sábado, 20 de noviembre de 2021

La injusticia no existe

El desconocimiento de las leyes universales ha provocado que en general compartamos una creencia muy arraigada en nuestra sociedad: que «el mundo es un lugar injusto». De hecho, empleamos la palabra «injusticia» para señalar todo aquello que desde nuestro punto de vista egocéntrico y subjetivo consideramos que no debería de suceder. Pero más allá de lo que pensemos, la injusticia no existe. Ni tampoco la justicia. Ni la humana ni la divina. Tanto la una como la otra son conceptos inventados que nada tienen que ver con el funcionamiento real del universo.

Lo que sí existe es «la ley de la correspondencia», según la cual somos correspondientes con aquellas situaciones y personas que necesitamos para desarrollarnos espiritualmente. En cada momento la vida nos proporciona la experiencia más útil para la evolución de nuestra consciencia. Aunque el ego no lo entienda ni lo quiera entender todo pasa por algo y para algo. Todo lo que sucede forma parte de un propósito pedagógico perfecto y necesario para quien lo vive. Esto es lo que significa la expresión «dios no juega a los dados».
Según esta ley, la vida no suele darnos lo que el ego quiere, sino lo que el ser esencial necesita para manifestarse. De ahí que la mayoría de nuestros deseos y expectativas egoicos jamás se cumplan. Sin embargo, la vida todo el rato nos da lo que necesitamos para aprender y evolucionar. El problema es que el ego siempre quiere lo que no tiene y jamás valora y aprovecha lo que sí está a su alcance. Por más que nos victimicemos, quejemos y suframos, es imposible que consigamos aquello que no es necesario que obtengamos. Del mismo modo, tampoco es posible que perdamos aquello que es necesario que conservemos. Todo depende de si somos correspondientes con conservarlo o perderlo para seguir evolucionando.
*Fragmento extraído de mi nuevo libro "Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos".

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