Cuando el discípulo está preparado aparece el maestro.
Es un dicho de la filosofía del budismo zen.
Y yo estaba preparado, apareció el maestro pero no le hice caso.
Y cuánto lo lamento....hasta hoy.
Cuando tenía 20 años me apasioné con la cultura oriental y las artes marciales.
Me anotaba en todas las escuelas, todos los estilos; karate, judo, aikido, kung fu, taekwondo.
Cuando decidí probar el kung fu, nuestro instructor nos dijo que teníamos que tener el equipo apropiado para la práctica y para ello lo debíamos hacer a la medida.
Y también era necesario comprar unas zapatillas para practicar kung fu.
Entonces mandé a hacer el traje al estilo chino, todo negro y fui al centro de la ciudad a buscar las zapatillas también negras y con suela de goma para comenzar mi práctica del arte marcial más completo y efectivo del mundo.
Entré en una tienda de artículos orientales y me atendió un señor de unos 70 años que apenas hablaba el español, por lo que pensé que era un auténtico ejemplar de la sabiduría china.
Le pedí unas zapatillas para practicar kung fu.
Entonces mi miró con mucha atención y se puso muy serio.
Y en un arranque de cólera me gritó: "para aprender Kung Fu debe ir a China!!!!"
Y yo internamente agradecí esa cólera, ese consejo que venía de mi "maestro" chino que apenas acababa de conocer.
Yo sentí que tenía toda la razón del mundo porque en mi peregrinación por gimnasios e instructores de artes marciales había comprendido con mucho dolor que en Uruguay, al ser un país pequeño no había buenos maestros.
Los mejores estaban en Brasil, en Argentina, en los Estados Unidos o Europa.
Por muchas zapatillas que comprara y por muy bueno que fuera el uniforme de Kung Fu no podría alcanzar un buen nivel en ningún arte marcial mientras siguiera buscando en el Uruguay.
La mujer lo tranquilizó...diciéndole..."déjalo tranquilo...él sólo viene a comprar unas zapatillas de Kung Fu".
Salí del local con mis zapatillas y con la gratitud en el corazón por el sabio consejo de mi mentor chino que sin conocerme me dio un sabio consejo.
Pero no lo tomé en serio.
Y así nunca logré un buen nivel en ningún arte marcial.
Si hubiera escuchado esa voz sabia hubiera viajado a oriente y me hubiera convertido en un maestro a una edad muy temprana.
La sabiduría infinita puede tomar cualquier disfraz para decirnos lo que nos conviene más para realizar nuestros sueños.
Pero muchas veces no la escuchamos; seguimos las razones de nuestra mente lógica o simplemente no queremos salir de la zona de confort.
Sin embargo nunca dejaré de sentir una gratitud infinita a ese señor chino que nunca más volví a ver....que me dijo..."aquí no va aprender nada, debe ir a China".
Sabía que era la pura verdad, pero encontré excusas para no hacer lo que me dictaba mi corazón.
Y así es la macrobiótica...la gente la conoce y sabe en su interior que es un camino de inmensa belleza hacia la salud y la vida abundante, pero lo deja para más adelante, encontrando siempre hábiles excusas para postergar y postergar...
Y un día es demasiado tarde para postergar y ahí ya no valen los argumentos.
Porque se trata de vivir o morir.
Entonces aparece el maestro, porque el discípulo esta maduro.
-Martín Macedo-
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