá luchando para apaciguar los resultados caóticos de sus expresiones.
Y dirá que la vida es muy dura y difícil.
Tonto.....son tus propias impresiones que están expresándose!!!
Por ello aprender a imprimir la salud infinita con absoluta claridad es más importante que aprender a cocinar y los cortes de los vegetales.

-Martín Macedo-

martes, 22 de diciembre de 2020

La humanidad tiene prisa por destruir su preciosa salud

 Las multitudes tienen prisa por hacer sus compras de Navidad y se apiñan en los centros comerciales para llevar la abundancia a la mesa de nochebuena.

¿Y qué comen?
Proteína animal en cantidad, alcohol, harina y azúcar refinada.
Sin conciencia, sin reflexión, sólo siguen la inercia colectiva.
El triunfo del juicio sensorio.
De lo rico quiero más, de lo rico quiero mucho.
Porque esto es lo que hacen todos.
Es un paradigma, siempre se hizo así, es una tradición.
Ya lo hacían los romanos en sus famosas comidas con todo tipo de carnes.
Construyeron un gran imperio a toda velocidad, con gran determinación.
Y con la misma voluntad, con la misma determinación destruyeron sus imperios biológicos.
Roma era grande porque los romanos eran grandes .
Pero cuando se entregaron a los placeres del segundo nivel de juicio, el imperio se derrumbó en poco tiempo, porque cuando la gente se deteriora, la nación entra en declive.
No conocemos otra forma de festejar.
La humanidad tiene prisa por destruir su preciosa salud.
La medicina le provee de medicinas para que la destrucción sea menos dolorosa.
Debemos dejar de ser occidentales.
No para convertirnos en orientales.
Debemos volver al principio.
Sin ningún tipo de identidad.
Convertirnos en la vida infinita.
Convertirnos en la maravilla que siempre ha querido manifestarse pero ha debido esperar durante siglos debido a nuestros programas y tradiciones bárbaras.

-Martín Macedo-

La misma causa genera el mismo efecto

 Muchas personas tienen a sus ancianos padres en casas de salud.

Estas casas aumentan en las grandes ciudades debido a que los padres mayores ya no pueden cuidarse solos.
Porque les afectan graves enfermedades degenerativas que los convierten en dependientes.
Terminar en este tipo de instituciones no es el ideal de la vida para ningún ser humano.
Es un recurso extremo resultado de una vida de hábitos extremos.
Fuimos diseñados para la salud y para vivir y morir en la naturaleza.
Todo se rige por el principio causa-efecto.
Si queremos cambiar el efecto, es necesario cambiar la causa.
Lo que como hijos debemos comprender.
Es que si tenemos los mismos hábitos que nuestros padres, también tendremos un final institucionalizado.
Cuando somos jóvenes nos sentimos fuertes y creemos que para nosotros será diferente.
Pero si se tienen los mismos hábitos que los padres, el mismo desayuno, el mismo almuerzo y el mismo estilo de celebraciones, la misma profesión, el mismo negocio familiar, los mismos niveles de estrés, el mismo modelo de vacacionar, las mismas convicciones religiosas y la misma búsqueda de “bienes” materiales.
El final será el mismo, porque la misma causa genera el mismo efecto, aunque pasen mil generaciones.

-Martín Macedoñ

domingo, 20 de diciembre de 2020

Vocabulario de la escasez

La escasez se ha metido en nuestras conversaciones, nos habla al oído. Para no arraigarla, deberíamos erradicar para siempre algunas expresiones de nuestro vocabulario. Entre ellas:

