lunes, 2 de noviembre de 2020

Cuando el discípulo está listo aparece el maestro

 Cuenta la historia que Aladino encontró una lámpara de aceite.

Era un joven muy pobre, parecido a los que hoy en día van hurgando en la basura buscando alguna cosa valiosa.
En tiempos de Aladino también había gente muy pobre que iba buscando un poco de pan o ropa porque no tenían nada.
Y encontró una lámpara y pensó que tal vez la podría vender o cambiar por algunas monedas o ropa para vestirse.
Para que fuera más atractiva decidió sacarle todo el brillo posible frotándola vigorosamente con una franela limpia.
Pero al frotarla (movimiento=yang) ocurrió algo sorprendente: comenzó a salir mucho humo como si la lámpara tuviera vida propia y salió un genio grande y fuerte que se le presentó como un sirviente, ya que lo llamó "amo"...y le preguntó ¿qué deseas amo?
"Pídeme lo que desees y yo te lo daré inmediatamente".
Como Aladino nunca había experimentado algo así, tuvo miedo y no dijo nada...quedó mudo del miedo que sintió al ver a ese gigante tan fuerte y a la vez tan amistoso.
Como no había ningún pedido el genio volvió a su lámpara.
Poco después un grupo de ladrones comenzó a molestar a Aladino para quitarle su lámpara y lo acorralaron para golpearlo y quitarle su pequeño tesoro.
Cuando Aladino se sintió en peligro no le quedó alternativa más que frotar ansiosamente su lámpara para pedir ayuda a su genio.
Entonces el genio salió y esta vez habló y le pidió que lo defendiera de estos malechores que lo querían agredir.
Así el genio se dirigió al grupo y con un potente soplo los arrojó lejos de su "amo" y no lo volvieron a molestar.
Aladino comprendió que tenía un gran poder pero sólo cuando daba órdenes claras a su amigo genio.
Todos somos como Aladino; tenemos un subconsciente que oye todos nuestros pedidos, toma literalmente todas nuestras palabras y nos complace de la forma más rápida posible.
Dios en su infinito amor nos dotó a todos de una lámpara como ésta pero rara vez la usamos bien, simplemente porque no sabemos que existe.
El genio está dentro de nosotros haciendo cosas asombrosas en nuestras células que son fábricas maravillosas capaces de crear colágeno, proteínas, hormonas, anticuerpos y miles de sustancias que la ciencia aún no descubrió.
Nuestro subconsciente está trabajando las 24 hs del día los 365 días del año para protegernos y garantizar nuestra salud.
Pero lo ignoramos y le damos palabras de baja calidad y obtenemos resultados igualmente pobres porque eso es lo que hemos pedido.
Si nos quejamos, si criticamos constantemente, si juzgamos duramente a las otras personas ....nuestros oídos toman esa orden y la transmiten al genio que utilizará su gran poder para tratar de darnos algo lo más parecido posible a nuestras caóticas órdenes.
Y así cuanto más maldecimos peor nos sentimos y empleamos palabras aún más duras creando una espiral de destrucción.
Pero cuando el discípulo está listo aparece el maestro.
El maestro no nos regala nada, pero nos enseña a emplear las palabras y emociones más adecuadas para que el genio empiece a traernos las maravillas que siempre quisimos.
Por esa razón lo primero que el maestro pregunta al discípulo es:¿qué es lo que realmente, realmente quieres en la vida?
Responder esa pregunta es el inicio de una vida nueva donde nos volvemos como los dioses, no debido a nuestro efímero cuerpo sino a nuestro genio que ahora nos dará regalos de gran belleza.

-Martín Macedo-

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