El ego da esperando recibir.
Hace una evaluación para calcular cuidadosamente cuánto va a obtener por la transacción.
Su dádiva no es generosa.
Su dádiva está llena de desconfianza.
El ego es incompatible con la grandeza.
Dios es grande y el ego es pequeño.
Dios es generoso y da sin límites y sin reservas.
Convivimos con la dualidad.
Nuestra naturaleza es dual: ego - divinidad.
A veces predomina nuestro ego.
A veces nuestra grandeza se hace más visible.
Nuestro ego nos impele a dar lo mínimo y a exigir lo máximo.
Pero nuestra grandeza nos impulsa a dar lo mejor de nosotros.
A dar lo máximo.
A dar a manos llenas sin importar a quién.
Porque no existe separación entre tu y yo.
Si te doy me doy a mi mismo.
Tu aire es mi aire.
Tu agua es mi agua.
Tu miedo es mi miedo.
Tu amor es mi amor.
Cuando doy a a lo grande, recibo a lo grande.
Cuando soy generoso, hago una entrega absoluta de todo lo que soy.
Y me quedo vacío.
Sin nada.
Me vuelvo nada.
Entonces el amor universal se precipita sobre el vacío.
Y lo colma de bendiciones.
Tantas, que 10.000 manos no bastan para recoger tan soberbia cosecha.
-Martín Macedo-
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