1) ~POCO A POCO:~ Cuando la mayoría de las personas empiezan algo, suelen afirmar: "avanzaremos poco a poco". La palabra “poco” significa <escaso>. ¿Qué imagen ves cuándo escuchas la palabra “poco”?. Presta atención a esto: "Lo haremos poco a poco" vs *"Lo haremos paso a paso."* La segunda expresión es más edificante, construye un cuadro mental de más fuerza y posibilidad.
2.) ~NECESITO:~ Esta palabra significa CARENCIA. ¿Qué ves o qué sientes cuando escuchas la palabra "necesito”? "Necesito un trabajo, necesito dinero, necesito mejorar, necesito apoyo...".Cambia tu lenguaje y di: *¡quiero dinero, quiero otro trabajo, quiero mejorar, quiero apoyo, quiero cambiar!* El solo hecho de pronunciar las palabras desde una posición ACTIVA, de DECISIÓN y VOLUNTAD, ya cambia tus cuadros mentales.
3.) ~VOY A TRATAR:~ Otra expresión muy usada es "voy a tratar" (es casi como fracasar en el intento). Alguien decía: "estamos cansados de los 'tratadistas', se precisa gente que lo HAGA". Es tan simple decir: *¡lo haré!* y Si no puedes o no quieres hacerlo, sencillamente di: ¡no lo haré!. El mundo no se viene abajo, sigue su curso. No pruebes suerte, no lo hagas "para ver" como te va. Así que cada vez que dices “voy a tratar", estás acostumbrando a tu mente a "intentar", a "negociar”. ¡No negocies con tu mente, dale las órdenes y obedecerá!
4.) ~VALE LA PENA:~ Otra expresión común del vocabulario de la pobreza es "vale la pena”. Pena es tristeza, dolor, ¡angustia! Lo que vas a hacer no vale la pena, *vale el esfuerzo, vale la satisfacción, la alegría.*
5.) ~EN LA LUCHA:~ Es una respuesta típica en muchas personas, cuando le preguntan" cómo estás?": "Aquí, en la lucha". No te das cuenta que tu afirmación inconsciente está creando en tu vida la sensación de "luchar", de ir contra lo difícil, contra obstáculos, lo cual experimentas día a día sintiendo en realidad que luchas contra muchos para poder conseguir lo que quieres. En lugar de eso, podrías crear otra afirmación que recree otro escenario en tu día a día. Por ejemplo, responder: *¡excelente!,* *¡Dios ante todo!,* *¡Con Dios y pa’lante!,* o cualquier otra afirmación positiva.
Hay que prestarle atención a las palabras. Una palabra es un pensamiento hablado. Un pensamiento es una palabra en silencio. Las palabras son un poder, energía creadora: crean ideas, crean sensaciones; lo que escuchas puede determinar lo que sientes. *¡Las palabras crean cuadros mentales!*
Un consejo popular dice: _"piensa antes de hablar."_ La verdad, no obstante, es que nadie puede hablar sin pensar. Cuando alguien dice algo "sin pensarlo", en realidad lo pensó sin darse cuenta; fue un proceso que ocurrió en su subconsciente y que pasó inadvertido. Es casi un acto automático. Del mismo modo que nadie puede dar lo que no tiene, nadie puede expresar lo que no piensa. Incluso, el acto de mentir, exige un nivel de pensamiento y creación. Las palabras tienen poder porque son escuchadas en la mente, tanto del que las oye como del que las pronuncia y las convierte en imágenes. Cada palabra la hemos asociado a una imagen y a una determinada sensación. Por ejemplo, cuando escuchas la palabra “AVIÓN”, lo más probable es que tu mente ve un avión e incluso lo ve volando. Las palabras crean imágenes y esas figuras mentales amplifican lo que somos. Tienden a acentuar nuestros sentimientos más básicos. Las palabras son decretos. Está en el libro de Proverbios, escrito por el Rey Salomón: _¡La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos!._ Otra traducción dice: _¡Quien habla del bien, del bien se nutre!._
Cuando escuchas con detenimiento el vocabulario de la mayoría de personas (quizás el tuyo también y no lo habías notado), lo que encuentras son palabras de escasez. Al ser pronunciadas constantemente, *esas palabras son semillas de pobreza*. Por ejemplo: "ojalá", "vamos a ver", "hay que probar suerte", "Dios quiera".

Eso es pobreza mental que se expresa como pobreza en el vocabulario. *¡Cambia tus códigos mentales y tu vida cambiará!*

Las escrituras dicen: _*¡De la abundancia del corazón, habla la boca!* Hablemos entonces, de *ABUNDANCIA*

La impaciencia no sirve para nada

 Querer acelerar el ritmo al que transcurren los acontecimientos de la vida es una distorsión provocada por nuestra mente. La aceptación surge de forma natural cuando aprendemos a disfrutar el momento presente.

“Me gusta que las cosas sucedan cuando yo quiero.” “Odio que me hagan perder el tiempo.” “Mándame el informe urgentemente.” “¡Hay que ver qué lenta es la gente!” “Ya va siendo hora de que cambien las cosas.” “¡Date prisa, que llegamos tarde!” “¡Lo necesito ahora mismo!” “¿Por qué no me ha llamado todavía?” “¡Me muero porque sea viernes!” “No soporto que me hagan esperar.”

Si le resulta muy familiar alguna de estas afirmaciones, seguramente conozca bien qué es la impaciencia. Pero no se preocupe. Es una distorsión psicológica que tiene cura. Tan sólo basta comprender que es inútil. No sirve absolutamente para nada. Por más que nos quejemos, enfademos y lamentemos, las cosas van a seguir yendo a su ritmo, tal y como lo han estado haciendo y lo van a seguir haciendo siempre.

