jueves, 8 de diciembre de 2016

4 formas en las que nos proyectamos en nuestra vida

La forma en la que percibimos el mundo está determinada por nuestra conciencia. Al identificar la forma en la que nos proyectamos en el mundo, nuestras experiencias se convierten en oportunidades para conocernos.

1. La proyección en situaciones y experiencias de vida.

“El universo existe porque previamente hay una Consciencia que quiere ver, observar, su creación. […] La mera observación manifiesta lo observado, ambos están intrínsecamente unidos.” (Enric Corbera)

Según estudios realizados en el campo de la mecánica cuántica, la realidad que percibimos está condicionada por el efecto del observador. Nuestra forma de ser y, más concretamente, nuestra conciencia –que determina la forma que tenemos de percibir el mundo-, ejerce una influencia directa en aquello que observamos. 

Sabiendo esto, podemos vernos en cada aconteci-miento, ya que es un reflejo de nosotros mismos. Al identificar la forma en la que nos proyectarnos en el mundo, nuestras experiencias se convierten en oportunidades para conocernos. Al reconocernos responsables de nuestra vida, tomamos las riendas de nuestro destino.

“El que mira afuera sueña, el que mira dentro despierta”. (Carl G. Jung)

2. Proyecciones inconscientes: Transgeneracional.

La forma en la que percibimos el mundo está determinada por nuestra conciencia. Ésta a su vez se compone de creencias, tanto conscientes como inconscientes, que hemos heredado de nuestros ancestros. Repetimos pensa-mientos, senti-mientos y emociones, que les sirvieron a ellos para adaptarse a su entorno, y que ahora configuran nuestra forma de interactuar con el mundo. 

De esta forma vivimos situaciones y sucesos parecidos a los que ellos vivieron, que nos reafirman en nuestra forma de pensar. Salir de este bucle implica comprender que aquello que se genera a nuestro alrededor es el reflejo de nuestra conciencia, y que a medida que nos cuestionemos nuestra forma de pensar y sentir, podremos cambiar también nuestra vida.

“La capacidad de percibir o pensar de manera diferente es más importante que el conocimiento adquirido”. (David Bohm)

3. La proyección de nuestra sombra.

A la hora de interpretar la realidad que vivimos, podemos cuestionarnos por qué atraemos a nuestra vida situaciones que conscientemente no son deseables. Hemos de tener en cuenta, que nuestra forma de proyectarnos en el mundo es mayoritariamente inconsciente, ya que es el que procesa la mayoría de la información proveniente de nuestros sentidos. Nuestro inconsciente no sólo gestiona los programas heredados de nuestros ancestros, sino también todo aquello que no reconocemos en nosotros mismos. A esto lo llamamos la sombra, que es lo opuesto al ego. Todo lo que rechazamos sobre nuestra personalidad, porque no encaja en nuestro ideal de cómo queremos ser, lo mandamos a la sombra, que luego es proyectada al mundo por nuestro inconsciente, para que tomemos conciencia de ella. Aceptarla significa integrar aquello que repudiamos en nosotros, y que vemos en los demás. Cuando estamos en coherencia y en contacto con nosotros mismos, el universo se abre a un abanico de múltiples posibilidades, dónde nuestra próxima experiencia está esperando a nuestra siguiente elección.

4. Proyecciones en nuestras relaciones.

De la misma forma en que nos proyectamos en nuestra realidad cotidiana, lo hacemos también sobre las personas de nuestro entorno. Todo aquello que percibimos en los demás se basa en las creencias que residen en nuestra conciencia. Existen varias formas en las que nos proyectamos en nuestra vida, y sobre todo, en nuestras relaciones. Por un lado, los pensa-mientos que tenemos sobre lo que nos rodea, hacen que percibamos y atraigamos personas y situaciones que sean afines a esa forma de pensar. 

Al mismo tiempo, muchas de las características que asociamos a personas que nos parecen ajenas corresponden a aquello que no queremos o no podemos ver en nosotros. Mientras que las creencias que tenemos sobre nosotros mismos, implican la creación de una realidad, unas circunstancias de vida y unas relaciones determinadas, que nos definan como la persona con la que nos identificamos. 

Desapegarnos de nuestros pensa-mientos y creencias es la clave para poder elegir libremente cómo vivir, sin tener la necesidad de repetir las experiencias y patrones que nos anclan a nuestro estado actual de ser, y que condicionan nuestra vida.

“Vive tus pensa-mientos, evita que tus pensamientos vivan en ti”. (Enric Corbera)

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