sábado, 7 de noviembre de 2020

Todo lo que comienza, termina

 Todo lo que comienza, termina.

Es uno de los teoremas del Orden del Universo formulados por Georges Ohsawa, el gran maestro y pionero de la macrobiótica en Occidente.
Todo lo que comienza termina, es absoluto.
Podemos construir sobre este cimiento, sobre este pilar; “todo lo que comienza, termina”.
Las pruebas más duras, más terribles van a terminar y eso está garantizado.
Las enfermedades más difíciles también ... .y la salud de hierro también (a menos que nos convirtamos en ciudadanos del 7º juicio).
Y ese es el propósito final de nuestros estudios; escapar del mundo relativo donde todo lo que tiene principio tiene fin.
Nosotros tenemos principio y fin; el documento de identidad da una fecha de nacimiento, nuestro cumpleaños.
Debido a este día, debido a que existe este día de nuestro cumpleaños está garantizada nuestra muerte.
Pero este es nuestro lado efímero y temporal.
Nuestro aspecto infinito nunca muere porque siempre existió.
Como nunca nació entonces nunca morirá.
Los místicos más reconocidos lo llaman “Yo soy”.
Yo soy eternamente así que yo no puedo morir.
Pero mi cuerpo efímero nace y muere, se enferma y se cura, se empobrece y se enriquece, se queda solo y celebra el compartir la vida con su amor.
El miedo a la enfermedad, el miedo a la muerte, el miedo a quedarse solo, el miedo a no tener dinero…..son todos fantasmas que viven en la mente de los que no comprenden nuestra doble nacionalidad.
También podemos llamarlos el “yo pequeño” y el “yo grande”.
El yo grande necesita al yo pequeño, como la gran muralla china necesitó de pequeñas piedras para ser construida.
El yo pequeño necesita al yo grande para inspirarse y soñar con horizontes gloriosos.
No hay grandeza sin pequeños detalles.
Y los pequeños detalles hacen a la grandeza.
De pequeños actos se construye la salud infinita.
De pequeñas decisiones.
De pequeños pensamientos.
Pero cuando se conectan todos los puntos aparece el dibujo completo, el mapa completo.
Entonces sólo necesitamos de las 10.000 horas para aprender a pensar, a respirar, a vivir en paz, a cocinar con excelencia y a curar cualquier enfermedad pasada, presente y futura.
Asì que no posterguemos este aprendizaje porque hay un largo camino por delante y si nos dejamos estar, aunque nos apuremos mucho sólo conseguiremos resultados sin calidad.

-Martín Macedo-

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