lunes, 2 de noviembre de 2020

En mi debilidad está mi fuerza

 En mi debilidad está mi fuerza sentenció San Pablo.

Me maravillo ante tanta sabiduría.
Gracias a mi debilidad accedo a la fuerza más grande e imponente.
Mi debilidad me obliga a abrir mi mente y mi corazón.
Y a pedirle al gran poder que me asista.
Y poco a poco voy conociéndolo mejor.
Hasta comprender que el gran poder está en cada una de mis células.
Y que siempre ha estado allí.
Pero la ilusión de las formas me ha encandilado durante siglos.
De tal modo que cada día frente al espejo sólo contemplo mi debilidad que se incrementa con la edad.
En la enfermedad se encuentra la puerta hacia la salud infinita.
El que heredó un cuerpo fuerte y saludable no tiene ningún mérito.
Ese tipo de salud vale poco, dura poco y termina trágicamente.
Porque las personas dotadas de una gran genética tienden a ser los más arrogantes y obstinados.
Por ello los hombres destinados a grandes realizaciones tienen una combinación perfecta de debilidades y fortalezas.
Sus fortalezas garantizan su capacidad de trabajar y actuar en este mundo.
Pero sus debilidades le permiten comprender su verdadera naturaleza más allá de la belleza de las cosas que se ven.
La debilidad permite ver lo que no se ve.
Acceder a la esencia infinita.
Donde se hallan todos los atributos de Dios.
Y al tomar posesión de estos tesoros.
El que se creía débil comprende que es un gigante.
Y hace las cosas que hacen los gigantes.
Mientras los fuertes debido a su arrogancia infinita.
Sólo desean ver caer al que consideran inferior a ellos.

-Martín Macedo-

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