domingo, 13 de marzo de 2022

Lo visible surge de lo invisible.

 Antes de que haya paz en el mundo debe haber paz en las mentes.

Antes de iniciar una guerra, ésta ya se ha librado en el interior.
El pensamiento siempre antecede a la acción.
Tendemos a valorar mucho la acción; esta persona ha hecho tanto por su país, ha hecho tanto por la universidad, ha hecho grandes obras de beneficencia.
Y le dan una medalla por todo lo que hizo.
Charles Lindbergh cruzó por primera vez en un vuelo sin escalas en 1927, el Atlántico, uniendo New York con París.
El lo hizo y por eso se convirtió en una celebridad.
Otros antes que él lo intentaron y murieron en el intento.
El mensaje es muy claro; está en el inconsciente colectivo: si haces algo grandioso serás grandioso, famoso, una celebridad y todos te adorarán como le ocurrió a Charles Lindbergh en 1927.
Pero nos olvidamos debido a nuestra nutrición tan yang de ver el verdadero valor oculto, que es el pensamiento, la actividad de la mente.
Lindbergh hizo muchas veces ese viaje en su mente.
Si no lo hubiera hecho nunca hubiera subido a ese famoso avión.
Todos queremos la paz, pero nuestras mentes están llenas de conflictos.
No los podemos resolver, y por eso millones buscan un poco de paz en el alcohol o en los ansiolíticos.
Si la mente está agitada, esa agitación creará acciones del mismo tenor.
Es un tema de tiempo; es como sembrar una semilla de trigo y esperar que salga un melón.
Nos enfocamos en la acción, en hacer cosas magníficas.
Pero descuidamos ordenar nuestra mente que es la que crea todo lo visible.
Lo visible surge de lo invisible.
Pero si lo interior está agitado, con emociones de temor y ansiedad, y no hacemos nada para remediarlo, no nos puede extrañar que todavía haya guerras y crueldad entre los seres humanos.
Podemos hacer mucho por la paz, alistarnos como voluntarios, enviar alimentos y ropa para los refugiados, donar dinero.
Pero eso es un poco como tomar antibióticos cuando aparece una infección en los pulmones.
Es una medida que se limita al síntoma.
Porque el origen es mucho más profundo; está en un caos del sistema inmune que no consigue poner orden en el sistema.
Por mi parte creo que además de todo lo que podamos hacer por la paz, sería mucho más poderoso pacificar nuestras mentes mediante la meditación y la oración....si suficientes personas pacifican sus mentes se creará una paz duradera.
Pero el problema es que las mentes están descuidadas, desentrenadas y en constantes conflictos.
Debido a esa mentalidad yang que adora la acción y descuida las disciplinas de la mente.
Es hora de tomar consciencia y trabajar más duro que nunca en convertirnos en focos de paz constante....cuando alcancemos una masa crítica, los conflictos armados quedarán como recuerdos de un pasado bárbaro y oscuro.

-Martín Macedo.

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