En su carta a los romanos, el apóstol Pablo de Tarso se lamentaba: "hago el mal que no quiero en vez de hacer el bien que quiero".
"Y no lo entiendo, debe ser el pecado que habita en mi."
Y asunto resuelto.
Somos pecadores, una especie de posesión maligna nos impele a hacer lo que menos nos conviene, a hacer todo lo posible para arruinarnos la vida.
Es necesario exorcizar esa presencia maligna que nos impele a nuestra auto destrucción.
Y como no podemos solos necesitamos un salvador, una ayuda, un profesional religioso que nos acerque a un poder mayor que nos libere de esta nefasta inclinación.
Y así surge la necesidad de las religiones.
Esta tendencia a la necedad, esta inclinación a hacer todo lo contrario a la sabiduría ya generaba grandes luchas interiores a los hombres de los tiempos antiguos.
Y sigue vigente hoy en día pues las debilidades humanas no han cambiado en dos mil años.
En mi opinión somos seres infinitos, poderosos, que beben de la sabiduría infinita.
¿Cómo es posible semejante debilidad de carácter?
Para mi la explicación es simple.
Si quitamos a Dios de nuestro interior y lo colgamos en las nubes, hemos perdido toda nuestra grandeza y quedamos a merced de este Ser que está en los cielos.
Si tiene tiempo para nosotros nos ayudará siempre y cuando estemos en buenas relaciones con Él.
El problema está en la separación, o mejor dicho en la ilusión de que estamos separados del poder infinito.
Cada día debemos tener prácticas como la meditación y el estudio de los textos más sabios del mundo para poco a poco superar la ilusión de la separación y así volver a utilizar el poder infinito dentro nuestro que nos permitirá hacer todo el bien que deseamos y dejar de hacer las tonterías que nos convierten en unos desgraciados.
Pero mientras sigamos viviendo en la ilusión de la separación, quedaremos por fuera de la sabiduría infinita.
Es hora de despertar y como dice UCDM de reclamar nuestra herencia.
-Martín Macedo-
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