Y no sólo eso. Es muy perjudicial para nuestra salud emocional. Cada vez que nos invade la impaciencia es como si tomáramos un vasito de cianuro, vertiendo veneno sobre nuestra mente y nuestro corazón. Eso sí, a pesar de que vivimos en una sociedad que premia y ensalza la velocidad y la inmediatez, desprenderse del hábito de “querer las cosas para ya” es posible. Todo se reduce a un simple cambio de actitud.

EL VENENO DE LA PRISA
“Deseamos ser felices aun cuando vivimos de tal modo que hacemos imposible la felicidad.”
(San Agustín)

Imagínese que está al volante de su coche, conduciendo tranquilamente por una calle de un solo carril. De pronto se forma una inesperada caravana. Aunque usted no puede verlo, parece que un camión se ha detenido unos cuantos metros más adelante para realizar una descarga. Pasan los segundos y usted sigue sin poder avanzar. Poco a poco empieza a ponerse nervioso. Echa un vistazo a su reloj y suelta un tedioso resoplido.

Al poco rato comienzan a sonar los primeros bocinazos, acompañados de un lejano y enfurecido: “¡Venga, hombre, que no tenemos todo el día!” En medio de aquel insoportable ruido, finalmente pierde la paciencia y empieza a negar con la cabeza. Harto de esperar, se suma a la protesta y toca varias veces el claxon con rabia y vehemencia.

Al cabo de un rato retoma la marcha, impotente y molesto por lo sucedido. Puede que usted no sea consciente, pero las emociones negativas que ha creado mientras apretaba el claxon con fuerza le van acompañar el resto del día. ¿Y todo ello para qué? ¿Acaso su impaciencia le ha servido para acelerar la descarga realizada por el camión? ¿Realmente cree que el conductor ha tardado más de lo necesario aposta sólo para fastidiarle? Lo paradójico es que la impaciencia sólo le ha perjudicado a usted.

 LA RAÍZ DE LA IMPACIENCIA
“Lo que causa tensión es estar ‘aquí’ queriendo estar ‘allí’, o estar en el presente queriendo estar en el futuro.”
(Eckhart Tolle)

Pero entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué somos impacientes? Aunque parezca mentira, ninguno de nosotros elige tomar esta actitud cuando la vida no se ajusta a nuestros planes. Por el contrario, la impaciencia surge mecánica y reactivamente de nuestro interior cuando vivimos de forma inconsciente. Se trata de un efecto, un síntoma, un resultado negativo que pone de manifiesto que la mirada que estamos adoptando frente a nuestras circunstancias es errónea.

Si volvemos al ejemplo del atasco de tráfico anterior –que puede ser extrapolado a cualquier otra situación cotidiana–, nos damos cuenta de que nuestro malestar surge al poner el foco de nuestra atención en el denominado “círculo de preocupación”. Es decir, en todo aquello que no depende de nosotros, como que el conductor del camión realice la descarga más rápidamente. Y al no poder hacer nada al respecto, nos invade la impotencia y con ésta, el agobio, el enfado y la lamentación.

Sin embargo, el camión tiene todo el derecho de pararse y realizar la descargar, de igual manera que nosotros también detenemos nuestro coche a veces, haciendo demorar a otros conductores. Y entonces, si nuestro día a día no es más que un continuo proceso repleto de otros procesos necesarios para que todos podamos completar nuestras actividades personales y profesionales, ¿dónde está el problema? ¿Por qué es tan difícil adaptarse a lo que sucede?

EL ARTE DE VIVIR DESPIERTO
“Si no encuentras satisfacción en ti mismo la buscas en vano en otra parte”
(François de la Rochefoucauld)

La respuesta se encuentra dentro de nuestra cabeza. Cada vez que nos sentimos impacientes, ocasionándonos a nosotros mismos un cierto malestar, significa que estamos interpretando los acontecimientos externos en base a una creencia limitadora: que nuestra felicidad no se encuentra en este preciso momento, sino en otro que está a punto de llegar. O dicho de otra manera: como creemos que no podemos estar a gusto en medio de un atasco, deseamos que éste termine de inmediato para poder llegar a nuestro destino, donde sí podremos gozar de nuestro bienestar.

