A veces tenemos mucho miedo de errar.
De tomar una mala decisión.
Y de tener que pagar caro el error.
Nadie quiere equivocarse.
Pero la realidad es que quien teme errar es el que más erra.
Los peores errores son cometidos por quienes sienten pánico de equivocarse.
Las peores decisiones se toman cuando se experimenta un miedo intenso.
Ohsawa decía que debíamos cometer muchos errores porque son la fuente del saber.
Quien no se equivoca no aprende.
El niño se equivoca mucho cuando intenta caminar o hablar o usar los cubiertos para comer.
Pero no se queda inmovilizado por el miedo al ridículo o a las críticas o las burlas de los más experimentados.
Sigue intentándolo y aprende de sus errores como si fueran los peldaños de una gran escalera hacia la sabiduría.
Los errores son peldaños.
Los niños son sabios, porque no temen el error.
Sus errores son deliciosos de contemplar.
Pero los adultos a veces tenemos tal pánico de equivocarnos.
Que atraemos los mayores errores y tomamos las peores decisiones.
Frente a la duda abstente reza el adagio.
Entonces nos quedamos paralizados por la duda.
Y el tiempo sigue pasando y nosotros quedamos varados en la ruta.
Mientras el mundo sigue girando y todo se mueve sin cesar en este universo de cambios.
A veces dudar puede salvarnos la vida.
Pero quedarse siempre en la duda es como convertirse en una momia que descansa siglos en su sarcófago donde se encuentra segura y fuera de peligro.
-Martín Macedo-
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