Emmet Fox fue un gran sabio que enseñó sobre el equivalente mental.
Todo lo que vemos tiene un equivalente mental.
Es como la sombra de las cosas densas.
Toda cosa tiene una sombra y donde va la cosa va su sombra.
La parte que se ve es yang; la parte que no se ve es yin.
Esa parte es el equivalente mental.
Esto es muy importante, porque podemos modificar la cosa que no queremos modificando el equivalente mental.
No es fácil cambiar las cosas cuando ya están densas, constituidas.
Pero el equivalente mental es muy plástico, y se puede cambiar inmediatamente.
Así hay un equivalente mental para cada enfermedad.
Si sólo actúo químicamente sobre la enfermedad sin actuar sobre el equivalente mental, estoy actuando sobre los efectos y no sobre las causas.
Como cuando el cirujano saca la vesícula biliar porque tiene cálculos sin educar al enfermo.
La hipertensión tiene un equivalente mental.
La fibromialgia tiene un equivalente mental.
Tengo una amiga que ha practicado macrobiótica durante casi medio siglo.
Se niega a tomar agua de mar porque le sube la tensión.
Le tiene mucho respeto a la sal marina porque ella cree que le sube la tensión.
No comprende que una persona que ha practicado macrobiótica durante 50 años no puede tener hipertensión.
Por mucha sal que tome.
Pero ella le tiene miedo a la sal.
Ese es el equivalente mental de su tensión alta.
Su infundada creencia de que no tolera el sodio.
También cree que desarrolló un carcinoma de piel en la frente por tomar sol.
La operaron y desde ese momento evita el sol y tiene baja la vitamina D.
Le recomendé tomar un poco de sol al atardecer.
Pero se niega porque le teme al sol.
No comprende que quien ha practicado macrobiótica durante medio siglo muy concienzudamente no puede tener un cáncer de ningún tipo.
Pero le dijeron que la mancha que le quitaron era un carcinoma y a partir de ahí cree que el cáncer lo causó el sol.
Y no hay quien la convenza de lo contrario.
Sus enfermedades sólo se sostienen debido a sus equivalentes mentales que ella se niega a cambiar.
Es incurable; podrá seguir comiendo saludable durante otros 50 años que no curará.
Porque su equivalente mental sigue enviando información a su cuerpo, y éste sólo traduce el contenido de ese equivalente mental.
Por esa razón debemos comprender claramente que la salud infinita no es un tema de comidas o clases de cocina.
Sino de una transformación del pensamiento.
El pensamiento de la salud infinita, la intención de la salud infinita, y la voluntad absoluta de manifestarla.
-Martín Macedo-
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