Con la consolidación de las nuevas tecnologías, la automatización, la digitalización, la robotización y la globalización, el mercado laboral está experimentando cambios y transformaciones radicales, con lo que no nos queda más remedio que cambiar de mentalidad para adaptarnos y prosperar.
A diferencia de lo que pasó con las otras tres épocas anteriores, en la Era del Conocimiento los cambios están sucediendo de forma rápida, contundente y vertiginosa. Y están produciéndose a escala planetaria. Sin embargo, la mayoría de ciudadanos estamos esperando que la crisis termine pronto para volver lo antes posible a la normalidad. Queremos seguir aplicando las viejas reglas de juego de la Era Industrial. Pero el mercado laboral -tal y como lo conocemos- ha dejado de existir. Y nunca volverá a ser como era.
Del mismo modo que la transición de la Era Agrícola a la Era Industrial provocó un periodo de conflictos laborales y sociales muy dolorosos para la población activa, la transición de la Era Industrial a la Era del Conocimiento está desencadenando un proceso muy parecido. Esencialmente porque el modelo económico está nuevamente en plena evolución. Los viejos sectores industriales están agonizando en los países desarrollados materialmente. Y no hay nada que los gobiernos puedan hacer para rescatarlos o preservarlos.
Mientras, las empresas -sean grandes, medianas o pequeñas- van a seguir reduciendo sus gastos de infraestructura para poder sobrevivir. Y debido a que hay exceso de trabajadores, los sueldos bajarán todavía más. Siempre va a haber alguien con mayor necesidad económica que acepte las nuevas precarias condiciones laborales. Y cómo no, los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) continuarán protagonizando los titulares de los informativos. El número de personas en las listas del paro todavía no ha alcanzado su tope. Por el contrario, los impuestos, la inflación y las deudas seguirán subiendo, provocando que la clase media lentamente vaya desapareciendo.
Al igual que la revolución industrial liberó a las personas de la servidumbre feudal, la revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones posibilitarán que los seres humanos nos emancipemos de funciones laborales alienantes y mecánicas. Y como consecuencia, podremos dedicarnos a labores más creativas y con sentido. No en vano, estamos pasando de un modelo basado en la producción y el consumo en masa a otro orientado a la creación de valor de servicios intangibles, a la satisfacción de necesidades reales y a la resolución de los problemas de la sociedad.
Hasta que no se complete este proceso transformación, la confusión, la precariedad y la incertidumbre van a seguir protagonizando el día a día de millones de ciudadanos en todo el mundo. La generación que sucederá a la presente será la primera -pero no la última- que diga que sus padres vivían mejor que ellos. Eso sí, una vez finalice dicha transición, nos encontraremos con un nuevo mercado laboral, acorde con la Era del Conocimiento en la que nos hallamos. Es entonces cuando volveremos a experimentar un periodo de claridad, abundancia y confianza, posibilitando que se mejore notablemente la calidad de vida de un mayor número de seres humanos.
EL AUGE DE LA CLASE CREATIVA
«La información y el conocimiento son las materias primas de la creatividad; y la innovación y la creación de valor, su principal resultado»
RICHARD FLORIDA
Algunos expertos sostienen que el tablero de juego laboral de esta nueva era ya empieza a estar compuesto por dos tipos de jugadores principales. El primero se denomina «elefante».[i] Y engloba a los grandes conglomerados corporativos, cuyos procesos productivos están cada vez más repartidos por el planeta. De hecho, estamos siendo testigos de numerosas fusiones en todo tipo de sectores empresariales. Tanto es así, que ya empieza a hablarse de auténticos «monstruos corporativos», cuya estrategia es minimizar costes para maximizar beneficios.
En paralelo, las microempresas y los microempresarios locales tendrán más capacidad de supervivencia debido a su reducida estructura de costes y a su vinculación con las necesidades reales de la población. En este marco se sitúa el segundo jugador principal, llamado «pulga»[ii] o «agente libre»[iii]. Este grupo aúna a todos aquellos profesionales autónomos que trabajan por cuenta propia, en muchos casos desde casa. Algunos se convierten en emprendedores, montando pequeños negocios muy innovadores (o start-ups) con muchas posibilidades de expansión y crecimiento.
La Era del Conocimiento está alumbrando un nuevo tipo de profesionales que están desmarcándose del sector servicios tradicional. Nos referimos a la «clase creativa», compuesta por los trabajadores de «cuello dorado».[iv] Es decir, personas que cobran básicamente por pensar y desplegar su talento y potencial por medio de una función profesional creativa, útil y con sentido. En esencia, este colectivo en auge está compuesto por personas cuya actividad profesional está orientada a generar ideas provechosas, a mejorar nuestro bienestar o a resolver problemas complejos de forma innovadora. Y el denominador común de este grupo profesional es que lo que hacen no puede copiarse, externalizarse o automatizarse. Principalmente porque su trabajo depende de su inteligencia, de su criterio, de su visión, de su pasión y de su creatividad individuales.
De hecho, los dones o talentos que emplean para llevar a cabo sus funciones profesionales no tienen nada que ver con la educación industrial o las aptitudes académicas convencionales. Más bien son el resultado de conocerse a sí mismos y saber para qué valen, descubriendo la manera de poner este valor al servicio de los demás. A diferencia de los empleos productivos industriales -que están yendo a menos-, los trabajos de la clase creativa están yendo a más. No en vano, la creatividad humana es un recurso prácticamente ilimitado e inagotable. Y dado que aportan mucho valor económico, están mejor remunerados, gozan de más autonomía y proporcionan sentido para quienes tienen la habilidad y la fortuna de poder realizarlos.
En Estados Unidos, por ejemplo, los trabajos creativos ya representan casi una tercera parte de la población activa. Mientras, en Europa en general y en España en particular, estas funciones profesionales tienen un largo camino por recorrer. En 2012, las industrias creativas representaban el 6,5% del PIB de la Unión Europea.[v] A lo largo del siglo XXI, las personas seremos ricas o pobres en función de nuestro grado de conocimiento y sabiduría. De ahí que sea fundamental que aprendamos a adquirir de forma regular nuevas ideas y habilidades con las que crear valor de forma constante.
Este artículo es un extracto del libro “Qué harías si no tuvieras miedo”, publicado por Borja Vilaseca en abril de 2012.
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