lunes, 11 de enero de 2021

Todo forma parte de un maravilloso plan

 Durante mis primeros 10 años de macrobiótica pasé mucha hambre.

Siempre estaba hambriento.
Insatisfecho.
Tenía a mi alcance cantidad de comida.
Pero no tenía calidad.
En aquel entonces tenía 16 años.
Y no sabía cocinar.
Mi madre no aceptaba la macrobiótica y me preparaba un arroz hecho sin ganas, sin sabor, creyendo que eso no era comida para un joven con un futuro prometedor.
No era comida normal.
Entonces yo iba de restaurante en restaurante probando aquí y allá.
Pero el hambre de calidad no se saciaba.
Había comida sana preparada con buenas intenciones pero no era ese alimento de sabor infinito que nos hace sentir en la gloria.
Incluso mi madre llegó a traer cocineras macrobióticas para que mejoraran los platos pero la satisfacción duraba sólo unos pocos días.
Entonces mi padre muy sabiamente me dijo: cocínate tu mismo, entonces tendrás lo que quieres.
Y comencé a cocinarme…compré unos libros de cocina y al principio los platos no quedaban bien.
Entonces comprendí que necesitaba una escuela para aprender.
Intenté ir a la Escuela de Boston del maestro Michio Kushi pero los precios eran astronómicos.
Finalmente accedí a ir a una escuela más humilde y me trasladé a San Pablo a la Escuela Musso del profesor Kikuchi.
Entonces encontré lo que buscaba con ansias desde hacía 12 años.
Cocina suprema.
Sabor supremo.
Satisfacción suprema.
Entonces comprendí que toda esa hambre de calidad y toda esa falta de amor y comprensión fueron necesarias para despertar en mí el apasionado apóstol de la alta calidad que hoy soy.
Gracias a las dificultades nos volvemos grandes.
Y por ello hoy enseño la cocina suprema que devuelve la salud a los enfermos (que verdaderamente desean curarse).
Porque pasé tantas dificultades.
Tanta incomprensión.
Hoy tengo la mejores comidas del mundo en mi día a día.
Porque la vida siempre compensa.
Aunque en el momento de experimentar las crisis uno no entiende el sentido de esas duras pruebas.
Todo forma parte de un maravilloso plan.
Diseñado por la inteligencia infinita.
Que hemos aceptado antes de venir a este mundo.

-Martín Macedo-

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