El Padre y el Hijo no se pueden separar.
Porque todo en el Universo está conectado por hilos invisibles.
Una especie de matriz inteligente que todo lo vincula.
Por muy lejos que viaje el hijo nunca podrá separarse de su padre.
Aunque no le hable por 100 años, sigue íntimamente ligado a Él.
El padre es el océano y el hijo es una ola.
Si el hijo se enoja con su padre intentará tomar distancia pero no puede separarse completamente de Él porque es un producto de Él.
La ola podrá saltar a tierra firme en un intento de "independizarse".
Pero retornará al mar tarde o temprano porque toda el agua de la Tierra es una.
"Yo no creo en Dios" dicen algunas personas.
"Yo no lo veo a Dios".
"Ni consigo oírlo".
El cuerpo y sus maravillosos órganos sensoriales crean esa ilusión de estar separados del Padre.
Y la separación crea la carencia, la enfermedad y el temor.
Y las religiones refuerzan la ilusión: "Padre que estás en los cielos".
Entonces el Hijo clama por misericordia.
Y le pide pan, trabajo y una pareja.
Así la religión se convierte en una "necesidad".
Con profesionales que se encargan de facilitar la conexión.
Pero el hijo es tan grande como el Padre.
Es tan sabio como el Padre.
Es tan rico como el Padre.
Porque el padre y el hijo están hechos de lo mismo.
De la misma forma que una ola está hecha de lo mismo que el imponente mar.
-Martín Macedo-
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