El mosquito nos da una gran enseñanza.
Tiene un objetivo absolutamente definido, ni la más mínima duda.
Lo intenta una, dos, mil veces.
Un millón de veces si fuera necesario.
Hasta que obtiene lo que desea o muere aplastado por un furioso palmetazo.
Pero lo arriesga todo y vuelve a intentarlo.
No le teme a la muerte.
Pareciera que los mosquitos se creen inmortales.
Y lo creen tan firmemente que se convirtió en algo real.
Porque si una guerra nuclear acabara con toda la humanidad.
Mosquitos no faltarían.
Admiro la tenacidad y la audacia del mosquito.
No son virtudes de una especie.
Sino cualidades divinas que se expresan en casi todas las formas de vida.
Son pequeños samurais voladores.
Todos les temen en las grandes ciudades.
Son muy livianos, muy yin en apariencia.
Pero muy persistentes y valientes (yang) en su profundo interior.
Y por eso tienen alimento de sobra.
Porque siguen su instinto.
Mientras que los humanos siguen doctrinas.
-Martín Macedo-
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