Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió.
Estas famosas palabras están en el libro de Job (3:25-26).
A todos nos ha pasado y no queremos que nos vuelva a pasar.
Pero si no comprendemos el funcionamiento de la mente volveremos a pasar por experiencias desagradables una y otra vez hasta que aprendamos a dominar el arte de imaginar.
Es así de simple.
Este tema me apasiona desde que era un niño y aún me fascina y devoro cuanto libro encuentro sobre el tema.
Antes las cámaras fotográficas tenían un negativo donde quedaba registrada la imagen.
Este negativo estaba en una cámara oscura que sólo se abría una fracción de segundo para que entrara la imagen de lo que queríamos fotografiar.
La imagen dejaba su impresión en el negativo y luego el rollo se movía para dar lugar a otro negativo virgen para una nueva fotografía.
Finalmente el rollo se extraía de la cámara oscura y se llevaba a la casa de fotografía para que fuera revelado y nos dieran las fotos impresas en finos cartones.
El negativo es la mente subconsciente.
Allí se recibe la impresión de lo que estamos observando y queremos registrar.
El negativo no es selectivo; no rechaza ninguna imagen.
No importa si se trata de la foto de un robo, o de una escena de la naturaleza.
La imagen se imprime allí sin importar su naturaleza, sin juicio, sin ningún tipo de valoración.
Luego esa impresión es revelada, se convierte en algo palpable y visible.
Cuando imaginamos algo que no deseamos y le cargamos la intensidad con el temor suficiente estamos dejando una fuerte impresión en el subconsciente.
No quiero perder mi trabajo, pero si tengo un profundo temor la escena se repetirá reiteradamente en mi subconsciente y cuanto mayor sea el temor, más fuerte será la impresión.
Algunas semanas o meses después perdemos el trabajo y pensamos que la vida es injusta e impredecible.
Mi padre algunos años antes de morir, me decía que tenía temor de perder su trabajo (tenía un cargo gerencial en un importante banco estatal) porque estaban dando incentivos para que los cargos más altos se jubilaran anticipadamente.
Se preocupaba mucho porque tenía una familia y tres hijos que alimentar.
Me dijo una vez que si perdía el trabajo no tenía ningún inconveniente de ponerse a vender en la calle cigarrillos o lo que fuera.
Algunos meses después tuvo un accidente y murió a los 58 años.
La experiencia de Job ocurrió en tiempos muy antiguos, hace miles de años.
Pero todos tenemos hoy en día las mismas dificultades que Job porque desconocemos el funcionamiento de la mente y enviamos imágenes llenas de pavor a nuestra mente subconsciente.
Y ella hace lo que sabe hacer.
Revelar la impresión allí dejada.
Nosotros imprimimos al imaginar algo con emoción.
Y ella lo convierte en una experiencia.
Pero su mismo poder nos puede traer las mayores maravillas.
Sólo debemos entrenar y entrenar, mediante el estudio y la meditación, el arte de imaginar.
El arte de imprimir sólo los mejores contenidos con la certeza de que tarde o temprano se expresarán y se convertirán en nuestra vida.
-mMartpin Macedo.
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