De cada diez empresas familiares que nacen, se estima que solo tres pasan a la segunda generación. El porcentaje se reduce conforme avanzan las generaciones. Mientras el fundador de la compañía se mantiene activo o con vida, la continuidad de la empresa está más o menos garantizada pero ¿qué pasa después?
Conforme se van expandiendo los lazos familiares con la incorporación de nuevas generaciones, lo normal es que los conflictos entre la familia propietaria empiecen a aflorar y se acentúen hasta hacer la relación insostenible. Llegado este punto las alternativas son cuatro: vender la compañía a un tercero; la reconcentración, es decir, que parte de la familia venda su participación a la otra parte que decide quedarse al frente; la destrucción progresiva de la empresa y la familia, con una carga emocional muy elevada y en la mayoría de los casos irreversible o; última, pasar de ser una empresa familiar a familia empresaria.
Para Ferrán González, asesor de gobierno corporativo y socio del despacho de abogados Cremades & Calvo-Sotelo, la cuarta opción de todas las señaladas, es la más bonita y la deseable. El problema es que no siempre hay tiempo para dar el salto de una empresa familiar a una familia empresaria siendo, en opinión de este experto, la segunda generación la que tiene la última oportunidad de acometer dicha reconversión.
Las diferencias
Antes de seguir con el tema, conviene aclara cuáles son, según González, algunas de las diferencias principales que distinguen a una de otra:
La administración y la propiedad: Mientras que en la empresa familiar la propiedad y la administración, es decir, el control y la toma de decisiones, recae en uno o varios grupos familiares, independientemente de que trabajen o no en la empresa, en la familia empresaria los órganos de control se institucionalizan dando también entrada en el Consejo de Administración a ejecutivos independientes.
La consecuencia en el primer supuesto es que gestión, propiedad y familia quedan mezclados en un mismo marco traspasando los problemas de un lado al otro, algo que no sucede en una familia empresaria, donde quedan muy bien delimitados e institucionalizados los órganos de gobernanza, las personas que formarán parte de él, su peso, la interacción entre la empresa y la familia…
El papel de la empresa: En un modelo de empresa familiar, es esta última la que prima en las decisiones de la compañía. Es decir, se toman las decisiones pensando en salvaguardar a la familia antes que a la organización. En la familia empresaria los valores se invierten y es la empresa la que actúa a modo de pegamento de la familia una vez que han decidido regirse por una serie de principios y valores. Se entiende la empresa más como generadora de utilidad social que como mera generadora de patrimonio y fuente de empleo personal.
La visión: Aunque existen empresas familiares muy longevas y de éxitos acumulados durante muchos años, lo cierto es que no estaba esta condición en el ADN de la organización. Son casos, bastante escasos por cierto, de emprendedores que acometieron un proyecto original que funcionó y que las sucesivas generaciones supieron luego revalidar. Sin embargo, la visión de una familia emprendedora es largoplacista desde el origen.
Para ello establecen las ‘reglas del juego’ desde el principio con la visión de que, llegado un día, la empresa pueda trascender incluso a la familia. Se trata de una cuestión cultural que promueve las mejores prácticas para la compañía en la que todos los integrantes de la familia, dentro o fuera de la empresa, comparten los mismos valores.
El momento perfecto para crear una familia empresaria
La visión de crear una familia empresaria correspondería, en opinión de Ferrán González, al fundador. El emprendedor sería la persona perfecta para establecer el protocolo por el que se rija la compañía desde el principio. El problema es que pocos lo hacen absorbidos, como suelen estar, por el trabajo del día a día.
“Aunque se dice que los emprendedores son visionarios, lo cierto es que, al principio, tienen una visión muy idealizada de la compañía. Empiezan solos o con algún socio, pero no tienen que rendir más cuentas ni dar más explicaciones de las decisiones que se toman. Lo último que se plantea un emprendedor cuando arranca el proyecto es que algún día sus hijos o sus nietos se van a terminar peleando por la propiedad de la empresa. Pero muchas veces el futuro llega y cuando la herida empieza a sangrar, a veces ya es tarde para sanarla”, sostiene este experto.
Esa posibilidad de curar la herida se prolonga hasta alcanzar la primera generación, no más, porque de dilatarse en el tiempo la infección se extiende de manera incurable. Así que la recomendación de González a los emprendedores que montan una empresa con el propósito de perpetuarla es que se tomen un tiempo de calidad para reflexionar sobre como quiere que sea su evolución en lo que atañe a la gestión y propiedad. Para ello, deberá armarse de dos herramientas principales: realismo, para no idealizar en exceso las relaciones familiares; y humildad, para dejarse asesorar por expertos en la forma de establecer y delimitar los órganos del gobierno corporativo.
El gobierno corporativo
Seis son los factores que, en opinión de González, hay que tener en cuenta a la hora de concebir un buen órgano de gobierno corporativo. Los dos primeros se enmarcan más en el terreno del diseño. Corresponden al plan estratégico, es decir, dónde quieres que esté tu empresa dentro de 10,20, 30…años; y la tipología de la propiedad, es decir, si la intención es mantener el control de la misma al 100% o si se plantea, por ejemplo, dar entrada a posibles inversores.
A estos dos factores principales, se suman otros cuatro que afinan sobre la estrategia:
–Objetivos para los que se crean los órganos del Gobierno, la función y el peso de cada cual dentro de los mismos.
-Las personas que van a formar parte del Consejo de Administración
-El método a aplicar para que las reuniones y los consejos funcionen bien
-Liderazgo, algo fundamental tanto en el CEO como en los integrantes del Consejo de Administración
Las ventajas
Aunque el tema principal de este artículo sea la diferencia entre una empresa familiar y una familia empresaria, entiende González que el gobierno corporativo atañe a cualquier proyecto empresarial que nazca con vocación de crecer y persistir en el tiempo. Sobre todo si se compara el impacto tan positivo que se obtiene con esta forma de proceder con las nefastas consecuencias que puede generar no tenerlo.
Además de la garantizar la evolución de la compañía libre de sobresaltos y disputas familiares, diseñar una buena gobernanza corporativa es algo que siempre va a atraer el capital, que ve reducido el riesgo de la inversión; a los clientes, generando confianza, y al talento .
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