Sin embargo, funcionar según esta falsa creencia revela una verdad incómoda, que suele costarnos bastante de aceptar: la impaciencia suele ser un indicador de que no estamos a gusto con nosotros mismos. Porque si lo estuviéramos realmente, no tendríamos ninguna prisa en que el camión (o cualquier otra persona, cosa o situación) avanzara a una velocidad mayor de la que lo está haciendo. Ni siquiera aparecería la prisa, pues ya sabríamos de antemano que no sirve para acelerar el ritmo de lo que nos sucede.

Lo cierto es que sólo en base a un estable bienestar interno podemos empezar a relacionarnos con nuestras circunstancias de una manera más consciente, pudiendo tomar la actitud y la conducta más conveniente en cada momento. A esta capacidad los psicólogos y coaches contemporáneos la llaman “vivir despierto”. Al darnos cuenta de que no podemos cambiar lo que nos sucede, sí podemos modificar nuestra actitud, centrándonos en el denominado “círculo de influencia”. En el caso del atasco, implicaría respirar profundamente, poner la radio, cantar, pensar en positivo y otras acciones que dependieran por completo de nosotros.

De esta forma, nos ahorraríamos la desagradable compañía de la impaciencia, un huésped que de tanto visitarnos termina por instalarse indefinidamente en nuestro interior. Eso sí, para adoptar esta actitud más constructiva es necesario que nos recordemos de vez en cuando que todos los procesos que conforman nuestra vida tienen su función y su tempo. De ahí que por más que intentemos acelerarnos, siempre terminaremos chocando una y otra vez con esta inmutable verdad, causándonos por el camino la experiencia del malestar.

LA VIDA TIENE SU PROPIO RITMO
“El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla.”
(Lao Tsé)

Cuenta una historia que un hombre paseaba por el campo, aburrido, sin nada qué hacer. De pronto se encontró un capullo de mariposa y decidió llevárselo a casa para distraerse un rato, viendo cómo ésta nacía. Tras veinte minutos observando la crisálida, empezó a notar como la mariposa luchaba para poder salir a través de un diminuto orificio.

El hombre estaba realmente excitado. Jamás había visto nacer a una mariposa. Sin embargo, pasaron las horas y allí no ocurrió nada. El cuerpo del insecto era demasiado grande y el agujero, demasiado pequeño. Impaciente, el hombre decidió echarle una mano. Cogió unas tijeras, y tras hacer un corte lateral en la crisálida, la mariposa pudo salir sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.

Satisfecho de sí mismo, el hombre se quedó mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas, débiles y arrugadas. El hombre se quedó a su lado, esperando que en cualquier momento el cuerpo de la mariposa se contrajera y desinflara, viendo a su vez crecer y desplegar sus alas. Estaba ansioso por verla volar.

Sin embargo, debido a su ignorancia, disfrazada de bondad, aquel hombre impidió que la restricción de la abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha y el esfuerzo de la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran a sus alas para fortalecerlas lo suficiente antes de salir al mundo y comenzar a volar. Su impaciencia provocó que aquella mariposa muriera antes de convertirse en lo que estaba destinada a ser.

LA FILOSOFÍA DEL ‘AQUÍ Y AHORA’
“Bendito regalo es éste al que llaman presente.”
(Sebastián Skira)

Más allá de comprender que todos los procesos que forman parte de nuestra existencia tienen su propio ritmo, despedirse de la impaciencia también implica descubrir que lo que necesitamos para ser felices ya se encuentra en este preciso instante y en este preciso lugar. De hecho, es imposible hallarla en ningún otro momento ni en ninguna otra parte.

Aunque se ha repetido hasta la saciedad, los seres humanos tenemos un peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que necesitamos recordar y a ser víctimas y esclavos de esta negligencia. Así, el pasado es un recuerdo y el futuro es pura imaginación. Lo único que existe de verdad es el presente, que es el espacio y el tiempo donde podemos recuperar el contacto con nuestro bienestar interno. Aunque no nos lo parezca, ahora mismo todo está bien. Todo está en su sitio, tal y como tiene que ser. El problema lo crea nuestra mente cuando no acepta lo que hay, tratando de cambiar lo externo que no depende de nosotros y posponiendo nuestra propia transformación, que sí está a nuestro alcance.

La próxima vez que nos invada la impaciencia nos preguntemos: “¿Qué es lo que no estoy aceptando? ¿Qué le falta a este momento? ¿De qué manera lo que está sucediendo me impide ser feliz? ¿Qué prisa tengo? ¿Qué voy a hacer luego?” Al analizar las respuestas, concluimos que desear que llegue un futuro imaginario suele ser una consecuencia de no estar en paz con nosotros mismos en el presente. Aprendemos a fluir cuando comprendemos que la realidad siempre es aquí y el momento siempre es ahora.